Circuncisión y maternidad divina. Año nuevo: el tiempo. Como hemos visto por el evangelio del día, hoy, ocho días después del nacimiento, recordamos la circuncisión derl Niño Jesús y la imposición del nombre. Era desde Abrahan (y, sobre todo, desde Moisés) el rito de introducción al pueblo al que Dios había querido manifestarse y hacer especialmente suyo: Os he hecho conocer mi nombre; seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Yo, el que es, la fuente del ser, el creador. No tengáis otros ante mi, no son verdaderos dioses. Se trataba -la circuncisión- de un rito cruento, con derramamiento de sangre. Fue la primera (de Dios) derramada por nosotros al asumir nuestra historia, nuestra naturaleza. También celebra hoy la Iglesia el misterio de la maternidad divina de María. “Madre de Dios”, “Teotokos”, “Dei genetrix”… Así se la invocaba casi desde el principio; de este modo un tanto escandaloso o desafiante. Era un modo de reconocer y expresar la divinidad del Niño.
Año nuevo
Así que esa es la fiesta litúrgica. Pero en todo el mundo hoy se celebra sobre todo el Año Nuevo, el año 2022 de la Era Común. Nosotros también lo celebramos. ¿Por qué no habríamos de hacerlo? Al fin y al cabo esa “era común” está marcada por el advenimiento de Jesucristo, el Salvador del mundo y del tiempo. Por lo demás, lo que se celebra en el fondo es el tiempo, la existencia en sí -la divina, de Dios, que es el existente- y la de un mundo que dura, creado y sostenido por él, al que hemos sido invitados durante un tiempo. Sí, es desde luego una razón de celebrar: un nuevo Año de existencia del mundo y de nuestra presencia de él. Es un día que podría ser de acción de gracias al creador, “al que es”, ya que es él el que nos ha introducido en su Creación maravillosa, por un tiempo y en cierto modo ya para siempre. Nosotros ni estábamos ni se nos esperaba en la Existencia; fue él el que dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, varón y mujer, que sea el dueño, que sea fecundo…” Y a su providencia respecto al hombre tendríamos seguramente que agradecerle la persistencia en la Vida y su belleza hasta hoy, pues en realidad cualquier casualidad puede acabar con ella.
Es él el que nos ha dicho: “tú eres mi hijo, tú no morirás para siempre. Y a no ser que no quieras, estarás para siempre a mi lado, a mi vera y a la de todos los santos y ángeles…”
Tiempo e historia
En el tiempo terreno forjamos la historia del mundo y la civilización: la hacemos mejor o peor, más miserable para los que nos rodean y para el futuro. También en ese tiempo en que aparecemos por la Creación forjamos nuestra personalidad moral; personalidad de hijos que siembran la bondad y la fe, o de desgraciados que se vuelven hacia sí mismos y rechazan a Dios y el bien. En el tiempo nos hacemos hijos o réprobos, pues no es Dios el que nos hace malos. Así que este año que comienza es un año más de Gracia; es un capítulo más de esa historia que escribimos, de la huella que dejamos en él. Puede ser una aventura que termine en victoria y alegría. ¡Gracias, Señor y Creador nuestro, por abrir hoy otro capítulo a la vida y darnos una vez más la oportunidad de ser actores de la historia que tú mismo iniciaste al crear!