sábado, 28 de marzo de 2015

Ut omnes unum sint

"Que sean uno, como tú Padre en mi y yo en ti"
En este domingo, la lectura evangélica nos trae el recuerdo del apóstol san Juan sobre cómo él y varios de sus amigos y parientes galileos conocieron a Jesús mientras hacían la secuela de Juan el Bautista.  Pero coincide con que hoy es día 18 enero y me gustaría hablaros sobre el ecumenismo. Todos los años se celebra a partir de la fecha un octavario de oración por la unidad entre los cristianos, que -como sabéis- estamos divididos en diversas iglesias y comunidades cristianas: ortodoxos, luteranos, presbiterianos, siromalabares, coptos… No lo quiso así Jesús, que no sólo fundó una iglesia única, sino que rogó al Padre por la unidad de sus discípulos. Cristo, que unió consigo a sus discípulos, fundó una comunidad única de discípulos a cargo de los apóstoles. Por eso decimos "creo en la Iglesia que es una, santa… apostólica", es decir fundada sobre los apóstoles. Y es bonito pensar que todas esas confesiones cristianas que hemos mencionado compartimos el credo largo (llamado niceno-constantinopolitano), donde se reza: "Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica… ¡Una! No existe otra diferente, independiente de la que fundó Jesús: "Que todos sean uno, como tú Padre en mi y yo en ti", oraba el Señor.

Historias tristes
En el siglo VII se separaron del resto (y particularmente de Bizancio) las iglesias del Oriente medio: Siria y Egipto y Armenia, al rechazar el decreto del concilio celebrado en Calcedonia, que insistía en atribuir al Señor Jesús naturaleza verdaderamente humana, aunque su identidad fuera la de Hijo eterno del Padre. Más tarde, ya en el siglo XI, el patriarca de Constantinopla, que era considerado como cabeza de las iglesias del oriente de lengua griega, reclamó contra Roma para sí la "ortodoxia", o sea la corrección de sus fórmulas de fe o dogmas, y el Papa y él se excomulgaron, llevando al patriarca a negar que Roma tuviera el primado de Pedro; es más: a negar que hubiera un primado real de origen divino entre los obispos.  En el s. XVI vino la terrible crisis de la Reforma, un grito de protesta contra Roma, que terminó también en una ruptura de algunos con muchas afirmaciones de fe que se habían desarrollado a lo largo de los siglos y que se consideraban parte del dogma católico (o sea, de la iglesia universal): la existencia de siete sacramentos, el valor de las obras personales en la salvación, el poder de intercesión de María… Por supuesto, también se rechazó la autoridad de Roma y se separaron… En fin, historias tristes de la familia (otras veces son alegres)… 

Buscarnos y tratarnos: ecumenismo
Hoy rezamos unos por otros y también procuramos tratarnos, conocernos mejor, trabajar juntos, limar asperezas y aclarar disidencias...Es el movimiento ecuménico (una palabra griega precisamente, que hace referencia al mundo entero). Queremos volver a la unidad. Desde comienzos del siglo veinte, un grupo de presbiterianos comenzó a celebrar esta semana, y se fueron uniendo casi todas comunidades de la reforma y las iglesias de oriente… Nosotros, los católicos, también. A todos os invito a tener algún pequeño detalle de oración, de petición con Jesús, algún pequeño sacrificio ofrecido. La oración, la  caridad y la humildad. Sólo así el Señor podrá recomponer la unidad entre nosotros.

