lunes, 15 de diciembre de 2014

Preparar un camino al que viene

(3 de Adviento)

"Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: -¿Tú quién eres? El confesó sin reservas: - Yo no soy el Mesías. Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Allanad el camino del Señor', como dijo el profeta Isaías".
(Del capítulo primero del evangelio de san Juan)

La Virgen y Juan el Bautista
Hay dos figuras emblemáticas del Adviento: la Virgen María y san Juan Bautista. María nos inspira en nuestra espera -en nuestra expectación del Señor- porque ella esperó así, como nosotros, el nacimiento de Jesús que estaba ya en su seno. Allí le presentía y sentía, y así meditaba qué misterio encerraría aquella criatura, concebida como verdadero hijo de Dios. Es la imagen de un aspecto del Adviento bien vivido, que es el de un tipo especial oración, que es la meditación. Si no se medita la palabra recibida es como si no se recibiera; y si no se recibe, no puede salvar (nuestros hermanos protestantes dan mucha importancia a la Palabra, y con razón. Nosotros los católicos damos tal vez más importancia al símbolo y al sacramento, y también al mandamiento. Todo es importante, pero no debemos olvidar que la Palabra se hizo carne para salvarnos. Nos salva la palabra. La palabra humana es el único modo de llegar al alma de una persona. Con una palabra hacemos llorar o reír, enamoramos o infundimos miedo; una palabra puede cambiar nuestra vida, al iluminar por completo la vida. Nosotros actuamos en el corazón de los demás por la palabra. Y Dios también. 
La palabra que nos salva
Pero con sólo que se pronuncie -o incluso se oiga- la palabra ella sola no salva, claro. A Jesús le oyeron multitudes, pero -como dijo quejándose irónicamente con palabras de un antiguo profeta- "tienen ojos pero no ven, oídos, pero no oyen: se ha endurecido su corazón, no sea les pueda salvar". En realidad, Dios salva al "meterse" en nuestra vida; al enamorarnos, nos cambia. Entra por la palabra y a través de ella nos salva, puesto que la "fe nace de lo que se oye" (fides ex auditu). Pero es lo que se oye y penetra, porque se medita. ¿Por qué no, pues, preparar la Navidad meditando todos los días la palabra, como María? En Alemania tienen la costumbre de celebrar la Nochebuena leyendo el capítulo 2 del evangelio de san Lucas. Nosotros podríamos coger la costumbre de preparar la navidad leyendo el santo evangelio un rato todas las noches. En realidad, si no conocemos el evangelio es muy difícil que se nos pueda considerar cristianos.
Trabajar el corazón
El otro paradigma del Adviento es el Bautista, aquel pariente de Jesús, casi coetáneo suyo, que estuvo desde el seno materno ungido por el Espíritu profético. Siendo aún casi de niño se retira al desierto,  y allí medita, escucha... Y empieza a anunciar y a profetizar con tanta fuerza -tenía en su seno la Palabra- que miles de personas salían a escucharle a la estepa que hay junto la desembocadura del Jordán en el Mar Muerto. Juan es también paradigma, inspiración, para el Adviento, porque dice y persuade a la gente de que hay que preparar una calzada a Dios, una carretera, un camino por donde pueda venir. No sólo se trata, pues, de meditar, sino también de "trabajar" interiormente. Al hablar de carreteras y caminos habla metafóricamente, claro; ser refiere en realidad a las actitudes interiores, que son como "caminos" que permiten a Dios adentrarse en nuestro territorio espiritual. Pues podría ocurrir que Dios viniera y uno estuviese tan endurecido y sordo, o fuera tan frívolo pensando sólo en divertirse, que ni siquiera se enterase de la cercanía tan dramática del Señor. Para él sería como si no hubiese venido. Y entre nuestras celebraciones familiares preguntándose: ¿Qué están celebrando estos? Porque a mi desde luego no es. 
Obras de penitencia
Juan habla es de la penitencia, de "obras de penitencia". A aquellos buenos judíos que acudían a él a escucharle, como nosotros les argüía: -"No penséis '¡nosotros somos hijos de Abrahán!', porque Dios puede sacar de estas piedras hijos de Abrahan. 
En otro tiempo la penitencia estuvo tasada: tanto de ayuno, tanto de limosna. Ahora no es posible. ¿Cómo determinar si a esta persona lo que le conviene es ayunar o más bien comer? Ahora el trabajo de buscar lo que necesita tu alma lo tienes que hacer tú: "¿qué tengo que quitar, qué tengo que poner...?" Tal vez dejar el mando del televisor a mi mujer, tal vez llegar antes a casa, tal vez no salir hasta tan tarde, tal vez mejorar mi lenguaje para que sea más respetuoso y amable, tal vez no estar mirando todo el día el gasap? Pues, tal vez. ¿Dónde, si no, vas a encontrar tu penitencia, lo que debes cambiar?
Es el Domingo se llama "Gaudete", por las palabras de san Pablo que se leen en las lecturas: "Gozaos siempre en el Señor...". El gozo parece como más que la alegría. Decimos: "¡Qué gozada!", cuando se une el placer a la alegría. Y lo es realmente el encuentro con Jesús que viene. Pero no lo será si no nos enteramos o si no nos preparamos. Será, a lo más, una vulgar comilona; pero no un banquete del corazón.

jueves, 11 de diciembre de 2014

La Virgen Aurora

Inmaculada
Hoy recordamos y celebramos la declaración de un dogma,  definido por el Papa Pío noveno en 1854: la concepción sin mancha de María, la madre del Señor. No se refiere este dogma de la Inmaculada Concepción a la concepción virginal de Jesús en el seno de María, una concepción milagrosa -sin intervención de varón-, como nos dicen los evangelistas san Lucas y san Mateo. Como nos dice ella misma, María, única testigo de la concepción virginal, a quien debemos esta información, que hace de ella primera y primordial "evangelista"). El dogma de Inmaculada Concepción hace referencia, en cambio, al momento en que María fue concebida por sus padres, Joaquín y Ana. Y la verdad de fe definida como dogma nos dice: ella fue concebida sin la mancha del pecado original, con que todos los demás nacemos; fue pura –limpia- de alma desde el primer instante de su existir. 

