viernes, 21 de noviembre de 2014

La Esposa del Cordero

Iglesia Diocesana

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó
cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
[...] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con
ellos.
(El capítulo 25 del evangelio de san Mateo)


Hoy nos evangeliza la liturgia con esta parábola, propuesta por el Señor a los discípulos al final de su vida terrena para explicar la situación en que quedarían ellos tras su marcha. Y siendo además hoy una jornada especial, dedicada a la Iglesia diocesana, querría hablaros sobre la propia Iglesia (aparte de animaros a contribuir generosamente en la colecta para poder sufragar los gastos materiales que ocasiona la misión cristiana en el mundo). 
Cuerpo
San Pablo dice una cosa emocionante sobre la Iglesia: dice que es el Cuerpo de Cristo, es decir lo corpóreo de Cristo en el mundo: lo visible y tangible. ¿Dónde está lo que queda en el mundo del paso de Cristo? En vosotros, en la Iglesia. ¿Dónde le pueden encontrar los hombres, dónde pueden dialogar con él? En vosotros, en la Iglesia. Me diréis que también está en el misterio eucarístico, y es completamente cierto, pero es cierto para nosotros, para sus discípulos, para los que hemos recibido el don de la fe. Para los demás, para el mundo -y también para tus hermanos-, vosotros sois el Cuerpo del Señor. Me diréis, tal vez: -¡Pues vaya, la impresión que pueden sacar de él, si sólo me ven a mi!, y quizá tengas razón; pero ¡es lo que hay! Los demás verán -poco o mucho- a Cristo en ti. ¡Hombre!, consuela pensar que también lo pueden ver en los mejores de entre nosotros, en los santos. Y también consuela pensar que, cuando el Hijo se hizo hombre en Cristo, también era preciso un acto de fe para descubrir al Dios vivo en la carne de un niño, de un carpintero, de un joven rabí y profeta. Siempre hará falta el la mirada penetrante para descubrirlo. -"¿Tú crees en el Hijo del hombre?", le pregunta Jesús al ciego curado en Jerusalén. También entonces el Cuerpo de Cristo era signo de su presencia y también ocultamiento de su divinidad: pasible, débil, humano. "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Y vosotros, ¿quién pensáis que soy yo?" Ahora lo corporal y visible de Cristo es la Iglesia, vosotros. ¿Dónde está lo que queda de Cristo en el mundo, En vosotros. 
Esposa
La Iglesia es también la Esposa, otra potente imagen aplicada por san Pablo. El ser esposa tiene respecto a ser el cuerpo un matiz especial: la esposa es ella misma, tiene su ser individual; pero tiene es una con el esposo, una sola carne. Así la Iglesia. La esposa hace padre al esposo, y cuida de los hijos, de la nueva vida, y así llena de una nueva e inesperada alegría al varón; aunque a veces le da penas, sobre todo si se hace infiel.  Así Cristo: el no hace nada sin ella, la Esposa,  sin vosotros, pero no ya como cuerpo, sino como otro yo: es la paternidad y maternidad en la Iglesia, que ejercen en la Iglesia, sacramentalmente, los padres de familia y los sacerdotes y obispos: la iglesia jerárquica. 
Una persona que se deja dominar por el tópico: "Cristo sí, pero Iglesia no", no conoce bien a Cristo todavía; tal vez haya empezado a conocerle,  pero todavía no, porque él no hace nada sin la Esposa. A Cristo, bien o mal, se le conoce en su Iglesia.
Iglesia diocesana
La Iglesia es nuestra, en el sentido de que somos nosotros y está encomendada a nosotros. Aunque no es nuestra en el sentido de ser obra nuestra, fruto de nuestro acuerdo. Porque la Iglesia es de Cristo. Más que nuestra, habría que decir: la Iglesia somos nosotros, y todos somos ella; aunque ella es del Señor, como la esposa es del esposo. Así entenderéis mejor esta jornada del "Día de la Iglesia diocesana" y nuestra responsabilidad hacia ella. la Iglesia está constituida por Iglesias. No es que sea federal, sino que la Iglesia -universal, católica- se concreta y hace visible en esta y aquella, siendo siempre única y la misma, en comunión con el sucesor de Pedro. Es vuestra: depende de vuestra santidad. Y también de vuestro trabajo y de vuestras aportaciones.  En España, queremos no depender del Estado, sino sacarla de nuestros bolsillos, de todos. Y ese compromiso es el que hoy se nos nos recuerda. Cristo y María se alegran con la aportación de mejora, de santidad, pero también –no es quepa duda- con vuestra aportación material.

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