jueves, 26 de marzo de 2015

Id y bautizad

Fiesta del bautismo de Jesús 2015

Bautismo y conversión
El Bautismo de Jesús por Juan, su pariente, que hoy conmemoramos, nos impulsa a hablar de nuestro propio bautismo (aunque no lo recordemos, y precisamente porque no lo recordamos). Este signo o rito de conversión y renacimiento existía, como sabéis, ya antes de Jesús en diversas tradiciones religiosas. El agua resulta para ello muy expresiva de limpieza y de resurrección. Para nosotros, la palabra "bautizo" evoca la fiesta -familiar, tierna y sencilla- en torno a un niño recién recién nacido.  Es preciso quitarse un poco esa idea de la imaginación. En tiempos del Señor bautizarse era algo bastante "fuerte"; suponía que un hombre había decidido confesar públicamente su desesperanza y dolor, confesar públicamente su pecado y su deseo de conversión; iniciar una nueva vida… Jesús, como otros muchos galileos, se acercó hasta la zona del Jordán donde su pariente anunciaba llegado "el momento", el día de Dios, el Reino, y bautizaba. En un momento determinado se acercó a Juan para ser sometido al rito. Juan, que había recibido la moción del Espíritu sobre la mesianidad de su primo, que se opuso enérgicamente; por él, mas bien, lo hubiera presentado públicamente como hizo en otro momento ante algunos discípulos: "¡Este es el cordero de Dios...!" Pero Jesús insistió: "¡Es así como hay que comenzar el reino!" Es aquí: en el Jordán de la humildad del corazón, y no intentando cambiar el mundo primero, como si eso garantizara de por sí la bondad del mundo, como si ese cambio se pudiera hacer sin cambiar los corazones… Cuando Jesús salió del agua, sintió en su alma humana el mandato del Padre: "¡Eres mi hijo amado entre los hombres!". ¡Empieza ya! Y ahí empezó todo.

Tu bautismo y el de tus hijos
Pero volvamos a nuestro bautismo. Cuando Jesús quiso dejar un rito significativo de la conversión y nueva vida, señaló este: "Id y bautizad, en el nombre el Padre y del Hijo y del Espíritu santo"… El nombre trinitario, ¡el nuevo nombre! Él nos hace participar de su ser y su misión, y la voz del Padre suena de nuevo: tú eres mi hijo amado, mi enviado, mi Cristo… El bautismo nos hace otro cristo, ¡el mismo Cristo! 
Pero ese don que entonces recibimos ha de desarrollarse. Poco a poco, día a día, circunstancia a circunstancia: con la comunión, la penitencia, la formación, la purificación y las virtudes… Hay que crecer: es preciso que el don germine, se desarrolle, vaya dando fruto. Ya sabéis que, aunque sea propio de adultos, la historia ha hecho que también se bautizen los niños de los ya creyentes, si lo desean. Se ve desde el principio. ¿Os acordáis del carcelero de Pablo y su familia en Filipos? Se bautizó él ¡y toda su casa! La historia conmueve, y está llena de sabiduría, llena de lógica. Pero pensad en la educación. "Dejad que lo niños se acerquen a mi, no se lo impidáis"... no los escandalicéis. Porque algunas veces les impedimos que vayan a Jesús, aunque sea de modo pasivo, o por omisión, o porque les damos mal ejemplo, o porque no sabemos educarles al no habernos formado nosotros... Qué buena oportunidad para ponernos al día, es el bautismo de los hijos.
El bautismo del Señor nos llena de alegría, por nuestra participación en él; pero también nos recuerda también la responsabilidad y el compromiso que conlleva: hacia nosotros mismos, en primer lugar; pero también especialmente hacia vuestros hijos.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Antes de comulgar



Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que vivificaste el mundo por tu muerte  por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo: por la recepción de tu sacrosanto Cuerpo y Sangre líbrame de todas mis iniquidades y de todos mis males. 
Hazme estar siempre apegado a tus mandatos y nunca permitas que sea separado de Ti. 
Amén.

