lunes, 31 de agosto de 2015

Santa Ragenufle

"Je ne demande qu'un chose, c'est le veritable amour de Dieu"
(No quiero más que una cosa, que es el verdadero amor de Dios)




En el término municipal de Incourt, un lugar tranquilo de la Valonia, a unos 30 kilómetros al sur de Lovaina hay un pequeño jardín cerrado, con una fuente, en los que se venera a esta joven virgen de una familia de nobles francos, que sorprendentemente para sus padres, rechazó el ventajoso partido que sus padres le habían preparado, aduciendo como único argumento lo escrito ahora en un friso sobre la puerta de entrada al jardín. En ese bosque se escondió de su familia durante un tiempo y cumplió su deseo. En su enfermedad, se vio ayudada por un apóstol y un ángel.  Su fallecimiento está datado el año 650 y su devoción, muy antigua, como se ve en este estandarte, siga viva en Incurt y los pueblos vecinos de Dongelberg y Jodoigne

Cinco caminos de penitencia

S. Juan "Crisóstomo" 
(+ 407. Nacido en Antioquía. Obispo de Constantinopla)



¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de penitencia? Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.
El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el salmista: Propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor [...]
Éste es un primer y óptimo camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos[...] Porque si perdonáis a los demás sus culpas -dice el Señor-, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros.
¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia? Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo íntimo del corazón.
Si deseas que te hable aún de un cuarto camino te diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria virtualidad.
También, si eres humilde y obras con modestia en este proceder encontrarás, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano[...].

Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.

No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos [...] Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas, y así, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor.
(Cfr. Homilía 2 sobre el diablo tentador, 6: PG 49, 263-264)

sábado, 29 de agosto de 2015

Elías. El cansancio de vivir

(16 de agosto 2015. Dom 19 To b)


La huída de Elías
Como fondo del discurso del Pan, hoy se nos cuenta en la primera lectura un incidente dramático de la vida de Elias, el profeta por antonomasia en Israel. Ha emprendido una angustiosa huída de Jezabel, la reina consorte de Ajab, que ordena asesinarlo, y escapa hacia el desierto del Sinaí. Pero llega un momento en que se ve sin fuerzas y sin alimentos ni agua, y se desea la muerte, se cansa de vivir, al menos de vivir así, y pide a Dios que le quite la vida. Y yo pensaba en ese cansancio que puede aparecer a lo largo de la vida, no tanto el físico, sino existencial. Quizá a propósito de una dificultad, o una pequeña o gran frustración, una carga o simplemente aparece el aburrimiento. . Como en el verso de un gran mal poeta (Neruda): "sucede que me canso de ser hombre". Unas veces es algo que no se consiguió, o una expectativa frustrada. Puede ser la famosa crisis de los 40, aunque la tristeza que puede llegar también en plena juventud o incluso en la adolescencia. Pensad también en esa enfermedad tan difícil de sobrellevar, la depresión psíquica o psicológica.
Cuando está adormilado bajo un arbusto aparece un enviado misterioso que le despierta y le invita a comer y beber de un igualmente misterioso alimento que aparece allí sin que nadie lo haya traído. Para animarle a que termine de comer, el ángel le dice una frase igualmente misteriosa: "el camino es superior a tus fuerzas" .
Es bonito lo que hace Yahveh con este hombre suyo: lo observa, lo ve luchar por la gloria de Dios y le agrada la abnegación con que le sirve. Y cuando le da miedo de que se rompa, le envía un ángel, una ayuda... ¡No nos cansemos de ayudar a la gente, de darles buenas razones para vivir, para amar! 
Mirad que estamos en una cultura cada vez más aisladora, más individualista, y no necesariamente más llena. En realidad, sólo el alma que llena el alma, no las cosas. Dad alma a los demás, dad vida. Y salid vosotros mismos del ensimismamiento.

