Nazaret, domingo 2 de diciembre, por la noche.
(Primer domingo del Adviento)
Escribo desde el alojamiento de los franciscanos que hay frente por
frente de la Basílica de la Anunciación, en Nazaret. Se llama “Casa Nova”. Hemos venido un grupo de veintiocho personas desde España para hacer una peregrinación por Tierra Santa, el país del Señor. Y aquí, en Nazaret comenzó todo. He estado otras veces en Oriente Medio, pero no aquí, en el viejo Israel, en esta especie de reliquia física del Evangelio. Si abro ahora la ventana, tengo ante mi la fachada
de la moderna basílica que los franciscanos alzaron
en la época del protectorado británico sobre las ruinas de las dos anteriores edificaciones. Si cruzo la
estrecha calle que nos separa de este temple y entro en el recinto, a cincuenta
metros puedo descender desde la nave por una escalinata al plano inferior, el
de las excavaciones de la Nazaret bíblica, y arrodillarme ante la
gruta, entre los restos de la primitiva basilica bizantina, donde hay un altar
en cuyo frente está escrito: "Hic Verbum Caro
factum est" (“Aquí, el Verbo se hizo carne”): ¡aquí comenzó todo!
Hemos gastado nuestro hoy primer día por los alrededores de esta ciudad: Tabor, Caná, Haifa… ¡Galilea!, la fértil llanura de Esdrelón y las colinas que la rodean. Llegamos
aquí ayer desde Tel Aviv, donde habíamos aterrizado a las 16,00 (15,00 en España) con una temperatura primaveral de 25 grados. Allí nos esperaba el bus que nos acompañará estos días, conducido por un árabe cristiano llamado Samir. Vinimos
por la franja costera, por una autopista que recorre esa parte llana del país, bordeando la Cisjordania donde están Ramala, Nablus y la antigua Samaria: son territorios palestinos
ocupados por Israel desde 1967. Oscureció mientras viajábamos, y entre las lucecitas de
las ciudades emergían las verdes de los minaretes, muchos
minaretes. Pisar nazaret por vez primera es emocionante. Enseguida celebramos
misa en el alojamiento y cenamos. Después nos unimos a un procesión de antorchas que se celebra cada
noche de sábado rodeando la basílica para terminar en la gruta. Rezaban las avemarías en varias lenguas y cantaban con guitarras los jóvenes cristianos palestinos.
Por la mañana hemos bajado desde las
colinas a la llanura de Yizrael. En vez de seguir hacia el sur, hacia Samaria,
hemos girado hacia el este, hacia Genesaret, para encontrarnos con el solitario
Tabor. El día era luminoso y fresco. A la
cumbre te suben en taxis furgonetas, porque no permiten pasar por esa
carreterita a los autobuses. Hemos regresado a Nazaret para comer en Casa Nova,
y por la tarde nos hemos acercados a Caná, a escasos 8 kilómetros de Nazaret. Desde allí hemos ido a hacer un poco de turismo a Haifa, en la costa, al pie de
monte Carmel, donde Elías desafió a los profetas de Baal, desde donde vio subir por el mar una
nubecilla que anunciaba el final de la sequía decretada por Yahveh contra el rey frívolo y su cruel e impía esposa, Jezabel. Hemos visitado
la cueva de Elías y el santuario de la Stella
Maris. Aquí nació la Orden monástica del Carmen. Cuando los
cruzados fueron expulsados, las tropas de Saladino asesinaron a todos los
monjes. Se salvaron sólo los que se habían trasladado antes a Europa. Quién les iba a decir que contarían entre sus santos a Santa Teresa, a San Juan de la Cruz. Según se entra en el moderno santuario, en los dos pilares, hay representadas
dos santas carmelitas modernas; una es Edit Stein y era judía, de la otra no recuerdo el nombre, pero era palestina. Así que hay dos jóvenes santas carmelitas de
Israel: una judía y la otra árabe.
