(19 de marzo 2015)
"Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
-«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en
ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús"
(Del primer capítulo del evangelio según san Mateo)
Amarguras y alegrías
Querría comenzar felicitando a los muchos Josés que hay por aquí, y también a todos los padres y esposos, pues fue José padre y esposo, y, aunque seguramente fue el hombre más feliz del mundo, tampoco se puede decir que lo tuviera fácil. Ya se sabe que la felicidad ni la alegría no siempre van de la mano de una vida tranquila o sin sobresaltos ni amarguras...
Desposado con la doncella María, José descubre la gravidez prematura de su amada, y se llena de angustia. Habla del asunto con ella, desde luego, y queda totalmente desconcertado. Es un hombre bueno y justo, y se resiste no ya a difamar, sino incluso a dar que pensar. Y decide abandonarla secretamente, cargando él con las murmuraciones que vengan. Tal vez no podamos imaginarnos siquiera el sufrimiento de este hombre durante el tiempo que duró su deliberación... Entonces llega, en estado de sueño, la misteriosa presencia de un un ángel que conoce lo que ha pasado y le habla (el sueño que es imagen de la oración, que es donde se puede escuchar a Dios). Le confirma lo que le ha contado María, pero sobre todo le añade algo que le llena de inmenso gozo y sorpresa: "tú le pondrás el nombre, tú serás -eres- su padre".
Fecit te Deus quasi patrem regis
¡Con qué alegría recibe Jesús al Niño! ¡Con qué gozo lo abraza y recibe su cariño infantil y juvenil! ¡Qué maravillosa sorpresa verle crecer, descubrir que Dios ha puesto en él toda la responsabilidad sobre esa criatura, que es más que una criatura: ir y venir con él, enseñarle, defenderle, verlo crecer… "¡Dichoso José...!", exclama con razón una oración litúrgica de acción de gracias de la misa, preciosa.
Él defiende a la Madre; comprende inmediatamente la necesaria virginidad de María, y la respeta y comparte con gozo, pues es signo especial del origen especial del Hijo… Seguramente nadie ha acogido con más alegría su misión, aunque a le suponía el sacrificio de sus propios planes y las propias aspiraciones. Pero aprende de María, la ve feliz, y vive feliz él también, y muere feliz: ¡patrono de la buena muerte...!
Todos somos José
Se suele decir que fue el hombre de confianza de Dios: ¡Dios confió en él, hombre de libertad falible, como la nuestra! Dios se fía de nosotros: pone en nuestras manos sus cosas: los hijos, las mujeres. Todos sois José. Todos deberíais miraros en él. Yo os aconsejo que tengáis alguna imagen suya a mano. También lo soy yo, claro; por eso hoy también se celebra el día del Seminario, el lugar donde se preparan los futuros sacerdotes.
Aprendamos todos de su visión sobrenatural, de su pureza, su responsabilidad en el trabajo y la educación, su vida interior: seamos amigos de Dios en la tierra: leales siempre, sus hombres de confianza.
"Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
-«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en
ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús"
(Del primer capítulo del evangelio según san Mateo)
Amarguras y alegrías
Querría comenzar felicitando a los muchos Josés que hay por aquí, y también a todos los padres y esposos, pues fue José padre y esposo, y, aunque seguramente fue el hombre más feliz del mundo, tampoco se puede decir que lo tuviera fácil. Ya se sabe que la felicidad ni la alegría no siempre van de la mano de una vida tranquila o sin sobresaltos ni amarguras...
Desposado con la doncella María, José descubre la gravidez prematura de su amada, y se llena de angustia. Habla del asunto con ella, desde luego, y queda totalmente desconcertado. Es un hombre bueno y justo, y se resiste no ya a difamar, sino incluso a dar que pensar. Y decide abandonarla secretamente, cargando él con las murmuraciones que vengan. Tal vez no podamos imaginarnos siquiera el sufrimiento de este hombre durante el tiempo que duró su deliberación... Entonces llega, en estado de sueño, la misteriosa presencia de un un ángel que conoce lo que ha pasado y le habla (el sueño que es imagen de la oración, que es donde se puede escuchar a Dios). Le confirma lo que le ha contado María, pero sobre todo le añade algo que le llena de inmenso gozo y sorpresa: "tú le pondrás el nombre, tú serás -eres- su padre".
Fecit te Deus quasi patrem regis
¡Con qué alegría recibe Jesús al Niño! ¡Con qué gozo lo abraza y recibe su cariño infantil y juvenil! ¡Qué maravillosa sorpresa verle crecer, descubrir que Dios ha puesto en él toda la responsabilidad sobre esa criatura, que es más que una criatura: ir y venir con él, enseñarle, defenderle, verlo crecer… "¡Dichoso José...!", exclama con razón una oración litúrgica de acción de gracias de la misa, preciosa.
Él defiende a la Madre; comprende inmediatamente la necesaria virginidad de María, y la respeta y comparte con gozo, pues es signo especial del origen especial del Hijo… Seguramente nadie ha acogido con más alegría su misión, aunque a le suponía el sacrificio de sus propios planes y las propias aspiraciones. Pero aprende de María, la ve feliz, y vive feliz él también, y muere feliz: ¡patrono de la buena muerte...!
Todos somos José
Se suele decir que fue el hombre de confianza de Dios: ¡Dios confió en él, hombre de libertad falible, como la nuestra! Dios se fía de nosotros: pone en nuestras manos sus cosas: los hijos, las mujeres. Todos sois José. Todos deberíais miraros en él. Yo os aconsejo que tengáis alguna imagen suya a mano. También lo soy yo, claro; por eso hoy también se celebra el día del Seminario, el lugar donde se preparan los futuros sacerdotes.
Aprendamos todos de su visión sobrenatural, de su pureza, su responsabilidad en el trabajo y la educación, su vida interior: seamos amigos de Dios en la tierra: leales siempre, sus hombres de confianza.
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