viernes, 6 de julio de 2012

¿Por qué morir?


TO 13 2012 La mujer hemorroísa y la hija de Jairo

En este vivo relato evangélico –tan característico de san Marcos- hay dos detalles que llaman la atención, aunque a primera vista no sean esenciales, sino anecdóticos (Ya hemos aprendido que en el evangelio todo es importante).
Uno de esos detalles que llaman la atención es la captación de Jesús de aquel “tocar” especial de la mujer anónima. En medio de aquel apretujamiento de gente curiosa que va con él porque les parece que ha decidido hacer un milagro con la hija de Jairo, alguien le ha tocado de una manera especial. Y el se da cuenta. Cuando aquella mujer le toca de aquel modo, angustiado y lleno de confianza, él lo nota.
Y yo pensaba: no es lo mismo hacer las cosas de Dios de un modo o de otro, comulgar con devoción o sin atención, rezar sólo pidiendo o con amor y reverencia, hacer algo por Dios o por uno mismo… Él lo nota, él sabe, el nos ve llegar a la Iglesia, le encanta oírnos; no le da igual que le hablemos o le ignoremos. Él tiene corazón.
Muchas veces hemos dicho que nuestro Dios no es un ídolo de piedra, sino que siente, conoce, padece, ama, le importan. Me acaban de enviar la foto de un cartel publicitario junto a una autopista, en Filipinas. Se lee esto, sobre un fondo azul:
Talk to me
-God
Otro detalle anecdótico pero significativo de este relato es lo que ocurre cuando Jesús llega a casa de ese pobre hombre, Jairo (importante, sí, pero pobre. No olvidemos que todos lo somos, somos más pobres de lo que nos imaginamos: no tiene más que sobrevenirnos una desgracia, como a este “jefe de la sinagoga” para darnos cuenta) San Marcos hace notar que Jhs, tal vez para animar y consolar, les dice que la niña no está muerta, sino que duerme. Es el mismo tipo de comentario que hace cuando su amigo Lázaro muere. 
Pues bien, a continuación el Ev dice que ante este comentario piadoso del Señor, aquellas plañideras y gente que se lamentaba a gritos empezaron a reírse de él. Tal vez les parecía una ingenuidad; se podría decir que les hizo gracia -como si fuera un chiste- el recurso simplón de aquel hombre, bueno pero un tanto ingenuo. Lo suyo  en ese momento era llorar desgarradoramente -nada de comentarios piadosos- porque la todopoderosa Parca había pasado por aquella familia sembrándola de luto. Sin embargo, no tenían razón. No era él el que se estaba equivocando, sino ellos. Era verdad que estaba dormida y no muerta, en ese sentido desesperante de la expresión "muerta". Porque para Dios es así. 
Para Dios, la muerte o la enfermedad no son exactamente lo mismo que para nosotros; "Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos -les dijo en cierta ocasión a un grupo de saduceos-, puesto que todos viven para él”… Hace poco, en su cumpleaños, decía Benedicto XVI: "Me encuentro ante el último tramo del recorrido de mi vida y no sé qué me espera. Sé que la luz de Dios está, que Él ha resucitado, que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad, que su bondad es más fuerte que cualquier mal de este mundo y ello me ayuda a continuar con seguridad".
La enfermedad y la muerte casi siempre han sido y son temas tabú para nosotros los humanos. Está mal visto hablar de ello. El enfermo se siente desconcertado o  culpable de molestar… Se le abandona pronto, se oculta o se lamenta como si se tratara de un dolor insufrible, puesto que con la enfermedad la persona ha perdido todo su valor. Se pierde toda capacidad de consolar, a no ser mintiendo (si es que a  la mentira se le puede llamar consuelo) Pero para Dios, que es nuestro Padre, no es así: todos viven para él. La muerte no es para él el obstáculo que le separe de su critatura (es es dador de vida, el creador, el inventor, el fabricante de la vida); no, para él el verdadero obstáculo y muro impenetrable, la verdadera muerte de sus hijos es el pecado.
 Él sabe que la muerte “no fue así al inicio”, como leemos en 1ª lect, porque él creó al hombre vivo y le hizo inmune al poder de la destrucción biológica. El sabe que “por el Diablo entró la muerte en el mundo”, que fue el terrible error del pecado lo que hizo entrar la enfermedad y la muerte. Por eso precisamente vuelca su corazón con los enfermos: les cura, les conforta, les acompaña, les hace sentirse bien, vivos para Dios y para sí mismos. Así  nos enseña a nosotros, los cristianos, a ser a ser como él ante la enfermedad o la muerte de nuestros hermanos: cuidarles, hacerles sentirse útiles, presentes,  valorados, queridos…. Si no, no tendrá nada de extraño que la cultura de la muerte penetre y domine de nuevo el mundo.

jueves, 5 de julio de 2012

¿Por qué escoge Dios?