Mañana iremos al Lago.
Belén, lunes 3 diciembre, por la noche
(Memoria litúrgica de san Francisco Javier)
Estamos en Belén. Hemos llegado ya a la hora de
cenar, después de un viaje desde Cafarnaun
atravesando de norte a sur la Cisjordania hasta Jericó. Desde allí hemos subido a Belén por la autopista que sube por el desierto, obviando Jerusalén. El viaje se ha hecho algo pesado. Hoy ha sido el día del Lago de Genesaret, el Mar de Galilea. He soñado desde mi infancia, casi, con estar en el Lago; es el marco
imaginativo en el que he representado al Señor. Siempre que quería representarme la personalidad
del Señor me lo imaginaba allí. Y estar ahora ahí, celebrar la santa misa en
Cafarnaun, al caer la tarde, junto a la sinagoga donde Jesús anunció el Pan Vivo, donde resucitó a la pequeña hija de Jairo, donde perdonó los pecados del paralítico, donde vivió durante un buen espacio de tiempo junto a la Via Maris, donde llamó a los cuatro hermanos pescadores o a Mateo… atravesar el lago, mojarme las manos en el mismo sitio donde se
apareció tras la resurrección a Pedro y otro pequeño grupo... Da tal realismo al
kerigma que tienes la impresión de ser interpelado directamente
por el acontecimiento, pues te hace darte cuenta de que realmente podrías haber sido tú su testigo.
Después de visitar los santuarios del
lago comimos en el kibutz que está en la orillas de lo que fue la
Decápolis, en la orilla oriental; teníamos a la vista las ruinas de Hippos. Fue un momento delicioso de descanso, lo
mismo que la travesía del lago hasta Magdala -¡María de Magdala!-, donde nos
esperaba el bus. A las 5 salimos hacia el Sur por muy judía ciudad de Tiberiades y, desde allí por la carretera que discurre cerca del Jordán. A partir del chekpoint por el que hemos entrado en los territorios
ocupados se ha e mpezado a apoderar del corazón una especie de tristeza incontenible que no tengo ahora tiempo de
explicar mejor. De Jericó a Jerusalén hay 1100 metros de desnivel que se superan en 40 kms de recorrido. Como
decía, sin entrar en Jerusalén nos hemos desviado hacia el sur
para alcanzar Belén bordeando la capital por la
depauperada y desesperada zona que la rodea por la parte palestina. Los muros
construidos por Israel para evitar atentados han dado también la puntilla a Palestina, económicamente hablando. Hemos empezado a cantar villancicos en plan
karaoke con la música que nos ha puesto Samir,
nuestro chofer, para alegrar la vista con la noticia de la Navidad... Algunos
postes de Arafat, gente sentada junto a sus casas, muchísimos jóvenes. La gente saluda, al ver
que somos turistas...
Cuando nos íbamos acercando al centro de Belén, la alegría ha vuelto a aparecer en las
calles. Está todo limpio, cuidado y adornado.
Hemos llegado al puntualmente alojamiento franciscano de Casa Nova, que está junto a la basílica, pared con pared. Hemos
cenado y ahora están todos durmiendo. Luis les ha
dicho a todos que mañana celebraré misa a las 4,55 en la gruta del nacimiento (una misa que no es la que
ellos tienen programada en una de las grutas del llamado “Campo de los pastores”, que será por la tarde), y que el que quiera, puede asistir, con tal de estar
puntualmente a la entrada de la basílica ortodoxa a las 4,50. Yo
estoy un poco nervioso, o, como dicen los angloparlantes, excited. Este lugar bíblico pertenece, como digo, a la Iglesia griega, que era la que estaba
aquí cuando invadieron los árabes musulmanes; por eso sólo me han dado permiso para celebrar a esas horas de la madrugada,
antes de que ellos comiencen sus ritos. Me acordaré de todos vosotros. Ahora me voy a dormir un rato.