El "pecado original" 
Ya sabéis que hay una "ley" que se ha cumplido en todos los hombres y mujeres nacidos desde Adan y Eva, y es esta: que venimos al mundo con una especie de herida en el alma, que san Agustín llama "pecado original"; una herida de la que hemos sido curados por Cristo, con una curación que se hace efectiva al recibir el Bautismo. Es esa herida la que nos inclina a los hombres a hacer el mal. Uno ve el bien, pero no siempre quiere hacerlo, ni siempre lo hace, aunque se dé cuenta. Un poeta pagano de la antigüedad romana lo expresó muy bien en sus versos: "video meliora proboque, deteriora sequor", veo lo que es mejor y la apruebo, ¡pero luego sigo lo peor! Mejor aún, o al menos más dramáticamente, lo expuso san Pablo:

"No entiendo mis propios actos: no hago lo que quiero y hago las cosas que detesto.
Ahora bien, si hago lo que no quiero, reconozco que la Ley es buena.
No soy yo quien obra el mal, sino el pecado que habita en mí. Bien sé que el bien no habita en mí, quiero decir, en mi carne. Puedo querer hacer el bien, pero hacerlo, no.
De hecho no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
Por lo tanto, si hago lo que no quiero, eso ya no es obra mía sino del pecado que habita en mí.
Ahí me encuentro con una ley: cuando quiero hacer el bien, el mal se me adelanta.
 En mí el hombre interior se siente muy de acuerdo con la Ley de Dios,
pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros.
¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, o de esta muerte?"
(del capítulo 7 de la epístola a los Romanos)

Por supuesto, Jesús no tuvo esa mancha. Era puro de corazón totalmente porque era el Hijo de Dios, existía antes de nacer de María como Hijo de hombre, hijo también humano del Dios Padre. Muchos cristianos pensaron siempre que María tampoco había sufrido esa herida, que fue preservada amorosamente del por Dios del pecado original, en razón sobre todo de su predestinación a ser la madre de Jesús. Así, Dios impidió que quien iba a cuidar, a recibir, a formar al Señor tuviera jamás relación alguna con el pecado. Algunos otros cristianos no estaban tan seguros de que Dios pudiera hacer ese prodigio… y dudaban. Fue Papa Pío IX, después de darle muchas vueltas a la oportunidad o no de declarar los términos de esta verdad de fe, el que decidió hacerlo. Estando en Gaeta, puerto de la isla de Malta- vio claro la conveniencia de proclamarlo, y tal día como hoy se hizo. Al poco tiempo, en febrero de 1855, la Virgen María se apareció a una muchacha analfabeta llamada Bernadette de Soubirous en un rincón del Pirineo, Lourdes. Cuando, a instancias del párroco del lugar, la muchacha preguntó a la maravillosa Señora por su nombre, esta le respondió: "Yo soy la Inmaculada Concepción". ¡Ya se ve que gusta este nombre, que algunas de vosotras lleváis! 
La Inmaculada
La ausencia del pecado (In-maculada) no es carencia de algo, a pesar de lo que parece desde el punto de vista, diríamos, lingüístico, ya que  el pecado más bien oscurece la mente y el corazón. Por eso que María sea Inmaculada no significa es que le falte el pecado (por ejemplo, la experiencia del mal), sino más bien que es limpia, purísima, que tiene la experiencia del bien; en este caso, de un bien -de una plenitud humana- que, entre otras cosas la capacita para ser realmente madre nuestra, no sólo del Señor. Veis que san Pablo también dice que nosotros somos inmaculados, que fuimos elegidos para eso. Pero nosotros no nacemos inmaculados, sino que llegamos a serlo por la progresiva acción de la gracia, desde el bautismo. Precisamente por eso, cuanto mejor limpiamos, somos más sabios y activos y libres y alegres. El pecado no es una "riqueza" que se pierda con la gracia, sino una ofuscación del corazón y la mente, que enrosca sobre sí mismo al hombre haciéndolo ciego hacia los demás y hacia Dios, e incluso hacia sí mismo, pues le hiere en su propia conciencia, en su propia intimidad. El cuadro del que me serví en la entrada del blog tiene como título original Joy, alegría. Y la limpieza del alma en la confesión y el perdón es lo que realmente produce en el alma: la alegría del corazón.

lunes, 8 de diciembre de 2014

María Inmaculada

Ninguno del ser humano
como vos se pudo ver;
que a otros los dejan caer
y después les dan la mano.

Mas vos, Virgen, no caíste
como los otros cayeron,
que siempre la mano os dieron
con que preservada fuiste.

Yo, cien mil veces caído,
os suplico que me deis
la vuestra, y me levantéis
porque no quede perdido.