El cansancio de vivir
De todos modos, la historia del viaje de Elías apunta a algo que va más allá del simple cansancio, y afecta a todos los hombres. Le puede pasar al Papa, le puede pasar al que hace el bien. Y es que las cosas nunca llenan del todo, la vida nunca llena lo suficiente. Y entonces es cuando vemos más aún la maravilla de Dios que nos envía un alimento maravilloso, que es él mismo, el único que puede llenar de verdad el corazón humano. Elías fue un hombre feliz y su vida estuvo llena de aventura y también de éxito y fruto, pero paradójicamente el camino de la vida humana es superior a las fuerzas humanas.
Cuando los padres meditaron esto les faltó tiempo para aplicarlo al alimento eucarístico. Al alma sólo la llena un alma, decíamos, pero sólo Dios puede llenar la vida, superar su caducidad, la limitación de sus dones, limitación que puede acabar por producir ese hastío: quiero morir. Sólo él da a nuestra vida el valor de misión, en cualquier circunstancia, hasta en la enfermedad. La convierte siempre en fecunda: uno siempre tiene algo que hacer con el Señor. Por eso no es sólo el pan de vida, sino pan del camino: el alma siempre es joven junto a él, se siente como un artista, como una persona enamorada. No nos apartemos de Jesús. Ni aunque estemos lejos físicamente. Él nunca se cansa, nunca nos frustra, siempre nos abre de nuevo el camino, la ilusión de ir más allá.

martes, 25 de agosto de 2015

Asunción. Luces que miran al cielo

(15 agost 2015 Asunción de nuestra Señora)
Un recuerdo del Líbano
Hace 10 años pasé esta fiesta en Oriente medio. Me hallaba en el Líbano, cerca de Biblos, en una zona del país de mayoría cristiana. De noche, en el campo, me invitaron a salir a ver la velas que las gentes encendían y colocaban en los alféizares, en las plazas o en los cruces de camino. Parecían saludar desde la tierra a Maria, asunta en el cielo. Me parecía una fe viva, plástica, en el misterio de la Asunción. Ella está en el cielo en cuerpo y alma, y era como decirle: madre, aquí estamos, aquí seguimos nosotros, no te olvides de nosotros. Y este es el contenido del dogma de fe de la Asunción; no sabemos si María llegó a padecer la muerte o no, pero en cualquier caso sí que su cuerpo fue glorificado, como el de Jesús, y que vive ya para siempre junto a él (como le representa el gran fresco de Miguel Ángel en la Capilla sixtina): siempre a su lado, siempre también mirando hacia nosotros, hermanos e hijos suyos a la vez.


María es la intercesora permanente, el corazón materno: "bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios"... "Jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vos, en busca de ayuda, haya sido abandonado por vos... 

Velas en la tierra, miradas hacia el cielo... En la imagen que san Juan vio en su éxtasis sobre el fondo de la noche del cielo se presenta como mujer de belleza cósmica: vestida de sol, coronada de estrellas, como se evoca en la bandera europea... ¡Cuánto amaría Juan a la Madre de Jesús, junto a que permaneció al pie de la cruz, a quien vio atravesada el alma de dolor, como por una espada. Con ella convivió en Éfeso, según una sólida tradición (todavía se venera cerca de la ciudad una casa  llamada de María, en un lugar revelado por santa Catalina de Emerich, si he entendido bien). 


Nuestra asunción al cielo

La asunción de la Virgen es también un mensaje para nosotros. También nosotros seremos embellecidos con la gloria un día, si somos fieles a Jesús, si no nos dejamos arrastrar por el enemigo: esa especie de dragón infernal que aparece en la escena como contraste terrible a la figura de la Mujer. Está claro que en la vida espiritual no hay que actuar por temor, sino por amor; pero un sano temor a dejarnos arrastrar y seducir por el Enemigo nos hace bien, ya que no somos invulnerables a su poder, a su seducción sobre todo. Él actúa y prevalece a menudo; no hay más que abrir los ojos, encender la tv o abrir un periódico... o mirar a nuestro alrededor, o incluso en nosotros mismos: desuniendo, haciendo odiarse a los hombres hasta la demencia. Y lo mismo que es bonito y estupendo reconocer la acción de Dios, es conveniente conocer la acción del enemigo del alma. Ruega por nosotros, pecadores. Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre... Tratemos a María, que nos mira desde el cielo. Es muy fácil. Se puede hacer de muchísimos modos, en muchísimas circunstancias, con muchísima frecuencia. ¡Sé de María, y seremos más hermanos entre nosotros, más cercanos unos a otros!