Belén, martes 4 de diciembre, por la tarde.
Esta madrugada me he levantado a las 4,15. Me he arreglado y, por el
paso que comunica Casa Nova con el claustro de la iglesia franciscana, he
pasado a la basílica que levantaron aquí, contigua a la antigua basílica de la Natividad, y dedicada
a santa Catalina de Alejandría. En la sacristía de esta iglesia me esperaba un joven fraile que me ha recordado las
condiciones impuestas por el Status quo, el documento que a mediados del s. XIX
fijó las condiciones de uso de los Santos Lugares a cada comunidad:
comenzar la misa a las 4,55 en punto y terminar en media hora, porque a las
5,30 el lugar es propiedad de los ortodoxos. No cantos. Reverencia al altar de
nuestra Señora, bajo el que está la Estrella de plata que señala el lugar del nacimiento en la que pone: "Hic de Virgine Maria Jesus Christus Natus Est". No besar el lugar mientras esté revestido litúrgicamente.
El franciscano y yo hemos atravesado -en la penumbra de docenas de lámparas votivas, reverberando en los iconos- la basílica Justiniana de la Theotokos (Madre de Dios). En ese momento
comenzaron a atronar los altavoces de una mezquita cercana (mientras escribo
ahora, a las 18,00 está haciendo una bellísima adhan, la llamada a la oración musulmana; la de esta madrugada, en cambio, o era enlatada o la
hacia un suplente). Hemos descendido a la gruta, que está bajo la zona del presbiterio oculto tras el iconostasio. Al entrar,
he visto con sorpresa que estaba prácticamente toda nuestra expedición, casi nadie se había quedado a dormir. Con mucha
emoción, he saludado al lugar donde está la estrella y he descendido los pocos escalones por los que uno, ya
solo, entra en un pequeño espacio donde esta el altar
llamado del Pesebre o de la Adoración de los Magos, en que se celebra
la misa. He puesto el reloj en el altar para cumplir la prescripción horaria. Les he dicho en la homilía que es posible que Jesús naciera de noche, por el modo
en que se presentaron los ángeles a los pastores, pues
estaban velando por turnos el rebaño. Así que nació en la noche cósmica. Pero esa noche también representaba la noche de la
humanidad, sumida en la oscuridad antropologica de la ignorancia y el pecado, y
también la oscuridad moral del
desconocimiento por parte del mundo de lo que estaba sucediendo en aquel rincón solitario de la tierra, siendo, sin embargo, el acontecimiento que
cambió para siempre la historia. Ahora,
puede pasar también -y pasa de hecho- lo mismo: en
la humanidad, en las comunidades humanas, en la Iglesia y en nuestras
comunidades, en los corazones individuales de cada uno de nosotros...: nace lo
grande e importante en lo pequeño, en lo inadvertido. Creo que
nunca en mi vida había sentido semejante emoción.
Hemos hecho por la mañana una visita a la zona nueva de
Jerusalén, la zona judía (aunque toda la ciudad está bajo control israelí): el museo, el parlamento, la
sede del gobierno... Regresamos a Belén para comer, atravesando esta especie de nuevo muro de la vergüenza que ha levantado el gobierno para evitar atentados provenientes
de los territorios ocupados. Incluso en el mismo Belén, dentro ya del territorio palestino, han levantado un muro circular
alrededor de la tumba de Raquel. Este muro está sumiendo en la pobreza toda la región, que vivía de realizar sus oficios en
Jerusalén... Los franciscanos están de nuevo dando el Do de pecho para impedir que la gente emigre.
Veremos qué se consigue. Se le parte a uno el
alma al pensar que después de 20 siglos se podría terminar para siempre la presencia cristiana aquí...