(Esta oración, que el sacerdote reza en silencio antes de tomar la comunión, forma parte del misal romano desde el siglo X, aunque es de origen impreciso, y se sabe que ya se rezaba en Amiens se pronunciaba en el siglo IX)



miércoles, 18 de marzo de 2015

"Venimos a adorar"

Epifanía 2015

Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.»
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
(Del evangelio de san Mateo)

La caída del prejuicio racial o nacional
“Hemos venido a adorar…”  Qué bonito es lo que han cantado en la entrada: "No adoréis a nadie más que a Él". No adoréis el dinero, no adoréis a los líderes, no os adoréis a vosotros mismos, no adoréis a nadie, más que a él… Adorar es un gesto q consistía en besar el manto: un gesto de reconocimiento, de agradecimiento; como una rendición, pero voluntaria, muy parecida a la amorosa: un gesto hacia el que te salva, hacia el salvador. Estos hombres, cuya historia hoy recuerda la liturgia, tenidos por verdaderos sabios o "académicos" de su época, habían visto lo que les pareció una señal que cumplía la profecía hebrea de un Rey salvador en Israel, y se presentan allí para para adorarlo. La Iglesia vio en ellos como una confirmación del carácter universal de la misión de Jesús, del mesianismo universal de Jesús. Él venía por cierto -pensaban- como Mesías para los judíos, pero también para los gentiles. Venía para la gente sencilla, extraordinariamente sencilla, como los pastores de Belén; pero también para los sabios e importantes. Para cada hombre, para todos los hombres.  Todo esto, que nos parece evidente a nosotros ahora, no lo era al principio. En realidad, sigue sin serlo, puesto que esta especie de hegemonía del prejuicio -sobre los grupos y personas- es realmente atávico. Además, adquiere en ocaciones forma como intelectual. Sobre prejuicios se basaron y se basan las ideologías. En realidad somos todos hermanos, porque procedemos de un mismo padre. Todos estamos igualmente necesitados de salvación, porque todos somos pecadores. Somos todos ciegos en parte, y necesitamos igualmente la luz de Cristo.

La procesión de razas y culturas a Belén
Aquella visita de los magos persas supuso el comienzo de un movimiento hacia la luz amanecida en Belén al que está invitado la humanidad entera. La luz de aquella estrella sigue brillando de algún modo para cada uno, para cada generación. Es bonito que fuera en aquel momento un hecho científico, puesto que también ahora a través del conocimiento de la naturaleza se manifiesta el creador. Como también lo hace en la bondad, en la inocencia o en la belleza. Es precisamente el ojo del corazón el que descubre al Señor, como es también el que cierra él. En realidad, pasa entre los poetas y científicos: unos ven y otros no; como puede pasar también entre dos personas, y también entre uno con Dios (que también es persona): que no sepamos ver la estrella, ver las señales, porque estamos cegados, como Herodes o como los sabios de su corte. Uno sólo puede ver aquello a lo que está abierta su mente. Y también es frecuente que uno no vea lo que no quiere ver, o vea de un modo deformado lo que mira afectado ya de entrada por un prejuicio.

La adoración y la fe
Los reyes ofrecieron regalos. La adoración verdadera -como el amor verdadero- tiende a expresarse en regalos. Leí la historia de dos amantes que querían en secreto regalarse una cadena del reloj y una peineta de plata: en el recíproco don se agotaban sus haberes, pero se daban uno al otro. También la adoración a Dios lleva al respeto a su voluntad, a la obediencia. Cuando no la hay, es que tampoco hay verdadero amor  de Dios. En la aparente frescura con que uno dice: "Bien, al fin y al cabo Dios es bueno y aguanta, no va a condenarme por esto o aquello"… hay una falta de sobrecogimiento ante la grandeza divina que nos indica que la fe no es verdadera. La Epifanía es la fiesta de la fe, de la iluminación del corazón con la luz del Mesías, que, por pequeño -un niño- nos sobrecoge, precisamente por la grandeza de su amor. Como en nuestra vida, donde también se muestra Jesús a veces como poco poderoso. La fe de aquellos hombres no se desmoronó al comprobar que el magnífico rey mesías no se hallaba -ni se le esperaba- en el palacio de Jerusalén. Al revés, se fortaleció, porque admiró la grandeza del que siendo grande se hace pequeño por amor.  