jueves, 20 de agosto de 2015

Eucaristía: somos lo que comemos

(2 de agosto Dom b de TO)
Queridos: durante este mes, en la misa dominical se interrumpe como veis a san Marcos y se le pide prestado a san Juan su capítulo sexto, porque es el más explícito sobre el sentido y la realidad del pan eucarístico. Lo podéis leer también por vuestra cuenta. Si uno tiene dudas sobre el sentido y la realidad de la eucaristía, debería leerlo.


Un milagro con mensaje

Cuando Jesús hace el milagro de darles de comer, ven en él alguien prodigioso, potente. Y esperan convencerle de que se convierta en su rey. Él, sin embargo, se oculta y todos regresan al punto de partida, Cafarnaun. Les ocurre como a nosotros. Aspiramos a tener en Dios como aliado, por así decir; y cuando parece que no es así, perdemos el interés por sus cosas. Apenas pensamos, en cambio, que quizá es él el quien necesita de nosotros. Para él, multiplicar el pan no es tal vez tan difícil como cambiar los corazones de los hombres, que es lo que, entre otras cosas, resolvería de verdad el hambre del mundo. Pero para eso necesita de nosotros.


El verdadero alimento del hombre

Al día siguiente encuentran a Jesús en la sinagoga de Cafarnaun, y se llenan de sorpresa porque no se explican cómo ni cuándo ha regresado. Le saludan respetuosamente, incluso con cierta adulación, pero Jesús parece responderles con un reproche, que a lo mejor también nos lo hace a nosotros: habéis visto el "signo", pero no habéis comprendido el mensaje. Ellos se sienten entonces como acosados, y le piden que realice una señal, un milagro que sirva de prueba, y así confiarán definitivamente en él y le harán rey de ese Reino de Dios que predica; y aducen como ejemplo que los israelitas creyeron en Moisés a consecuencia del milagro del maná. Jesús les recuerda que el milagro no fue de Moisés, sino de Dios, mi Padre. Y les asegura que él es el verdadero pan del cielo, porque pan del cielo es el que viene del cielo para dar vida a los hombres. Fijaos en que no les habla aún del misterio de su presencia en el pan eucarístico, sino que les dice que él -su persona- es el verdadero pan del hombre, el que da vida. Pan de vida es el que baja del cielo y es capaz de dar una vida nueva al hombre, el que es capaz no sólo de mantenerle en su ser, sino cambiarlo desde dentro.


"Somos lo que comemos"

A mi me produce una profunda admiración –no sólo emoción- el razonamiento de Jesús y la verdad existencial que encierran sus palabras: lo que hace vivir al hombre no es el pan (ni siquiera el jamón), pues la vida es más que la comida,y el cuerpo más que el vestido… El alimento del alma, del corazón, de la inteligencia, del carácter es el verdadero alimento. Y el hombre necesita ese alimento: vosotros y yo. Vamos al gimnasio, tenemos nuestro manager personal, nuestro esteticista, nuestro entrenador… pero no cultivamos el carácter cristiano, la inteligencia cristiana, la fortaleza cristiana, el arte cristiano en nuestra vida.  Cultivar el carácter cristiano, la inteligencia cristiana, la piedad cristiana: alimentarnos de Cristo. Soy consciente de haber aconsejado tantas veces que alimentemos nuestra vida con la Palabra, y lo repito. Pero también quería deciros que alimentarse va más allá del simple engullir; es asimilar, hacerse uno ("somos lo que comemos", decía un famoso bromatólogo, haciendo famosa la expresión. "Eres lo que oyes", decían los de Europa FM, tal vez exagerando un poco). Si nos alimentamos de Cristo  y vemos nuestra vida llena de antipatías, poltronería..., habría entonces que mirar a ver si realmente asimilamos nuestros actos de piedad y de formación. Pongámonos siempre metas, tengamos la ilusión en alimentarnos de la vida del Señor, para así poder darla.

martes, 18 de agosto de 2015

"Siento compasión": Dios escucha.