Nos hemos acercado a rezar un rato a Ain Karin, la aldea de la
Visitación, el pueblo donde nació el Bautista, el hijo del sacerdote Zacarías. Hemos rezado el santo rosario mientras subíamos la pendiente que conduce al santuario que conmemora el encuentro
de María y su pariente Isabel y el canto
del Magnificat, que está escrito en todos los idiomas por
los muros del patio. Por la tarde hemos visitado las cuevas donde se retiró san Jerónimo tras realizar su famosa
traducción de la Biblia, llamada Vulgata.
Allí también se trasladaron a vivir su amiga
y discípula Paula junto con su hija
Eustaquia. Pretendíamos dar un paseo por el llamado
Campo de los pastores, pero se ha puesto a llover y se han marchado todos -detrás de sus mujeres- a hacer compras: pazminas, rosarios y jabones del
mar muerto, aceite de tiberiades y perfumes de Magdala. Ayer -¡milagro!- un tendero le dijo a una señora que estaba ponderando si comprar o no un bonito frasco de aceite,
muy caro: pero señora, ¡si ustedes los españoles tienen un aceite mucho mejor
y a la mitad de precio! Supongo que
estas alturas, al pobre chico ya le habrán despedido de la tienda.
Jerusalén, miércoles 5 de noviembre, 9 de la
noche aproximadamente
Voy a ser breve en mi crónica de lo que ha dado el día de sí, porque mañana nos espera otro pequeño madrugón, ya que tengo slot o hueco para celebrar misa en el Calvario a las
6:30. Nos hemos
trasladado ya a un hotel de Jerusalén, situado fuera de la muralla de la ciudad antigua, a cinco o diez
minutos de la Puerta de Damasco, y casi en frente de la puerta de Herodes, en
un barrio árabe. Salimos de Belén después de desayunar, ya con las
maletas en el bus, aunque no llegamos al alojamiento hasta la hora de comer, o
sea a las doce y pico. Toda la mañana anduvimos por la zona del
Monte de los Olivos, desde el lugar que conmemora la Ascensión hasta el lugar del Prendimiento y el de la Oración, en Getsemaní. Nos instalamos por fin en el
hotel y por la tarde nos acercamos al Monte Sión. Visitamos el Cenáculo y celebramos en el vecino
monasterio de la Dormicion de María, que es de una comunidad de
benedictinos alemanes. Regresamos a pie al hotel, atravesando la ciudad vieja.,
Primero el barrio armenio, luero el judío y luego el cristiano, hasta la Basílica del Santo Sepulcro (o basílica de la Anastasis –Resurrección-, como la llaman los griegos). Como nos sobraba casi una hora,
fuimos a rezar allí un rato. La basílica encierra en sus dos extremos dos lugares sobrecogedores: a los
pies de la nave, una construcción bizantina cubre la roca viva
del Calvario. Se sube por una escalera. Estuvimos allí un rato. Luego nos acercamos al templete que recubre la roca donde
está excavado el Santo Sepulcro. Lo visitamos también. No es fácil explicar lo que se siente
cuando pones tu cabeza, tus manos y tus labios allí, sobre la piedra en la que depositaron su Cuerpo envuelto en la sábana y sobre la que se alzó glorioso en la madrugada del
tercer día.
Me voy a dormir, estoy cansado. Mañana bajaremos atravesando el Desierto de Judea hasta el oasis de Jericó. Visitaremos las ruinas de la ciudad bíblica y comeremos por allí. Luego visitaremos Qumran y nos
acercaremos hasta Mar Muerto. Ya os contaré.
Jerusalén, jueves 6 diciembre, 10 de la noche.
