To 2 b 2012 La vocación y la pureza. “Rabí, ¿dónde vives? Venid y lo veréis”
Hoy la liturgia nos habla de la vocación, de la llamada de Dios: Dios llama al hombre: Adán. Llama también misteriosamente a cada hombre. En su conciencia, en sus sueños.
Dios llama porque es alguien, no algo. Invita a seguirle, a conocerle, a amar su voluntad
Unos sienten la llamada muy jóvenes, otros a mitad de camino, al final: pero llama a todos, porque es el creador de todos, el salvador de todos.
Dios llama. En la antigüedad, de un modo muy misterioso e interior, como a Samuel niño. A nosotros, a través de Jesús, se hace el encontradizo como a aquellos primeros: tú eres Simón, yo te conozco. Entabla un diálogo
A todos los hombres, de alguna manera. Cuenta con que nos ayudemos unos a otros: hemos hallado el Mesías. Uno al año
Aunque tal vez los primeros que debemos responder somos nosotros, los que estamos aquí. Comenzar a seguirle, al menos; a escucharle, a participar de su aventura
El mundo necesita la vocación de hombres, mujeres, niños, ancianos; de profetas, reyes, sacerdotes: y vosotros lo sois, por el bautismo, la confirmación, la eucaristía
Pero hay que escuchar a Dios que llama, hay que ponerse a disposición… No falta llamada de Dios, sino gente que esté dispuesta a oírle
Hay cosas que aturden la mente, que taponan el oído, ciegan… entre ellas está esta de que nos habla hoy Pablo: la impureza sexual. Impide escuchar la voz de Dios, como ocurre en general con esas ataduras espirituales que son los vicios.
Se puede hacer una broma publicitaria, como la de Saturn: la avaricia me vicia. Hasta que se ve que es verdad, no es una broma.
"El cuerpo no es para la fornicación, es para Dios"
La impureza sexual hace en primer lugar daño a los mismos que lo comenten, porque mata la capacidad de amar limpiamente, con sacrificio y entrega, con realismo, con verdadero conocimiento mutuo… y construir el hogar y la sociedad
Es preciso limpiar un poco la Red, hay una ambiente hipersexualizado; pero sobre todo puede estarlo nuestra mirada y nuestras costumbres. Hacernos fuertes y limpios ante la banalización del amor.
Y también ser más prudente para evitar caer, para evitar la tentación. Más firmes en el trato entre nosotros para defendernos honestamente de la debilidad de nuestras inclinaciones
Pedir a la santísima Virgen la santa pureza para todos los cristianos, de modo que podamos también impregnar la vida social con su aroma