(19 de julio 2015 Dom 17 b del TO)

El milagro de vernos
Estábamos leyendo en el evangelio de san Marcos la pequeña "escapada" que Jesús propone a los apóstoles al regresar de aquella primera misión. ¿Os acordáis como a  atracar a tierra descubre que  le está esperando la gente y se pone a hablar con ellos largo tiempo? Al final, Jesús hace un milagro maravilloso, la multiplicación milagrosa de unos pocos panes y peces para  darles de comer a todos. Digo maravilloso, no tanto por lo portentoso, sino por su significación: que Dios se preocupe de que estamos sin comer me parece realmente maravilloso revelador. Pero, según nos dice san Marcos, la gente apenas se dio cuenta de que estaba realizando un milagro. Así es la mayor parte de las veces lo que Dios hace por nosotros. Y también así nos pide que obremos nosotros. 


Darse cuenta

Se preocupó: "Siento compasión de esta gente... ¿Dónde podríamos comprar pan para alimentarlos? Ciertamente quiso hacer un milagro, quiso demostrar su poder a los discípulos (poder del que ellos también participarían). Pero antes de todo eso, se dio cuenta; se dio cuenta y se preocupó. Darse cuenta es escuchar al otro; escuchar incluso lo que no nos dice. Ayer estaba viendo un debate político en la tele, y pensaba: aquí no se escucha, aquí sólo se discute: se intenta que se te oiga a ti, y que el otro quede humillado. De la discusión no suele salir luz, solía decir san Josemaría, porque cada uno quiere quedar por encima. Qué raramente uno le dice al otro: ¡Pues, tienes razón!
No escuchamos al otro. Dios siempre escucha, no sólo nuestra voz, sino nuestro corazón, nuestra necesidad (como esas madres que tienen como un sexto sentido para percibir que a su bebé le pasa algo o necesita algo). No escuchamos porque, al parecer, no tenemos tiempo. Sentimos un cierto vértigo antes de decir a alguien: ¡cuéntame! Hace tiempo se puso de moda esa broma: cuando uno te preguntaba "¡Hombre, fulano! ¿Cómo estás?" Te podían responder: "¿Te conformas si te digo "bien", o te cuento de verdad?" Al parecer eso sólo lo hacen los amigos, o los enamorados, un padre con su hijo… ¡y no siempre1 No escuchamos porque en realidad no nos interesa, porque no nos ponemos en el lugar, porque no preguntamos... Tal vez porque solo nos interesa lo nuestro: como decía aquel niño: "un egoísta es uno que no piensa en mi".


La comunión espiritual

Muchos Padres de la Iglesia usaron este relato para explicar el pan eucarístico. Venían a decir: como Jesús multiplicó el pan, multiplica ahora su cuerpo, que es vida del mundo: "Si no coméis mi cuerpo, sin no bebéis mi sangre, no tenéis vida en vosotros". Eso nos ocurre cuando dejamos de comulgar un tiempo excesivo voluntariamente, o lo recibimos tibiamente: sin fe, sin atención, sin pureza, sin amor. "Danos ese pan siempre", se pedimos hoy. La comunión espiritual -para cuando no se puede comulgar- es una fuente de unión impresionante. Además podemos expresarla en cualquier momento. "Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos". Esta es una fórmula que un escolapio enseñó al san Josemaría siendo niño. La comunión espiritual es medicina precisamente de la falta de ganas, de la falta de fe, de la falta de gracia suficiente. Pues, aunque no sea preciso ser santos para comulgar, es preciso desear la santidad, haber purificado el corazón, el alma. A veces con la confesión y la conversión. Y, siempre, con el deseo espiritual. Repetidla a menudo. Mientras os dormís, cuando pasáis por delante de una iglesia... "¡Danos siempre ese pan!"