Hoy he celebrado en el Calvario, en el altar cuyo retablo representa
el descendimiento. Les he dicho esto: que estábamos en el sitio en que él entregó su vida por nosotros hasta la última gota de su sangre. En realidad, la había entregado antes todos los días, y de un modo más profundo y radical, con su
encarnación, que fue ya una entrega de su
vida a la muerte, porque era una entrega al ser humano, que se encamina a la
muerte. Sin embargo, lo que sorprende más es la forma en que el Padre toleró la muerte del Hijo, usque ad mortem, mortem autem crucis... Tal vez
no la quisiera así, pero al aceptarla incluso
aunque fuera así, nos mostró, desde luego, hasta donde llegaba su amor. Me despedí recordándoles que esas figuras que junto
a la Cruz forman los “calvarios”, María y Juan, se pueden mirar tambien
como imágenes de la Iglesia (María) y de cualquier "discípulo amado" (Juan), que contempla el misterio y se entrega
personalmente a él acogiendo a la Iglesia en su
vida, en su casa, entre sus cosas, como Juan acogió a María: “he ahí a tu Madre”. Les he pedido que observaran también como había otros personajes por allí: desde Judas hasta la Magdalena, y que pensaran con quien se podrían sentir identificados en un momento u otro de su vida y ahora mismo.
Volvimos a pie al hotel, para desayunar. La mayor parte de la jornada
la hemos dedicado al valle del Jordán, pero, de paso hacia la salida
de la ciudad, nos detuvimos un rato en el Muro de las Lamentaciones y en también en Betania. Ya en el valle, hemos visitado el Monte de las
Tentaciones y el lugar del Bautismo del Señor. Después de comer queríamos acercarnos al Mar Muerto a hacer la experiencia de bañarnos en esas aguas tan extrañas, así que, tras visitar el site
arqueológico de Qumram, que está de camino y nos servía para reposar y para adornar la
escapada con las plumas de la cultura, nos dimos el baño… unos cuantos. Al regresar a
Jerusalén, me acerqué con un matrimonio amigo al centro de la Obra de los de aquí, y nos pusieron al día de todo lo que están haciendo por aquí. Les deje unos regalos que traía de España y regresamos al hotel
caminando. Descansamos y cenamos, pero por la noche subimos de nuevo al bus que
nos llevó a Getsemaní. Expusimos el santísimo y nos quedamos una hora
velando junto a la roca que marca el lugar de la angustiada oración del Señor aquella noche…: "No habéis podido velar conmigo ni
siquiera una hora..." íbamos haciendo meditaciones, leíamos, cantábamos. Se confesaron muchos y
hemos regresado muy felices al hotel.
Y por hoy, basta. Tengo muchas ganas de dormir. Menos mal que mañana tendremos un plan relativamente más relajado.
Aeropuerto de Tel Aviv, sábado 8 de diciembre, cinco de la tarde.
Anoche llegué demasiado cansado a la
habitacion del hotel como para ponerme a
escribir. Ayer, viernes, celebramos la misa en la capilla de la flagelación de Jesús, que forma parte de un convento
de unas religiosas polacas, de las de Sta. Faustina, creo. El conjunto está en el área de lo que fue la Torre
Antonia, pegada a la esquina noroeste del Templo, donde se acuartelaba la
guarnición romana y donde es posible que
tuviese lugar el juicio de Pilato y la flagelación. Allí les hice recordar la crueldad de
Pilato, que aplicó a Jesús, sin motivo, la tortura que en los juicios se usaba con los no
romanos, bien para castigar o bien como parte de los interrogatorios. Dios
permitió que su Hijo sufriera esas
violencias, crueldades e injusticias gratuitas con que nos afligimos unos a
otros. Ahora mismo –les decía- en muchos sitios del planeta habrá personas que están sufriendo terribles injusticias
de manos de otros: gente que estará siendo violada, niños que estarán siendo vendidos, hombres que se
estarán pudriendo en cárceleso que estarán siendo torturados. Gracias a
Dios –literalmente- no nos entermamos
de todo, no nos enteramos de casi nada: porque moriríamos de dolor y de pena si lo contemplásemos, no lo podríamos soportar. Pero él si lo contempla, sí lo soporta. Nosotros estamos
llamados a soportar como él, a transformar como él el dolor injusto en amor. Pero somos flojos, incluso hedonistas; de
modo que nos molesta todo, no sabemos prescindir de nada, nos da igual lo que
sufran los demás, no somos capaces de renunciar
sin protesta a nuestro bienestar ni en lo más mínimo, y nos amargamos el carácter por auténticas necedades…
Comimos en el hotel y por la tarde regrsesamos
a esa zona alta de la ciudad, para unirnos desde allí al Viacrucis que hacen los franciscanos todos los viernes por la Via
Dolorosa. Luego nos invitaron a participar de una interesantísima procesión que hace todos los días la comunidad que vive en el Santo Sepulcro. Es una procesión en la que recorren la basílica haciendo estación en cada una de las capillas más importantes: la de Santa Elena, la de la columna de la flagelación, etc., hasta llegar al Calvario y descender luego a la del Sepulcro.
