sábado, 30 de mayo de 2015

Nicodemo. Sólo Dios puede salvar


(15 de marzo 4Dom Cuaresma)
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios".
(Del capítulo 3 del evangelio según san Juan)

Conciencia, Ley... ¡Salvador!
El pasado domingo hablaba la liturgia de los mandamientos, y os decía que teníamos que agradecer el hecho de que Dios nos haya dado no sólo la conciencia, para descubrir el bien, sino la Ley divina, como luz para el corazón. Pero hoy veis que el Señor va más allá: no sólo nos dio una ley para guiarnos, sino también un salvador: tanto amó Dios al mundo... Dios no sólo nos señala la norma, sino que nos da el amigo que nos ayuda: su Hijo, hecho hombre. ¡Tan cercano!, de carne, hermano. ¡Gracias, Padre! Miradle aquí hablar de noche con este hombre ilustre en Jerusalén, Nicodemo. Es un personaje en el país, un tipo importante, religiosa y políticamente hablando. Ha oído hablar del tal Jesús, que ha llegado de Galilea y está conmocionando el corazón de la gente, y anunciando la presencia misteriosa del Reino; tal vez le ha escuchado mezclado entre la gente. Obviamente, él no puede rebajarse a hablar públicamente con ese rabino "rural" y autodidacta, pero está impactado, y va de noche y le pregunta por el Reino...

La sorpresa de Nicodemo
Jesús (que trata con todos: ricos y pobres, sanos y enfermos, listos y más sencillos) le explica que él, aunque sea bueno e importante en Israel, un verdadero israelita, también tiene que nacer de nuevo; no sólo han de hacerlo los pecadores públicos, o gente apartada de la Ley, sino todos, también él, aunque sea importante y sabio: porque no es cosa externa sólo, ni sólo moralizante: es un nacimiento nuevo, de lo Alto, un don divino que transforma, más que una auto transformación hecha a fuerza de brazos. Y también le revela que él mismo, Jesús, es el salvador. El diálogo es impresionante. Nicodemo no acabó de decidirse, ni parece que diera en ese momento el paso de hacerse discípulo. Temía. Pero más tarde, durante el proceso secreto del Sanedrín a Jesús, él sale en su defensa y pide que se le otorgue el derecho a la defensa. Luego, tras la crucifixión, el buen anciano da ya la cara, y reclama -junto a José de Arimatea- el cuerpo del ajusticiado, para sepultarlo. La Iglesia lo venera como santo.

Sólo Dios puede salvarnos
Aquí, entre vosotros, seguro que hay más de un Nicodemo, ojalá lo haya. Pero volvamos al principio. Fijaos: Jesús le dice que la ley sola no nos salva, ya que en realidad somos débiles y no podemos soportarla. Se precisa la fuerza de Dios que nos cure. Y esa fuerza nos llega por la amistad del Señor: su ayuda, su palabra, su cercanía. El que está cerca de él, aunque caiga se levanta. Más aún: como se ve en la primera lectura, es Dios en realidad  el que toma la iniciativa de salvarnos, como tomó Ciro, un rey pagano, para restaurar Jerusalén. Dios es en realidad el que salva. O como dice san Pablo, habéis sido salvados por gracia, no ha sido mérito vuestro ni de vuestras obras. 
Es cierto, es él quien se acerca… Aunque también es cierto que tú le respondes. O no.  "Tengo una duda, los flojos se salvan o vienen a buscarnos", decía un meme que se hizo muy popular el año pasado... No seamos flojos, perezosos espiritualmente. Salgamos más bien al encuentro de Cristo, en quien Dios se acerca a nosotros.
¿Qué nos impide salir a su encuentro? Normalmente,  el hecho de que estamos bien, que estamos cómodos. Como Nicodemo. No somos malos. Estamos ya pensando en las vacaciones y en que qué bien, que parece que se ha pasado la crisis. No aprendemos que la crisis siempre se cierne, porque todo esto se acaba; y que lo importante siempre es "nacer de nuevo". También este es un aspecto de la conversión: levántate –espiritualmente- y sal como Nicodemo al encuentro del Señor que viene por ti. ¿Cómo? Bueno, eso lo tienes que responder tú.

domingo, 24 de mayo de 2015

Miel para mis labios (El Decálogo del Sinaí)

(7 de marzo 2015 3Cuaresma B)
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alauna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y biznietos, cuando me aborrecen.
Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
Fíjate en el sábado para santificarlo.
Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades.
Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos.
Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.  No cometerás adulterio.  No robarás.  No darás testimonio falso contra tu prójimo.  No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.»