Y por vuestra concepción,
que fue de tan gran pureza,
conserva en mí la limpieza
del alma y del corazón,

para que de esta manera
suba con vos a gozar
del que solo puede dar
vida y gloria verdadera

jueves, 4 de diciembre de 2014

La luz, del interior

Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas en poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano. Tu nombre de siempre es "nuestro redentor".
iOjalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia.
(De los caps. 63 y 64 del libro de Isaias)


Adviento
Adviento es una palabra extraña y evocadora. Evocadora porque trae al pensamiento la Navidad, ya próxima. Nosotros celebraremos esta cuatro velas, estos cuatro domingos, recordando las últimas semanas de María y José expectantes del parto. María se acaricia el vientre y siente...  Nosotros no estamos "esperando a Godot", a un dios teórico e inexistente en la práctica; acariciamos a Jesús ya en el seno... Es también palabra extraña -la de Adviento- porque no tiene otro uso en nuestro lenguaje que el del tiempo litúrgico. En realidad significa algo tan común como advenimiento o llegada, e indica precisamente un tiempo litúrgico de espera: la espera del Señor. Nosotros somos gente que está esperando algo, que vive esperando al Señor. 
Sabemos de dos venidas del Señor: una fue esa llegada silenciosa y como oculta que sucedió en Belén, de noche. Fue, desde luego, anunciada a bombo y platillo, pero sólo a unos pastores. Fue anunciada con una gran señal en el cielo... pero sólo unos magos de religión parsi, seguramente, paganos, la percibieron. La otra venida, la final, será cuando él mismo venga con toda su gloria y todos sus ángeles junto a él, y todo el mundo lo vea, lo contemple, quiera o no… Porque él ha venido a reinar: "¡Venga a nosotros tu reino!". 

La llegada oculta
Pero entre la primera y la última venida, hay una tercera del Señor. Él viene -de un modo misterioso e invisible- a cada hombre. Lee uno la Escritura y el propio corazón le dice a uno: -"¡eso que estás leyendo es verdad!". Te acercas a comulgar -con un simple signo memorial- y suenan en tu memoria sus palabras: "esto es mi cuerpo, el que coma de este pan vivirá para siempre…". Recibes del sacerdote la absolución tras tu confesión sencilla y humilde, escuchas el "yo te absuelvo de tus pecados...": y percibes que es él mismo el que te lo dice. Jesús se acerca a ti también y viene cuando haces de corazón una obra de misericordia: "cuantas veces lo hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis", y no sólo si se trata de un indigente materialmente hablando, sino también cuando es alguien necesita tu ayuda, tu perdón, tu sonrisa, tu obediencia… En todas esas cosas él viene. 
La luz viene de tu interior, o no viene
Cuando uno lo va recibiendo una y otra vez así de ese modo, resulta que se va formando en ti su figura: en tu rostro, en su paz, en tus palabras, en tu consejo, en tu obediencia. Y parece nacer él de nuevo en tu familia, en tu ambiente… Con flaquezas y meteduras de pata, como los pastores, ves que Niño Dios se hace presente, nace, crece y se desarrolla. Y descubres también a María y a José a tu alrededor, y ves de nuevo sus discípulos, en tus hermanos… ¡El mundo cambia de semblante!, se ilumina la vida. Porque lo que ilumina el mundo nace en realidad de dentro de ti. Lo de fuera puede ayudar o no, pero si uno está triste por dentro, por ejemplo, o le come la desesperanza o el odio... ¿sentirá la alegría del mundo porque pongan bombillas en la calle Serrano? Le dará igual todas las bombillas que pongan en Serrano o en la Gran Vía: no habrá luz interior alguna con que mirar el mundo y la vida. 

Precisamente por eso celebramos nosotros una y otra vez la Navidad, nos llenamos de gozo y nos damos ánimos al recordarla. Sí, decimos: - Jesús, tú naces también hoy, siempre, en mi casa, junto a nosotros. Por eso te pongo el pesebre, para recordarlo; y lo celebro con toda mi familia y, si pudiera, lo haría con todo el mundo. Y sé que el día que no celebremos la navidad se habrá acabado el cristianismo. Aunque nunca sucederá, porque siempre la celebrarás tú con alguien, aunque sea con una jovencita y su marido, unos animales y sus pastores, con unos ancianos abandonados por sus hijos... Se puede también celebrar la Navidad en el dolor de la soledad, de la enfermedad, del trabajo o de la persecución, como lo celebrarán este año en algunos sitios de oriente medio. No se podrá celebrar siempre con una gran cena, o con una gran ceremonia, pero no importa. También a ellos se lo haremos llegar, les miraremos con luz de nuestro interior con que se ve la navidad.

"¡Preparad un camino al Señor!" Pero prepararse. Cómo María, cómo José, esperan. ¿Cómo te preparas tú? Es tiempo penitencial, o sea de alegría: no hay mayor alegría que volver al amor. "Vuelve a casa por navidad"; pero no como en el anuncio, sino de verdad. cómo tú? Piensa y hazte tu plan. 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

La casa sin dueño

De las Homilías atribuidas a san Macario, obispo
(Homilía 28: PG 34, 710-711)


Del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia, así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y de toda clase de ignominia.

¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive!

¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto acaba en la hoguera. ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.

(San Macario fue obispo de Aelia Capitolina -la Jerusalén romanizada tras su destrucción y expulsión de los judíos- en las primeras décadas del siglo IV, cuando se construyó la basílica del Santo Sepulcro y se hallaron las reliquias de la santa Cruz)

lunes, 24 de noviembre de 2014

El Niño Rey

Cristo Rey 2014




«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.  separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. » 
Del capítulo 25 del evangelio de san Mateo

Hoy, como final del Año litúrgico,  celebramos la realeza universal de Jesús: Jesucristo Rey del universo . Al encarnarse, él se ha convertido en Señor del universo, en medida juez de todo el bien creado. Y por eso ante él serán presentadas todas las naciones, con la medida de Cristo serán juzgadas. Todas las naciones: los países, los sindicatos, el artes, las empresas,  los sistemas financieros, tu barrio, los partidos políticos, y los equipos de fútbol, y cada uno de nosotros: porque él es el Señor del mundo. No son Obama ni Cameron, ni Juncker, ni el FM ni Ban Ki Mon. No lo es la moda, ni el NYT. Es Cristo, el Hijo del Dios vivo. A veces predicamos esta fiesta diciendo: -Por favor, seamos buenos y dejemos reinar a Cristo en nuestro corazón, en nuestra conducta; así Cristo reinará. Vale, eso está bien como predicación piadosa, pero que conste que Cristo no reina porque nosotros se lo concedamos graciosamente. Él es el Rey del cosmos por nacimiento: "¡tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre, Señor!", porque él es Dios encarnado.