Es rápida, pero tiene la solemnidad de lo muy antiguo, cantando en latín unos maravillosos himnos que hacen referencia a cada sitio. La
estación en el sepulcro termina con el
canto del Regina Coeli, que resuena en toda la catedral, a la vez que se oye en
el otro extremo los coros de los griegos ortodoxos. Al final se termina en la
capilla dedicada al Santisimo con una exposición solemne.
Estábamos invitados a visitar las
instalaciones de la Custodia franciscana de los Santos Lugares. El Vicario de
la Custodia, el famoso padre Artemio, nos explico la historia de los
franciscanos en Tierra Santa. Yo, por mi parte, invité a los de la Obra a que nos visitaran en el hotel después de cenar. Vino el vicario de la Obra a despedirnos y tuvimos un
interesantísimo encuentro informal con él. Nos contó los proyectos que la Prelatura tiene
en marcha aquí, sobre todo los de tipo cultural
dirigidos a facilitar el encuentro y el trato entre personas judías, musulmanas y cristianas de diversas confesiones... En fin,
comprenderéis que al terminar el día no estaba para crónicas, así que lo dejé para las horas de espera en el
aeropuerto, que es desde donde os escribo ahora.
Salimos del hotel por la manaña hacia Tel Aviv. Paramos en Emaus, donde hemos celebrado nuestra última misa aquí, en la Tierra Santa, con una
inevitable emoción de despedida. Hemos recordado
el encuentro de Emaús. Les he dicho que todos
necesitamos la ayuda de los demás, en cuya amistad y consejo se
esconde el mismo Jesús… y que todos hemos de serlo también para nuestros hermanos. No podemos ir en solitario, sin ayuda… así es como funciona la fe, fides ex
auditu!.
Pasamos junto al terreno de
Saxum, que está en la zona donde estuvo el Arca
de la Alianza tras la terrible derrota frente a los filisteos en que se perdió por primera vez. Desde aquí la condujo David a Jerusalén, cuando la convirtió en capital de su reinado. Es una
zona boscosa y verde de la vertiente mediterránea de los montes de Judea. Antes de venir al aeropuerto nos hemos
detenido a ver Jaffa para comer. Desde aquí se embarcó Jonás huyendo de Yahveh, que le enviaba a Nínive. Aquí estuvo Pedro y resucitó a Talita. Aquí le buscaron después de la siesta pidiéndole que se acercara a Cesarea
porque le quería hablar un centurión que había tenido una extraña visión… Es casi la parte antigua del moderno Tel Aviv. Hemos comido un festín árabe... Y se acabó, por hoy.
Tengo que recomponer todo y tal vez escribir algo más, pero aunque haya sido una crónica esquemática y sobre la marcha, es mejor
que nada. Lo demás lo llevo dentro y no creo que
lo pueda olvidar del todo.
1 comentario:
Enhorabuena, Jorge! Especialmente por tus comentarios relativos a la Misa en el pesebre de Belén y a la Flagelación. Estás en racha!!!
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