Adviento 2 (2012) Videbit omnis caro
Preparad el camino del
Señor, enderezad sus sendas; todo
barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará
recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios. Lc 3
Acabo de recorrer hace
aún pocos días ese lugar desértico de la región del Jordán y me impresiona
mucho esta lectura, al imaginarme el personaje en medio de esa enorme
plataforma desierta que se extiende de Jericó hacia el Mar Muerto. Cierro uno
los ojos y casi puede verlo.
Verán la salvación. Ver. Queremos ver, ver si
es verdad lo de Dios, si existe lo divino, lo oculto, el futuro, el sentido: si
existe, porque no es lo mismo que exista o no, no se vive de igual modo, no se
toman las mismas posturas si aquello es verdad o no. No es lo mismo vivir con
fe o sin ella.
Ver “la salvación”.
Esto no le llama mucho la atención a la gente que está triunfando (soy rico,
joven y las cosas me van razonablemente bien), así que se quedan fríos o
bostezan con el evangelio. Piensan que ya están “salvados” Pero, además de que
a todos hay algo en nuestra vida que no nos gusta, que no va tan bien, todo
acaba por fallar, se termina…
Ver la salvación: de mi
matrimonio, de la fe de mi hijo, de la empresa que comencé y en la que puse
todo, de la salud…
Toda carne verá la
salvación…, les dice, se nos dice ahora que se acerca la Navidad. La veremos. La
salvación empieza en Jesús. Él es el redentor, el es el sanador de cuerpo y de
alma, él es el Rey que viene, el rey de la gloria, del futuro… y viene como un
niño, se presenta ante ti accesible como un niño, que nada más verlo nos
inspira ternura, compasión… como a la hija del faraón en la historia de Moisés.
Y todos verán la
salvación. Pero ¿la vieron todos, la descubrieron? ¿la vemos? El zorro de El Principito
le resume así a su amigo la esencia de todos
sus diálogos: “recuerda: sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es
invisible a los ojos”. En medio de un grupo se descubre enseguida a quien se
ama; se ve el sufrimiento en el gesto, se estudia lo que a uno le intriga… Se
ve con el corazón.
Pero el corazón puede
estar ciego: el dolor ciega, la adhesión al pecado, el resentimiento, la
impureza, la avaricia de bienes… Por eso es preciso hacer algo en uno mismo: la
vista no es puramente pasiva. Por eso dice Juan el Bautista: “Allanad el camino
al Señor, preparad sus sendas”… Preparad en vuestro corazón un acceso a Dios,
quitadle los obstáculos. De otro modo, vendrá pero no lo veréis; llegará, pero
no os enteraréis. Tal vez incluso os parezca una amenaza, un peligro, y os
escapéis de él, o lo combatáis, cuando en realidad es un inocente, tanto como
el amor verdadero. ¿Cómo preparo yo personalmente? ¿Cómo lo prepara la Iglesia,
cada comunidad, cada familia? ¿Qué obras de penitencia podría practicar? Pues
adviento es tiempo de penitencia. Busca la paz, tu paz. Con esa persona,
contigo mismo, con Dios. Con el mundo: “¡paz a los hombres, amados de Dios!”.
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