"Tus mandatos son mi delicia" (Salmo 118)
Dios ha sido tan bueno con su hijo, que no solamente ha grabado en su corazón la ley moral, sino que se la ha enunciado, para que sea siempre su luz y le guíe en el camino: el decálogo o como suelen llamarse Los Diez Mandamientos, que son –como dice el salmo- miel para mis labios. En realidad, todos tenemos la experiencia de la ley moral en el interior, y no necesitamos de ningún tratado ni código para pensar: "esto está mal". Y sin embargo, lo cierto es que cuando se trata de uno mismo, tendemos inexorablemente a justificarlo: no queremos vernos manchados por el mal. Eso lo conseguimos a veces rechazando su seducción, huyendo de mal; otras veces, en cambio, conseguimos un efecto parecido -un sucedáneo-, justificándonos: diciéndonos a nosotros mismos 'bueno, en caso no es tanto', o 'en realidad, no es exactamente mi caso'. Por eso decía que la prescripción de los mandamientos es un motivo de gratitud y bendición a Dios. Podríamos decir que en esa enumeración con nuestro propio lenguaje -honra a Dios, honra a tus padres, no adulteres, no robes, no mientas, no envidies…-, su Palabra se ha convertido en "luz para mis pasos", como dice también el mismo salmo.

Todos los mandamientos en dos
Se ha dicho confusamente que Jesús anuló los mandamientos al reducir la ley moral a dos: el amor a Dios y al prójimo. Y es cierto que hizo esa precisión, precisamente porque ahí es donde está la clave hermenéutica para entender los mandatos morales: no son sin más “leyes”, como los artículos de un código, que tal vez cumples, limitando así a la vez que limitas a unas fórmulas el bien que eres capaz de hacer: ¡el decálogo no es todo!: Pensad por ejemplo que el fraude puede no que no sea robar y sin embargo es un mal moral; la esclavitud no está en el Decálogo,  y es claramente inmoral…Habéis visto en el evangelio de hoy que vituperaban a Jesús diciendo que no amaba el Templo, porque no le importaría que fuese destruido. Y no era verdad; en cambio, sí que quería purificarlo. Lo mismo ocurría con la Ley de Moisés: amaba los mandamientos: pero decía: "si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino", no habéis entendido su clave, aunque seáis puntillosos en el análisis de los mandatos de la Ley. Porque no es sólo cuestión de no matar y no robar; es cuestión de amar: de amar al creador, de amar su obra, especialmente a su hijo, al hijo del hombre, tu hermano. Así, lo que nos enseña es que los mandamientos son base segura, 'luz para mis pasos'. Pero hay que ir a más, hay que caminar, hay que avanzar, hay que ahondar: Y caminar es progresar, afinar. ¿Progresar es quitar? Tal vez también. Pero en lo moral, progresar es sobre todo afinar: no quedarse con no hacer el mal, sino no perder el tiempo. No quedarse en no robar, sino en ser generoso. No quedarse en no adulterar, sino amar de verdad.

martes, 19 de mayo de 2015

A Cristo que asciende


¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

A aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?

Fray Luis de León, en la Ascensión de 1572, poco después de su arresto.

lunes, 18 de mayo de 2015

TRANSFIGURACIÓN

(1 de marzo 2015 2Dom cuaresma
Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:  - «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Ellas.» 
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
- «Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
(Del capítulo nueve del evangelio de san Marcos)

Este es mi Hijo, tu salvador
Este suceso de la vida de Jesús, que a nosotros nos puede parecer simplemente llamativo o curioso debió ser muy importante para los discípulos; tal vez incluso decisivo. Porque en él les fue revelada la identidad de Jesús: Dios mismo daba testimonio de aquel Hombre, al que llamaba Hijo. A mi, cuando Juan Pablo II incluyó este suceso entre los misterios luminosos del santo Rosario, se me abrieron los ojos al respecto. Oyen la voz de Dios, de ese Padre, como les enseñó Jesús a llamar a Dios. Pues Dios es Padre, es Creador y Padre: fuente y origen de todo, y Padre del hombre: "Cuando oréis, decid: Padre..", les enseña Jesús. Como si dijera: tratadle así, así le gusta ser considerado por vosotros. ¿Qué bonito es rezar el Padrenuestro al celebrar la Eucaristía, justo después de que él -Jesús- se haya hecho presente de un modo tan particular, como alimento. Está ya él, vamos a recibir el don, el Pan del cielo, y rezamos juntos: Padre nuestro…

