(3 abril 2016 2º Dom Pascua)
Este Domingo se conmemoran dos apariciones de Jesús en el cenáculo. En una, que tiene lugar la tarde del mismo día de la resurrección, están presentes diez de los doce apóstoles; faltan Judas, que ha muerto, y Tomás, que se ha ido. En la otra aparición sucede el emocionante reencuentro de Jesús con Tomás. Tiene lugar una semana más tarde -tal día como hoy- en el mismo lugar. ¡Qué bueno es Jesús, que nunca abandona a sus discípulos! ¡Qué corazón tan misericordioso! Hasta no hace mucho, este domingo era conocido como Dominica in albis, "domingo de blanco", porque los bautizados en la vigilia pascual -hombres, mujeres y muchachos- acudían a la iglesia vestidos de blanco y se ponían en los primeros lugares. Ojalá nosotros perdamos tampoco la ilusión de la primera vez…Y para eso tendremos muchas veces que recomenzar a portarnos bien, a portarnos como buenos cristianos.
Faustina Kowalska
Desde hace dieciséis años, este domingo es también la Fiesta de la Divina Misericordia. Así lo instituyó el santo Papa Juan Pablo II el año 2000, que precisamente falleció la víspera de esa fiesta en 2005, tal día como ayer, 2 de abril. La historia de esta devoción es interesante: por los años treinta, una religiosa polaca llamada Faustina Kowalska recibió muchísimos favores místicos de Jesús, que fueron recogidos en un libro que es una especie de diario. Jesús se le reveló particularmente como lleno de compasión por los pecadores desesperados, es decir, como lleno de misericordia espiritual, y pidió a aquella monja que indicara a las autoridades de la Iglesia que se le dedicara a ese atributo divino este domingo de la Pascua. Por prudencia, no se le hizo demasiado caso, hasta que el santo Papa -que conocía muy bien esa historia- decidió instituirlo. El diario de Faustina atribuye a Jesús estas palabras: “El alma que aquel día se confiese y comulgue obtendrá la remisión completa de las culpas y los castigos. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que nadie tema acercarse a mí, aunque sus culpas fueran las más atroces. [...] Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero". Por eso el Papa ha decidido que mañana todos podamos ganar la indulgencia plenaria participando en esta fiesta: considerando y pidiendo la misericordia en la Iglesia,en algún acto de piedad o ante el sagrario.
Nosotros y la misericordia
La Iglesia está llamada a meditar y ejercer la Misericordia de Jesús este año en todos los niveles, al declararse un jubileo especial con ese motivo. Pero os diría que lo primero para ejercer la misercordia es buscarla para nosotros mismos; buscarla, pedirla y recibirla con alegría y humildad. Y no sólo en el sacramento de la penitencia, sino también buscando ser perdonados o cuidados por los demás. Acostumbrarnos a experimentar que somos deudores. Sólo así sabremos perdonar a nuestros deudores. Así seremos agradecidos a la Misericordia de Dios, que nos llega de tantos modos, también a través de la misericordia que los demás tienen con nosotros. Sólo así, al descubrir su valor al haberla recibido en nuestra indigencia, nos daremos cuenta del tesoro que podemos ofrecer a los demás.
Este Domingo se conmemoran dos apariciones de Jesús en el cenáculo. En una, que tiene lugar la tarde del mismo día de la resurrección, están presentes diez de los doce apóstoles; faltan Judas, que ha muerto, y Tomás, que se ha ido. En la otra aparición sucede el emocionante reencuentro de Jesús con Tomás. Tiene lugar una semana más tarde -tal día como hoy- en el mismo lugar. ¡Qué bueno es Jesús, que nunca abandona a sus discípulos! ¡Qué corazón tan misericordioso! Hasta no hace mucho, este domingo era conocido como Dominica in albis, "domingo de blanco", porque los bautizados en la vigilia pascual -hombres, mujeres y muchachos- acudían a la iglesia vestidos de blanco y se ponían en los primeros lugares. Ojalá nosotros perdamos tampoco la ilusión de la primera vez…Y para eso tendremos muchas veces que recomenzar a portarnos bien, a portarnos como buenos cristianos.
Faustina Kowalska
Desde hace dieciséis años, este domingo es también la Fiesta de la Divina Misericordia. Así lo instituyó el santo Papa Juan Pablo II el año 2000, que precisamente falleció la víspera de esa fiesta en 2005, tal día como ayer, 2 de abril. La historia de esta devoción es interesante: por los años treinta, una religiosa polaca llamada Faustina Kowalska recibió muchísimos favores místicos de Jesús, que fueron recogidos en un libro que es una especie de diario. Jesús se le reveló particularmente como lleno de compasión por los pecadores desesperados, es decir, como lleno de misericordia espiritual, y pidió a aquella monja que indicara a las autoridades de la Iglesia que se le dedicara a ese atributo divino este domingo de la Pascua. Por prudencia, no se le hizo demasiado caso, hasta que el santo Papa -que conocía muy bien esa historia- decidió instituirlo. El diario de Faustina atribuye a Jesús estas palabras: “El alma que aquel día se confiese y comulgue obtendrá la remisión completa de las culpas y los castigos. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que nadie tema acercarse a mí, aunque sus culpas fueran las más atroces. [...] Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero". Por eso el Papa ha decidido que mañana todos podamos ganar la indulgencia plenaria participando en esta fiesta: considerando y pidiendo la misericordia en la Iglesia,en algún acto de piedad o ante el sagrario.
Nosotros y la misericordia
La Iglesia está llamada a meditar y ejercer la Misericordia de Jesús este año en todos los niveles, al declararse un jubileo especial con ese motivo. Pero os diría que lo primero para ejercer la misercordia es buscarla para nosotros mismos; buscarla, pedirla y recibirla con alegría y humildad. Y no sólo en el sacramento de la penitencia, sino también buscando ser perdonados o cuidados por los demás. Acostumbrarnos a experimentar que somos deudores. Sólo así sabremos perdonar a nuestros deudores. Así seremos agradecidos a la Misericordia de Dios, que nos llega de tantos modos, también a través de la misericordia que los demás tienen con nosotros. Sólo así, al descubrir su valor al haberla recibido en nuestra indigencia, nos daremos cuenta del tesoro que podemos ofrecer a los demás.
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