viernes, 13 de marzo de 2015

El prólogo de san Juan

(2º dom de Nav B)

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios (...)
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció (...)
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad (...)
A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
(Del prólogo del evangelio del apóstol san Juan)

Palabra y alma
Ya veis que el foco de las lecturas se pone hoy en Cristo como luz, palabra divina -o sabiduría- para el mundo; porque Dios, efectivamente, al encarnarse en Cristo se ha convertido en luz del mundo, en Palabra que habla al hombre. Físicamente hablando, la palabra, no es en realidad más que sonido, vibración de aire. Y, sin embargo, ese sonido, al ser transido de significado y manifestar así lo que hay en el otro, se convierte en algo profundamente humano y vivo: el "lugar" físico donde las personas se encuentran y relacionan. Cuando una madre se encuentra con su hijo taciturno, le reprocha: "Es que no dices nada, hijo...", y el chico se sorprende: no se da cuenta de que si él no se expresa, nadie desde fuera no puede comprender lo que tiene en el corazón. También con Dios pasan estas cosas hay que hablar, y escuchar. Aunque en realidad, en este caso, cuando hablamos a Dios es uno mismo, en primer lugar, el que averigua lo que tiene dentro de sí.
Al encarnarse en Jesús, Dios se ha hecho palabra para nosotros: "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros". Se ha hecho entendible, visible, amable... Por eso Cristo es la Luz del mundo: es la sabiduría de Dios encarnada, hecha una persona. 
En la lectura primera se decía de un modo poético que Dios había dicho a la Sabiduría: “habita entre los hombres”. Así se insinúa que toda sabiduría auténtica procede de Dios. Cosa que nos sorprende, porque pensamos que está más bien en los libros y que Dios no tiene que ver con nuestra sabiduría; que ella se alcanza sólo con nuestro esfuerzo, con el estudio. Aquí se nos dice: no, la sabiduría procede de Dios. La sabiduría procede de Dios, porque él es el que ha hecho la Creación y en ella está impresa, como la inteligencia del que crea un cuadro o fabrica un aparato.  Es bonito descubrir esto. Fue él quien dijo a la sabiduría: "habita entre los hombres"; es decir: que los hombre puedan conocer la verdad, los intríngulis de la realidad. 

Sabiduría y fe
Por desgracia, hemos usado menudo la sabiduría creada -la humana- también el mal. Por eso, con la Encarnación del Verbo es como si se nos dijera: en Cristo, te entrego de nuevo la sabiduría. Él no es sólo salvador por su amor -por el amor con que da su vida por ti-, sino porque es la sabiduría para ti: aprende de él y vivirás; aprenderás a vivir, aprenderás a ser hombre. Por eso es tan importante la formación cristiana. Cuando era pequeño, las clases de religión era una de las "marías", de las poco importantes. Ahora me da pena haberlo vivido así. "Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron": no sólo no le recibieron aquellos cuando nació, sino los mismos cristianos cuando no nos tomamos en serio la formación. "Pero a cuantos lo reciben les da la capacidad de ser, sentirse y vivir como hijos de Dios". Claro está que la formación a que me refiero no es sólo aprendizaje. También los demonios creen y están aterrados. Yo he visto esto mismo en algunas crisis. Aprenden, memorizan incluso, pero en realidad la disposición no es buena, y no aprendemos de verdad.  Cristo la luz,  pero es sobre todo el Maestro interior, actúa sobre todo en la conciencia. Y luego, también desde fuera: "vino Juan e hicieron lo que quisieron con él", se queja el Señor. De fuera y de dentro. Quien piensa que la fe sólo  le viene de fuera, no quiere hacer esfuerzo. Quien piensa que sólo de dentro, quiere hacer la fe a su medida. "Envíanos este año tu luz y tu verdad (tu educación interior), y caminaremos a tu luz".