Pues bien, ese Dios, del que nos había revelado su identidad paterna, habla de pronto, se manifiesta en una voz audible, misteriosa. ¿Y qué les dice? "Este hombre al que seguís, a quien habéis aprendido a amar, en quien tanto confiáis… es mi Unigénito, mi Hijo propiamente dicho, el único que he engendrado en la eternidad, de mi propia naturaleza, Dios como yo: escuchadle… "Dios de Dios, Luz de Luz; engendrado, no creado: de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación…". Jesús: te adoro, te adoramos. Gracias por estar con nosotros, y por haberte convertido en nuestro hermano.

El Moria y el Tabor
Esta liturgia de hoy nos pone la subida a este monte del Tabor en paralelo una otra montaña, que aparece en los relatos más antiguos de la Biblia, el monte Moria: la montaña donde –de un modo totalmente desconcertante- Yavé pidió a Abrahán que sacrificara a su hijo Isaac. Terrible pasaje, porque aunque es cierto que ni siquiera existía entonces el decálogo, además de que se trate de una prueba, y no permite al final que lo mate. ¡Pero queda un interrogante terrible flotando en la historia…! La respuesta no llega hasta la perspicacia de san Pablo: "el que no perdonó a su propio hijo, cómo no nos va a escuchar?" Dios "perdona" a Abrahan el sacrificio que había concebido en su mente, pero él no "se perdonó" la entrega del Hijo... En tiempos de Jesús, el Moria se identificaba con monte Sión, del de Jerusalén (y la piedra del sacrificio, la que está actualmene cubierta por la mezquita de la roca). Así, pues, Dios no sólo nos reveló que Jesús es el Hijo a quien podemos escuchar, sino el que muestra también con su entrega el amor supremo, en quien podemos confiar plenamente. Cristo es el salvador porque es también el que realmente nos ama: "es que vosotros sois mis amigos", dirá en la última cena como explicación de su entrega a la muerte...
Estamos en la Cuaresma, y este el segundo paso de este Camino, después del relato del ayuno en el desierto. Así pues, lo primero, la penitencia y la tentación. Ahora, ¡el Salvador! Acerquémonos, por tanto, a él; encontrémonos con él, que vive siempre junto a ti. Sólo él te salvará, sólo él tiene palabras de vida eterna, ha dado la vida por ti. Enamórate. No es cuestión sólo de preceptos, es él.

martes, 12 de mayo de 2015

Santa Teresa en vivo


Marcelle Auclair (+1983) fue una notable escritora y periodista francesa, inquieta, fundadora y directora de la revista "Marie Claire". Escribió esta magnífica biografía sobre la santa de Ávila desde una profunda admiración hacia el personaje, después de documentarse ampliamente y de recorrer prácticamente todos los carmelos fundados por santa Teresa, conviviendo con las hijas espirituales de la santa y conversando con ellas. Tiene, sin embargo un estilo ágil, casi periodístico, hasta el punto que en una entrada de Wikipedia la clasifica -equivocadamente- como novela histórica. No es ninguna novela, pero es cierto que la vida de la santa y la narración captan de tal modo el interés, que lo podría parecer. Esta biografía sobre santa Teresa es especialmente oportuna -a modo de introducción- para quien no se sienta capaz de afrontar en directo las obras de la santa doctora, ni tampoco quiera introducirse en su historia en base de alguna pesada biografía académica. ¡Quince ediciones de su traducción al castellano avalan su popularidad! Si queréis tener un retrato de la santa -y no sólo sus obras y doctrina-, este es vuestro libro.

jueves, 7 de mayo de 2015

Desierto

(22 febrero 1Dom cuaresma)
El Espíritu empujó a jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días
(Del primer capítulo del evangelio de san Marcos)