Un discurso provocador
La liturgia hoy nos evangeliza con este texto de san Mateo con el discurso sobre el Juicio final. Un discurso del Señor intencionalmente provocador, porque al hablar de los elegidos no señala entre ellos, como como sería obvio -y es así lo hace en otros momentos-, a los que han creído, a los que se han convertido de su vida deplorable,  a los que han sido audaces para entregar su barca y sus redes y su casa, que así recibirán el ciento por uno… Sino que, de un modo sorprendente señala a los que todos olvidamos, y así les revela cómo Dios se conmueve ante el sufrimiento provocado por el abandono: la carne sufriente de Cristo en el mundo, como le gusta decir al Papa Francisco.
    El texto pertenece a el final del Evangelio de san Mateo, casi a la despedida de Jesús. A mi me resulta curioso observar cómo este evangelista, que fue elegido siendo de profesión publicano y públicamente considerado como un hombre pecador, comienza a contar la predicación del Señor con el discurso las Bienaventuranzas y termina con el del Juicio final: dos textos en que se ve el tono provocador que adopta en ocasiones la bellísima predicación del Señor. Se ve que consideraba este discípulo que su llamada al apostolado tuvo también algo de provocativo; y así es su Evangelio.

La vida como bendición
Pero de este discurso, un día como hoy querría fijarme en esta frase: -"Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros". Así pues, Cristo, el Dios humanado, llama a a los hombres “Benditos de mi Padre”, incluidos  los parias del mundo, a los que llama "mis hermanos pequeños"; y a los que no consideran parias a los parias. Así pues, el hombre es bendito de Dios, la vida humana es bendición de Dios. Bendición ante todo para sí mismo, para el que la recibe: principio para él de la existencia y todos los dones, que tiene su origen en el acto creador, en Dios, en aquel “hagamos al hombre a nuestra imagen, y alentó su aliento en su rostro: es mi hijo, el amado…”.  Así, pues, tú eres don de Dios a ti mismo, regalo de Dios, y nadie puede decidir por ti esta bondad, la conveniencia o no de tu vida, la oportunidad o no de tu existir, una vez que él te la da: eres de Cristo, eres de Dios, amado de Dios. Y esto se lo puedes decir al bebé, incluso cuando está dentro del seno. Ya sabéis que pertenezco a una familia de muchos hermanos, doce. Hace poco encontré el diario de mi madre, que falleció hace unos meses, y allí va contando su vida, sus embarazos y nacimientos. Al poco de nacer uno de nosotros anota ella: " mi niño es un encanto. Es lo más guapo, lo más bonito, lo más bueno que hay. ¡qué gusto bañarlo, arreglarlo, contemplarlo ( aunque sea a las tres de la madrugada) plancharle su ropita. Me gustaría ahora, mientras es tan chiquitín, estar solo para él. El y yo solitos. Pero eso no puede ni debe ser. Es lo que me pierde un poco. Tengo que estar pendiente de las demás cosas de la casa y de mis otras obligaciones.(...) hace una tarde hermosa. Mi niño duerme como un angelito. Jesús mío, cuídate de el! Si no fuera por Tí qué sería de ese cuerpecito tan tierno que a la menor cosa se puede descomponer! Que vele Tu Angel su sueño. " Podéis imaginar la emoción que sus hijos hemos experimentado al leer estas revelaciones sobre sus sentimientos hacia nosotros. ¡Pero es que Dios es el que dice esto de cada criatura suya: él es padre y madre, más que nuestra madre aún! ¿Quién puede decirle a alguien que sobra?
La vida es una bendición también para los demás, para el mundo, incluso si está debilitado, si está enfermo. A nadie le podemos decir como en el cole: mira, el equipo son seis y tú eres el séptimo. Y la vida es, por último una bendición para el Dios que la crea. Por tanto los cristianos nunca aceptaremos que el aborto pueda ser moralmente justificado, ni que la sociedad se desentienda cruelmente de los niños concebidos o de sus madres. Porque son Benditos de mi padre.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La Esposa del Cordero

Iglesia Diocesana

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó
cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
[...] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con
ellos.
(El capítulo 25 del evangelio de san Mateo)


