(10 julio 2016. Dom 15 TO c)
"Un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
- «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo:
- «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó:
- «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo. »
Él le dijo:
- «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
- «¿Y quién es mi prójimo?"
(Del capítulo X del evangelio según san Lucas)
Hoy aparece en el evangelio el doble precepto moral de la caridad, del amor. Es sabido que Jesús predicó una especie de síntesis de la Ley en dos preceptos cuando le preguntaban por la jerarquía interna entre las diversas prescripciones y mandatos particulares que se hallaban en la Torá. En la ocasión que vemos hoy le preguntan más bien qué conducta moral merece de Dios el don de una vida eterna. Cuando Jesús le repregunta a su vez, aquel escriba le responde con la misma fórmula que el Señor usaba; pero excusa su pregunta en la dificultad para comprender la concreción del amor al prójimo; o mejor, de determinar quién puede y quién no ser considerado como prójimo. Nosotros hoy podemos igualmente intentar comprender, ir más allá de la simple fórmula. Señor, ¿qué significa tu mandato?
Lo que significa amar
Ante todo significa "amarás"; es decir: no harás las cosas –el bien- como esclavo, como obligado: las harás de corazón. Amarás ante todo al Señor, tu Dios. Lo primero. Amarás al que te da la vida y todo lo que
tienes, a tu verdadero padre, al que es además tu salvador, al que es además
dueño del universo, Señor del cielo y tierra: amarás al que te ha creado. El
que pierde de vista esta verdad tiende a convertirse en un tirano caprichoso, por el contrario, o
a hundirse ante su propia impotencia. Amarás: no te conformarás con respetarlo fríamente, con obedecerlo a la fuerza: le
amarás. Le amarás más que a ti mismo, "sobre todas las cosas".
Y
amarás a tu prójimo como te amas a ti mismo. Al que está junto a ti, al que
convive contigo en la ciudad, en tu casa en la oficina, en la playa… Respetarás
sus cosas, su sueño, su bienestar. Te compadecerás de su desgracia o de su necesidad. Lo amarás, te alegrarás de él, y con él: te alegrarás de que esté ahí y de que sea feliz; y en la medida que esté en tu mano, lo acrecentarás. Es decir: no
simplemente lo respetarás. Si
le ves apurado, le echarás una mano. En la parábola que le propone Jesús como solución da la vuelta a los términos de la pregunta: No me preguntes quién es tu prójimo, pregúntate quién te considerará a ti como su hermano por el modo en que te has comportado con él; es decir: sé tú su prójimo. Haz eso
y vivirás, tendrás vida.
Un objetivo para la vida
Un objetivo para la vida
Si
lo pensáis un poco, veréis que es impresionante. Deberíamos dedicarnos a aprender esta lección, a vivirla,
a hacernos expertos, convertirlo en objetivo vital. Tuve un amigo que se había propuesto subir las 100 cumbres del país vasco, porque pensaba que en la vida se funciona mejor si uno se plantea objetivos ¿Qué tal si el amar fuera mi objetivo vital? Voy a preguntarme cada
día: cómo voy creciendo, cómo he tratado a Dios, cómo he tratado a mi prójimo.
Qué puedo hacer mañana.
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