29 junio 2012 San Pedro y San Pablo
Hoy celebra la iglesia romana a estos dos pilares de la Iglesia, tan diferentes entre sí, martirizados en Roma alrededor del año 64 durante la persecución decretada por el emperador Nerón. Uno era Pedro, el pescador de Betsaida establecido en Cafarnaún junto a su hermano Andrés y sus dos amigos, los hijos de Zebedeo. En casa se instaló Jesús durante el tiempo de su predicación en Galilea. Estando en esa casa se hizo aquella pregunta: “¿quién son mi madre y mis hermanos?”. De allí salía temprano, “antes de salir el sol” para apartarse a un lugar solitario y hacer oración.
 El otro pilar es Saulo, el fariseo convertido por la aparición de Jesús junto a Damasco. Saulo, san Pablo.
Lo primero que llama la atención al considerar al misterio de la vocación, de la invitación de Cristo al apostolado, es que el Señor escoge a quien quiere, no un tipo determinado de personas. Dios es capaz de hacer una obra de arte casi con cualquier material, si se muestra dócil a su acción, sincero de corazón, leal; si procura con empeño dejar obrar a la gracia. No hay gente “rara” para él o inasumible para su llamada. Llama a un recaudaror de impuestos, como Mateo, y a un fariseo casi fanático, como Saulo; a uno emparentado con la clase sacerdotal, como Juan, y a un galileo israelita sin engaño, como Natanael de Caná. Se ve que ninguno de nosotros es un cacharro inútil para Jesús; de todos es capaz de hacer un instrumento útil y bello, como los buenos artistas decoradores son capaces de convertir un cacharro viejo y roto en un centro de flores, o pintar un cuadro magnífico sobre una superficie de cualquier material.
Los dos elegidos tenían también defectos y carencias. Exageraciones en la buena intención,  orgullo, presunción, vagancia… pero también se puede decir de ellos que se apoyaron firmemente en un amor sincero y profundo a Jesús: "Señor, ¿a quien iríamos, tú tienes palabras de vidaeterna?", pregunta Pedro en una ocasión. Y en otra dice sinceramente: “¿Por qué no te puedo seguir ahora? ¡Yodaría mi vida por ti!”. Y san Pablo escribe: “Tengo todo por basura en comparación a haber conocido a Jesús”. Se puede decir, pues, que Jesús elige a cualquier tipo de persona, cosa que nos sorprende; pero no elige arbitrariamente: “Yo sé bien a quién he escogido”, dice en la Cena.
Por otra parte, el amor que tienen a Jesús no es puro sentimiento; no eran así aquellos hombres. Más bien es un cierto deslumbramiento, era un amor lleno de respeto por entrever lo extraordinario de la persona: “Tú eres el Mesías”, le dice Pedro. Las convicciones de fe, que nosotros compartimos con ellos, calan más o menos profundamente en un corazón, la fe no es siempre igual, ni en todos significa lo mismo . En ellos dos había producido una especie de fulgor interior: ¡es el Hijo de Dios y estoy hablando con él cara a cara!,parecen pensar. Alguien dijo que la vulgaridad consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta. En este caso no fue así.
Vamos, por tanto, a no descuidar nosotros nuestra cercanía con Jesús, especialmente a través de la constancia en la lectura y meditación del evangelio, con la gracia, porque “esto no te lo ha revelado la carne ni la sangres…”.

lunes, 2 de julio de 2012

Where I ought to be


Junio de 2012. Kenia. Crónica del viaje (1)


 “In the higlands you woke up in the morning and thought: Her I am, where I ought to be” (Isak Dinesen, Out of Africa)

KIMANGAO-MWINGI, (KITUI), domingo 24 de junio
Estoy a punto de abandonar Kimangao –mañana lunes saldré hacia Nairobi a las 8,30, con el obispo de Kitui, y el martes volaré a Madrid, de noche, con una escala de tres horas en Doha- y estoy un poco conmocionado, porque el “mal de África” existe. Es muy difícil explicar, entender -e incluso comprender- cómo puede uno apegarse a un lugar como este, más bien pobre –incluso muy pobre- y bastante incómodo. Kitui es una provincia de Kenia situada  a unos 200 kms hacia el este de Nairobi. Pertenece a lo que aquí llaman “tierras altas”; pero, al revés de las zona de Nairobi, Machakos o el valle del Rift, ésta es semiárida; apenas llueve uno 20 días al año, divididos entre noviembre-diciembre y abril-mayo. El suelo es volcánico, de tierra roja casi arenosa,  muy polvorienta y muchas piedras de basalto, de granito o calcitas. Todo está siempre cubierto por polvo rojo, se cuela por todas partes. Si lloviera sería una verdadera potencia agrícola. Tiene ahora una temperatura primaveral, deliciosa; junio y julio son los meses frescos, y por la noche, en un cielo digno de El Rey León, uno se guía por la Cruz del Sur, y no por la Estrella Polar.