jueves, 21 de noviembre de 2013

¿Crees en la vida eterna?

To 32 c Saduceos 2013


"Maestro, Moisés nos dio esta Ley: Si un hombre tiene un hermano casado que muere dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano... Resultó que eran siete hermanos... Pues bien, a la resurrección esa mujer ¿de quién será la esposa...?" Del capítulo 20 del Evangelio de san Lucas)

Los saduceos y el sacerdocio de Cristo
Al escuchar este evangelio alguno ha puesto cara de pensar: ¡pobre mujer! Pero bueno, esa es la historieta que le cuentan a Jesús ¿para plantearle una duda? A mi me produce más bien la impresión de que quieren burlarse un poco de ese rabí galileo, idealista y sin calificación, que con su idealismo sobre la vida futura está haciendo un favor, tal vez sin querer, a los que eran sus adversarios: los fariseos. No sé si os acordáis que decíamos que los fariseos habían absolutizado la Ley como forma de cohesionar al pueblo de Israel, ya sin entidad política. Los saduceos, en cambio, formaban un partido -más que una secta religiosa- que a su vez intentaban apoyar esa unidad y conciencia nacional en el Templo, regido por una oligarquía sacerdotal tolerada por los romanos. Ese sacerdocio, claro, no tiene nada que ver con el sacerdocio de Jesús. Jesús, que no pertenecía a la tribu sacerdotal, sino a la de Judá. No era un sacerdote. Se convirtió en el sacerdote de un nuevo sacerdocio, al ofrecer por nosotros no el sacrificio de unos animales, sino su propia vida, su propio corazón divino. Y nos lo dio para siempre. Por eso él es el nuevo y eterno sacerdote, su sacerdocio no pasa.
Nosotros, los presbíteros y obispos, que hemos recibido una participación ministerial de ese sacerdocio, tenemos la misión de serviros a vosotros, todos los discípulos, para que hagáis vivo en vuestras vidas el sacerdocio de Cristo santificando el mundo con vuestro amor, con el perfume del evangelio que hay en vuestras obras. Por eso el Papa dice que no quiere una iglesia clerical: vosotros habéis recibido el alma sacerdotal de Cristo: sois el sacerdocio de Cristo en la creación. ¡Menuda responsabilidad!

¿Crees en la vida eterna?
Volviendo a esos interlocutores de Jesús, los saduceos, veis que lo que le plantean es que no puede existir vida eterna, que sería absurdo. Exactamente lo mismo que ocurre ahora: no les cabe en la cabeza, porque no comprenden a Dios. Nos imaginamos la vida nueva con categorías imposibles (sin eliminar lo que la antigua tiene de caduca, de vieja ) y nos parece ridículo. Jesús les dice que están muy equivocados en el modo de plantear las cosas; y les hace también considerar que nuestra vida espiritual está en las manos del propio Creador, y de allí nadie se la puede arrebatar, ni siquiera la muerte. Nosotros no morimos, aunque muera nuestro cuerpo actual (que en su momento será también resucitado). Esta es la certeza que infundió valor en el corazón de los mártires judíos durante la persecución de Antíoco. La seguridad en el poder de Dios infundió en aquellos muchachos, de los que nos ha hablado la primera lectura, una fortaleza rayana en la temeridad.
No, nosotros no moriremos del todo; ninguno de los que estáis aquí; nadie, en realidad. Por cierto, esta es la gran responsabilidad que el hombre tiene ante sí mismo: daos cuenta de que todos nos presentaremos ante nuestro creador; el que ha creído y el que no, el puro y el manchado, el justo y el opresor, el que amó y el que despreció… todos nosotros nos presentaremos ante él, Y nos veremos tal cual somos de verdad. No olvidemos nunca que el Juicio existe, que hay juicio de Dios. 

La raíz de la valentía
Algunas veces, este pensamiento nos ayudará a salir adelante.Y siempre, a vivir con una loca ilusión que llena por completo el alma: Al despertar, me saciaré con tu semblante, como hemos rezado en el salmoNo me importa esto ni lo otro, porque al despertar, me saciaré de tu semblante: te veré, te comprenderé, veré el amor que me has tenido, curarás mis heridas físicas y morales
La esperanza –la seguridad en Dios- nos hace fuertes, serenos, alegres, dispuestos a dar la vida, a sufrir un poco las penas con que nos encontramos, grande alguna, pequeña la mayoría: me ha dejado el novio, no me reconocen mi talento, qué mala suerte que todo me sale mal... No importa: al despertar, me saciaré con tu semblante. Y daos cuenta de que eso lo podemos vivir todos cada día, pensando en la eucaristía: "no importa: mañana te recibiré, mañana estaré contigo".
¡Cuánto bien hace al mundo la gente que vive de la fe, de la esperanza, y que por eso se entrega a vivir el amor! Realmente somos sacerdotes del mundo, salvadores reales -aunque anónimos- de la Creación, por la esperanza en la Vida.

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