Hoy nos evangeliza la liturgia con esta parábola, propuesta por el Señor a los discípulos al final de su vida terrena para explicar la situación en que quedarían ellos tras su marcha. Y siendo además hoy una jornada especial, dedicada a la Iglesia diocesana, querría hablaros sobre la propia Iglesia (aparte de animaros a contribuir generosamente en la colecta para poder sufragar los gastos materiales que ocasiona la misión cristiana en el mundo). 
Cuerpo
San Pablo dice una cosa emocionante sobre la Iglesia: dice que es el Cuerpo de Cristo, es decir lo corpóreo de Cristo en el mundo: lo visible y tangible. ¿Dónde está lo que queda en el mundo del paso de Cristo? En vosotros, en la Iglesia. ¿Dónde le pueden encontrar los hombres, dónde pueden dialogar con él? En vosotros, en la Iglesia. Me diréis que también está en el misterio eucarístico, y es completamente cierto, pero es cierto para nosotros, para sus discípulos, para los que hemos recibido el don de la fe. Para los demás, para el mundo -y también para tus hermanos-, vosotros sois el Cuerpo del Señor. Me diréis, tal vez: -¡Pues vaya, la impresión que pueden sacar de él, si sólo me ven a mi!, y quizá tengas razón; pero ¡es lo que hay! Los demás verán -poco o mucho- a Cristo en ti. ¡Hombre!, consuela pensar que también lo pueden ver en los mejores de entre nosotros, en los santos. Y también consuela pensar que, cuando el Hijo se hizo hombre en Cristo, también era preciso un acto de fe para descubrir al Dios vivo en la carne de un niño, de un carpintero, de un joven rabí y profeta. Siempre hará falta el la mirada penetrante para descubrirlo. -"¿Tú crees en el Hijo del hombre?", le pregunta Jesús al ciego curado en Jerusalén. También entonces el Cuerpo de Cristo era signo de su presencia y también ocultamiento de su divinidad: pasible, débil, humano. "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Y vosotros, ¿quién pensáis que soy yo?" Ahora lo corporal y visible de Cristo es la Iglesia, vosotros. ¿Dónde está lo que queda de Cristo en el mundo, En vosotros. 
Esposa
La Iglesia es también la Esposa, otra potente imagen aplicada por san Pablo. El ser esposa tiene respecto a ser el cuerpo un matiz especial: la esposa es ella misma, tiene su ser individual; pero tiene es una con el esposo, una sola carne. Así la Iglesia. La esposa hace padre al esposo, y cuida de los hijos, de la nueva vida, y así llena de una nueva e inesperada alegría al varón; aunque a veces le da penas, sobre todo si se hace infiel.  Así Cristo: el no hace nada sin ella, la Esposa,  sin vosotros, pero no ya como cuerpo, sino como otro yo: es la paternidad y maternidad en la Iglesia, que ejercen en la Iglesia, sacramentalmente, los padres de familia y los sacerdotes y obispos: la iglesia jerárquica. 
Una persona que se deja dominar por el tópico: "Cristo sí, pero Iglesia no", no conoce bien a Cristo todavía; tal vez haya empezado a conocerle,  pero todavía no, porque él no hace nada sin la Esposa. A Cristo, bien o mal, se le conoce en su Iglesia.
Iglesia diocesana
La Iglesia es nuestra, en el sentido de que somos nosotros y está encomendada a nosotros. Aunque no es nuestra en el sentido de ser obra nuestra, fruto de nuestro acuerdo. Porque la Iglesia es de Cristo. Más que nuestra, habría que decir: la Iglesia somos nosotros, y todos somos ella; aunque ella es del Señor, como la esposa es del esposo. Así entenderéis mejor esta jornada del "Día de la Iglesia diocesana" y nuestra responsabilidad hacia ella. la Iglesia está constituida por Iglesias. No es que sea federal, sino que la Iglesia -universal, católica- se concreta y hace visible en esta y aquella, siendo siempre única y la misma, en comunión con el sucesor de Pedro. Es vuestra: depende de vuestra santidad. Y también de vuestro trabajo y de vuestras aportaciones.  En España, queremos no depender del Estado, sino sacarla de nuestros bolsillos, de todos. Y ese compromiso es el que hoy se nos nos recuerda. Cristo y María se alegran con la aportación de mejora, de santidad, pero también –no es quepa duda- con vuestra aportación material.

martes, 18 de noviembre de 2014

Señora de tez morena

Almudena, Patrona de la ciudad de Madrid

Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijoj.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
(Del capítulo 19 del evangelio de san Juan)

"¡He ahí a tu hijo; he ahí a tu madre!"
"Mujer, he ahí a tu hijo". Esta dramática escena del Calvario,  que acabamos de escuchar, ha conmovido siempre a los cristianos, que la han reproducido en miles de lugares. Jesús agonizante, desnudo y fijado a una cruz mediante clavos, no posee al final nada; no tiene más que su Madre y a uno de sus discípulos, Juan, el más joven, preferido también de su corazón. Y enuncia una especie de testamento en que les entrega uno al otro recíprocamente. (Así terminó el periplo vital del mesías, o pareció terminar, ya que en realidad del grano desnudo de trigo, caído en tierra y muerto, salió la floración inimaginable de la Iglesia, de la santidad para el mundo y para la eternidad). Juan Pablo II, que tenía una conmovedora devoción a María, afirmaba que en Juan estábamos todos representados, estaba la Iglesia entera -los discípulos del Señor-, empezando por él mismo: "Totus tuus, Maria", soy todo tuyo. Y yo pensaba que Jesús ha querido que sea así: la Iglesia no es nuestra, para que hagamos lo que nos plazca con ella, sino que es suya; y él la confía a su Madre, la hace Madre nuestra: “Sé de María, y serás nuestro”, dice san Josemaría en Camino. Así, en la Iglesia, la que parece más pequeña es la más grande: la esclava está por encima de Pedro y todos: nadie puede arrogarse la representación de la Iglesia, sino María. María es la Iglesia primera, la Iglesia naciente: es la esencia del cristianismo. No es el sacerdocio, ni la misión, ni el martirio, ni el apóstol… es la que dice: “he aquí la esclava del Señor, hágase según tu palabra”.

Mirarse
Y en ella hay que mirarse siempre. En ella tiene que mirarse siempre la Iglesia; y tú también, que eres la Iglesia en pequeño. Y tu familia, también. Es preciso mirarse en ella como hacen los niños: no es ninguna tontería (recuerdo a J.A. Marina cómo lo explica incluso científicamente en uno de sus libros). Hay que preguntarse: -¿Esto le gustaría, le agradaría a María, mi Madre?
Que no falte, por tanto, en vuestra casa una bonita imagen de María. Es más: que no falte en tu cuarto, en tu cartera. Muy bien tener la tarjeta del banco, la del citi, la de fidelización de Mercadona y de la gasolinera y del Corte Inglés… ¿y la Virgen, tu Madre?

Almudena y Madrid
La advocación de la Almudena -la Ciudadela en árabe, más o menos- tiene su origen, como sabéis en la conquista de Madrid por Alfonso VI en 1085, tal día como hoy. En uno de los cubos de la muralla se halló esta Santa María la Real, la Reina. La "ciudad" es también la Iglesia, pero ahora nos referimos a la ciudad material, que queremos poner bajo su protección: su bienestar material y su calidad espiritual (cuando falta calidad espiritual tampoco hay bienestar material), la labor de sus autoridades civiles y eclesiásticas, y de todos los que trabajan o queremos trabajar por el bien común.

Orar juntos a la Virgen
Que no falte nunca el diálogo con María, la oración diaria. Hay oraciones tan bonitas a la Virgen…, comenzando por la salutación, el Ave María. ¡Y se puede rezar en cualquier lugar y en cualquier momento! Que no falte tampoco la oración a María en familia, en pareja, entre hermanos. Metamos de veras a María no ya en la ciudad, sino en los corazones de la ciudad, comenzando hoy por el de cada uno de los que estamos aquí.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Libertad y voluntad de Dios


El grado máximo de la libertad es el "sí", la conformidad con la voluntad de Dios. El hombre sólo llega a ser realmente él mismo en el "sí"; el hombre sólo llega a estar inmensamente abierto, sólo llega a ser "divino" en la gran apertura del "sí", en la unificación de su voluntad con la voluntad divina. Adán deseaba ser como Dios, es decir, ser completamente libre. Pero el hombre que se encierra en sí mismo no es divino, no es completamente libre; lo es si sale de sí; en el "sí" llega a ser libre. 

Adán —y Adán somos nosotros— creía que el "no" era el culmen de la libertad. Sólo sería realmente libre quien puede decir "no"; para realizar realmente su libertad, el hombre debe decir "no" a Dios; sólo así cree que es él mismo, que ha llegado al culmen de la libertad. La naturaleza humana de Cristo también llevaba en sí esta tendencia, pero la superó, pues Jesús comprendió que el "no" no es el grado máximo de la libertad humana. Este es el drama de Getsemaní: no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cambiando la voluntad humana por la voluntad divina nace el verdadero hombre; así somos redimidos.

Benedicto XVI (25 de julnio de 2008), Sobre san Máximo el Confesor (s.VI). 

Contexto: 
"Había surgido la teoría según la cual Cristo sólo tenía una voluntad, la divina. Para defender la unicidad de su persona, negaban que tuviera una auténtica voluntad humana. Y, a primera vista, podía parecer algo bueno que Cristo tuviera una sola voluntad. Pero san Máximo comprendió inmediatamente que esto destruía el misterio de la salvación, pues una humanidad sin voluntad, un hombre sin voluntad no es verdadero hombre, es un hombre amputado.
Por tanto, según esa teoría, el hombre Jesucristo no habría sido verdadero hombre, no habría vivido el drama del ser humano, que consiste precisamente en la dificultad para conformar nuestra voluntad con la verdad del ser. Así, san Máximo afirma con gran decisión: la sagrada Escritura no nos muestra a un hombre amputado, sin voluntad, sino a un verdadero hombre, a un hombre completo: Dios, en Jesucristo, asumió realmente la totalidad del ser humano —obviamente, excepto el pecado—; por tanto, también una voluntad humana.
Dicho de esta forma resulta claro: Cristo, o es hombre o no lo es. Si es hombre, también tiene voluntad. Pero entonces surge el problema: ¿no se cae así en una especie de dualismo? ¿No se acaba afirmando dos personalidades completas: razón, voluntad y sentimiento? ¿Cómo superar el dualismo, conservar la integridad del ser humano y, sin embargo, defender la unidad de la persona de Cristo, que no era esquizofrénico? San Máximo demuestra que el hombre no encuentra su unidad, su integración, su totalidad en sí mismo, sino superándose a sí mismo, saliendo de sí mismo. De este modo, también en Cristo, saliendo de sí mismo, el hombre se encuentra a sí mismo en Dios, en el Hijo de Dios.
No se debe amputar al hombre para explicar la Encarnación; basta comprender el dinamismo del ser humano, que sólo se realiza saliendo de sí mismo. Sólo en Dios nos encontramos a nosotros mismos; sólo en él encontramos nuestra totalidad e integridad. Así se ve que el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el hombre que se abre, que sale de sí mismo, es un hombre completo y precisamente en el Hijo de Dios se encuentra a sí mismo, encuentra su verdadera humanidad."

Amor, obediencia y libertad





El amor no tiene forzados ni esclavos, sino que reduce todas las cosas bajo la propia obediencia con una fuerza tan deliciosa que, si nada es tan fuerte como el amor, nada es tan amable como su fuerza

(Tratado del amor de Dios, libro I, cap. VI)

Os dejo el espíritu de libertad, no ya el que excluye la obediencia, pues esta es la libertad del mundo; sino el que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo

(Carta del 14 de octubre de 1604)



sábado, 8 de noviembre de 2014

Halloween

Todos los santos

"Brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos." 
(Del capítulo 2º del libro de la Sabiduría)
Todos los santos
Hoy celebra la Iglesia del Señor una festividad en honor de todos los santos, todos los hermanos nuestros que están en el cielo, después de haberse purificado o, como dice el libro del apocalipsis, después de haber sido lavados en la sangre del Cordero: han sido hechos santos de verdad, transformados; han entrado así en la Comunión de los santos y están entre nosotros: son como chispas en medio del cañaveral. Aquí en el retablo los tenéis representados en el cuadrante de arriba a la derecha; también podéis ver, en el de abajo, a todos los que aún caminamos, llamados, atraídos por la llamada, representada en esas campanas. En realidad, esto es lo que vale la pena, incluso lo único que vale la pena, porque es lo único definitivo: allí se dirige nuestra vida, querámoslo o no, sepámoslo o no. Hay que preguntarse si ahí nos encaminamos nosotros con nuestras obras, nuestro modo de ser, nuestra conducta, nuestro carácter…
Y la benditas ánimas del purgatorio
Mañana, en cambio, la Iglesia conmemora y ofrece el sacrificio por todos nuestros hermanos difuntos que aún no hayan alcanzado esa gloria, el cielo; que viven en ese estado que la tradición cristiana llama Purgatorio: el sitio o estado donde uno se limpia, se purifica, se hace limpio y puro, no del cuerpo, sino del alma, del espíritu. A su esperanza y dolor y vergüenza nos unimos con nuestra oración y sufragios. Para nosotros es también  recordatorio de la propia muerte: tan cercana, tan universal, tan irreal y tan real al mismo tiempo. Irreal, como han señalado con acierto algunos escépticos, porque lo que nos espanta es su posibilidad y cercanía, pero una vez que suceda, ¿qué es lo nos importará realmente? Pero a la vez es tan real: porque realmente y sucede a los que tenemos alrededor, y -al menos aparentemente- dejan de existir para nosotros. Real también porque sabemos que a nosotros nos sucederá, y ¡claro que nos importará el cómo hayamos muerto!: "Venid, benditos de mi padre… apartaos de mi, malditos...".
La muerte y el hoy
Cristo ha revelado el sentido de la muerte. En primer lugar al decirnos: "yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, el que come me cuerpo y bebe mi sangre vivirá por mi". Y también, al hablarnos de ese "hacerse ricos ante Dios", de "aprovechar sus talentos", de "escuchar" su llamada. Hay, pues, un carpe diem cristiano, mucho más interesante que el polvoriento de las fotos de El Club de los poetas muertos; es el carpe diem del que siente esta voz en el corazón: "hoy es el día de la salvación", hoy es el momento que tengo para hacerme santo, el día de mi conversión,  el día en que todo empieza, el día de hacer el bien y no retrasarlo; hoy es el de la gracia. “Hoy, si escucháis la voz de Dios, no endurezcáis vuestro corazón”.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

ORACIÓN PARA ALCANZAR LA SABIDURÍA

(Del libro de la Sabiduría 9, 1-19)

Dios de los padres y Señor de la misericordia que con tu palabra hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre, para que dominase sobre tus criaturas, y para que rigiese el mundo con santidad y justicia y lo gobernase con rectitud de corazón. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato.

Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues ¿quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?
Sólo así serán rectos los caminos de los humanos, los hombres aprenderán lo que te agrada.

viernes, 31 de octubre de 2014

Oración del temor

Estate, Señor, conmigo
siempre, sin jamás partirte,
y, cuando decidas irte,
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin mí te vas.

Llévame en tu compañía,
donde tu vayas, Jesús,
porque bien sé que eres tú
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo sé que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte,
temo, Señor, tu partida
y quiero perder la vida
mil veces más que perderte
(De la liturgia de las horas)

jueves, 30 de octubre de 2014

"Retratos de Santos"


Acabo de releer el tomo 2 de Retratos de santos, de Antonio Sicari, publicado hace más de veinte años por Encuentro, y creo que reeditado hace seis en un solo tomo. He vuelto a disfrutar leyendo estos ensayos sobre Vicente de Paul, José Moscati, Juana de Arco, Teresa de Jesús... Ningún título les viene mejor al libro que el de "retratos", puesto que no son hagiografías, ni simples semblanzas: son retratos del alma sirviéndose de la "materia" de sus vidas concretas, reales; hechas de materia como las nuestras, pero transfigurada por la santidad interior. Retratos extraordinariamente realistas, realizados por un verdadero especialista académico en la teología de la santidad. Muy recomendable.








Antonio Sicari (1943), teólogo docente en Brescia, redactor de la revista Communio, carmelita descalzo, ha escrito un buen número de obras de teología espiritual sobre la santidad cristiana y varias monografías de santos. También una sugerente y original catequesis sobre el matrimonio cristiano


martes, 28 de octubre de 2014

Un nuevo arzobispo para Madrid

Mons. Carlos Osoro (Castañeda-Cantabria 1945), nuevo arzobispo de Madrid. 



El don de la sucesión apostólica
Queridos: esta mañana la comunidad cristiana de Madrid ha recibido un gran don de Dios, casi un milagro: porque hemos recibido un nuevo obispo y pastor en la persona de don Carlos Osoro Sierra. Y lo digo porque no deja de ser una especie de milagro que desde hace dos mil años se produzca la sucesión apostólica desde aquellos once galileos, los apóstoles de Jesucristo (a los que se añadió san Pablo, por la voluntad soberana del mismo Señor). Es maravilloso que cada obispo pueda retrotraer su origen hasta ellos. Me impresiona pensar, por ejemplo que quien me ordenó a mi, el cardenal Koenig, de Viena, había recibido a su vez la imposición de manos de su antecesor hasta llegar al comienzo, hace dos mil años. La Iglesia es apostólica, se funda en lo que aquellos recibieron del Señor, y no es fruto de una  simple autoorganización humana de los discípulos. ¡Es de Cristo! Cada uno de nosotros puede decirlo, puede decir que es de Cristo, sobre todo si se consagra a él, como cantan las monjas de Lerma; pero es que es la Iglesia entera la que pertenece a él. No es solamente humana. Es humana, desde luego, como lo puede comprobar cada uno de nosotros, en sí mismo y en los otros, para bien y para mal. Pero sobre todo es de Cristo, suya y no nuestra. Por eso es indefectible, no por nosotros. Es suya y siempre estará. El que no es de Cristo pasará, el que no procede de los apóstoles, el que no respeta la voluntad de Cristo, pasará; no es de la Iglesia. Pasarán los imperios, los sistemas, las corrientes de opinión, los modos de organizarse el mundo. Y la Iglesia seguirá allí. Hasta el final. Porque es de Cristo.


El buen Pastor
Cristo quiso que aquellos amigos y discípulos, a los que escogió nominalmente después de tratar con ellos, fueran sus sucesores: mediadores de su gracia y su doctrina, continuidad de su presencia. Invocó sobre ellos el Espíritu santo y los envió: id a todo el mundo, predicad el evangelio: quien a vosotros oye, a mi me oye; quien a vosotros rechaza, a mi me rechaza. Mientras, a ellos les dijo y rogó, para que estuvieran unidos entre sí y a él: como la vid y los sarmientos. El que se separa de los demás, de los santos, de los pastores, no es de Cristo y se seca. Entonces, lo que se ha vivido hoy es un milagro gozoso, maravilloso: un nuevo pastor nos ha sido dado por la Iglesia, por manos del Papa. Es un día de inmenso gozo, y así lo acogemos.

Despedida de don Antonio María
Se despide de nosotros un gran pastor también, don Antonio María, que ha presidido la Iglesia en Madrid durante dos décadas, con un pontificado increiblemente fecundo en frutos de gracias: vocaciones, templos, evangelización, estudios teológicos, unidad entre las diversas sensibilidades, atención personal a muchísima gente, y valentía y flexibilidad ante los poderosos de la tierra… Un gran pastor. (Os pido de rodillas que no prestéis atención a críticas y vituperios que han aparecido estas últimas semanas en algunos periódicos, escritos por algunos que deberían estarle muy agradecidos. Que Dios les perdone). Hemos recibido ayer una carta suya de despedida –mi última carta como obispo de esta queridísima iglesia y os agradezco de corazón…- y nos pide que nos unamos de corazón a don Carlos, que se lo manifestemos en la primera ocasión, del día 9, festividad de nuestra Patrona, que oremos por él siempre…Demos hoy muchas gracias a Dios, sea esa simplemente nuestra oración de alabanza. Demos gracias a María, a los ángeles custodios, a todos los santos protectores de nuestra ciudad y nuestra diócesis.


viernes, 24 de octubre de 2014

DOMUND, o sea ¡Misioneros!


En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.  Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado».  Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.  Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.  Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios.
(La primera Misión. Del capítulo 13 del libro "Hechos de los apóstoles)

Origen del Domund 
Cuando en el XVI  comenzaron los  grandes descubrimientos de nuevos mundos, se produjo también un gran movimiento misionero, como no se recordaba en la Iglesia desde la época en que fueron evangelizados los pueblos germánicos y eslavos. Gente con alma misionera, sobre todo franciscanos, jesuitas y dominicos, se lanzaron a llevar la fe por el mundo entero con mucha dosis de heroísmo juvenil, jugándose la vida en muchas ocasiones. Me viene ahora a la memoria la aventura de Isaac Jogues y su compañero, evangelizando a los indígenas de los grandes lagos norteamericanos. Luego, cuando en el XIX comenzó la colonización de Asia y Africa por parte de las potencias europeas, también se lanzaron campañas para el establecimiento de "misiones". A menudo, desde el principio, esa gente se jugó la vida, y se convirtieron en el alma más humana de la colonización. En 1622 los Papas crearon un organismo para impulsar y coordinar las misiones. Se llamaba sagrada congregación "propaganda fide", para la propagación de la fe. En 1926, instituyó esta jornada especial que hoy celebramos, esta fiesta de ayuda y sensibilización. (Como durante la  Gran Guerra europea la palabra "propaganda" adquirió la connotación negativa de manipulación que aún tiene, ahora se llama Congregación para la Evangelización de los pueblos).
Es bonito, y es parte de nuestra historia. Hoy, sin embargo, nos planteamos el reto de nuevas evangelizaciones: los medios, la política secular, el cine, el mundo financiero, los nuevos pobres... Sería maravilloso q todos sintiéramos aquella comezón que hería en el corazón a san Francisco Javier, a santa Teresita. Todavía hay miles de compatriotas jugándose el tipo, que han sabido entregar todo, y son un estímulo y un contraste para nosotros: ¡nos espolea su generosidad! Desde luego, para ayudarle económicamente, pero también para tomarnos en serio el valor redentor de nuestra fe, capaz de sanar el mundo de sus gravísimas enfermedades, y que así sintamos el afán de Cristo -si somos discípulos suyos: "He venido a traer fuego a la tierra, y estoy deseando que prenda...".

Misión y fuego interior
El fuego nace dentro, nace en el corazón. Nace de la vida interior de cada uno, del enamoramiento de Cristo y su misión en el mundo. Y para eso, conocerla, claro. Por desgracia, la conocemos un tanto difusamente, tanto que si alguien nos pidiera: -"Explícame, por favor, la misión de Cristo en el mundo, tú que eres cristiano", tal vez no sabríamos responder más que con unas generalidades. Si nosotros nos formáramos mejor y asimilásemos esa formación en oración, de nosotros saldrá ese fuego, que es evangelizador. Si en cambio somos más bien burgueses y acomodados, y vivimos habitualmente en pecado, o no nos esforzamos en amar de verdad, no habrá evangelización ni misiones, aunque aún estén unos cientos o miles de misioneros y misioneras jugándose la vida por ahí. Pensad, pues, en la Iglesia siempre a lo grande, en el mundo entero: en toda su extensión; en todas las relaciones humanas. Y llenaos de ganas de evangelizarlas, y decidle al Señor que sí, que queréis ser misioneros; y entonces ya habréis empezado a serlo de verdad, aunque no os mováis de Aravaca.