Yo a mi bola
Nos encontramos desde el miércoles en el tiempo penitencial, aquel que vivimos colectivamente 
(a la civilización occidental ha llegado a gustarle tanto el individualismo, que protesta como los adolescentes cuando se les dice que se va a hacer algo en familia:  "¿Por qué hemos de ayunar ahora, por qué de esta manera? Me gustaría responderles: Ok, ayuna como quieras, ¡viva la iniciativa! Ojalá lo fuera de verdad, ojalá cada uno de nosotros pensara en cómo vivir mejor este tiempo de un modo "personalizado". Estas últimas semanas me han ocurrido dos cosas que me han hecho pensar al respecto. La primera fue un día por la mañana, al terminar de celebrar la santa misa de las 7:30. Se me acercó una mujer, que me dijo que quería que rezase por una intención suya, pero que ella era ortodoxa de religión. Le expliqué que eso no era problema. Al terminar la conversación me dijo que vendría al día siguiente, porque le gustaría confesarse. Le dije que viniera cuando quisiera, como si quería en ese momento, y me respondió que no, porque antes quería ayunar. Me quedé de piedra: ¡ayunar para confesarse después de hacer penitencia...!  Otra: tengo una conocida que nació musulmana y vivió como tal hasta la edad adulta, pero no hace mucho se bautizó. Pues bien, hace unos días me llamó, quería consultarme si podría hacer la cuaresma como cuando era musulmana, es decir con un ayuno como el que hacen los miembros de esa religión... Pues ojalá nuestro "cuestionamiento" de la penitencia cuaresmal fuera que queremos hacer más de lo que se manda...

La Iglesia hace penitencia
De todos modos, este es el tiempo de la Iglesia tiene un valor especial. Ella dice colectivamente dice frente al mundo: la Iglesia -nosotros- hace penitencia, no nos consideramos impecables ni perfectos, al revés. Os llamamos a la conversión, pero queremos convertirnos junto a vosotros. También Jesús hizo penitencia, como recordamos hoy al evocar su estancia en el desierto de Judea. Cada año, en este domingo, se recuerda ese episodio de su ayuno en el desierto. Allí estuvo Jesús cuarenta días, la cuarentena, la cuaresma. Por eso nosotros hacemos también cuarenta días y no treinta, por ejemplo. Nos gustaría como acompañarle...

Desierto, es decir: soledad, interioridad
Ocurrió al comienzo de su "vida pública", de su misión mesiánica. Nada más recibir el bautismo en el Jordán, movido por el Espíritu santo se retira, se quita de en medio, busca una soledad radical… Ha pasado muchas veces; lo han hecho a menudo los santos. El hombre es desde luego sociable, pero a veces uno desea estar solo; y no por comodidad, sino porque necesita estar a solas consigo, en silencio. El desierto es entonces la privación voluntaria de todo, buscada para quedarse con lo esencial. Y dentro de eso esencial está el diálogo con la propia conciencia, con el Creador, la meditación sobre nuestro destino, la confrontación con nuestra misión: ¿Qué quieres de mi, Dios mío? ¿Hacia dónde camino? ¿A quién estoy, sirviendo, haciendo bien? ¿A quién estoy defraudando? ¿Qué puedo esperar de mi vida con lo que estoy haciendo de ella? ¿Si me enfrentase ahora a Dios? Como cantaba la buena de Tracy Chapman: If you knew that you would die today/ If you saw the face of God and Love/ Would you change?

La enfermedad de nuestro tiempo es la falta de interioridad, decía Benedicto XVI. Buscar el interior, el recogimiento ante el sagrario, ante el crucifijo, hacer unos ejercicios espirituales o un retiro espiritual durante unas horas.  Orar, al menos, con sinceridad, con fe verdadera, aunque fuera durante unos minutos. Pero no somos capaces… Máquinas, gadgets, ruidos, acción, real o inventado, juegos… Tenemos adicción a la acción, "mono" de exterioridad. Parecemos a veces como el hamster que me trajo Pablo hace unos días, girando en una rueda, haciéndola girar sin ir a ningún lado… 
Yo os propongo oración diaria, pero de verdad. La mejor terapia, la de Jesús en el desierto.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Lepra

(15 de febrero 2015. 6º TO)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:  - «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:  «Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.  
Él lo despidió, encargándole severamente:  «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote 
(Del capítulo 1 del evangelio según san Marcos)

Hay pecados y pecados
En estos comienzos de la vida pública de los que nos van dando cuenta estos primeros domingos, el evangelio quiere subrayar que Jesús no sólo predicaba de un modo nuevo, sino que rubricaba con milagros esa novedad. Hoy el evangelista nos muestra un milagro -una curación- especial, por lo simbólica. Parece que quiere destacarla sobre otras curaciones, tal vez por su simbolismo: se trata de un pobre hombre aquejado de lepra.  Ya sabéis que esa enfermedad resulta repulsiva, y era incurable entonces y contagiosa, según se creía. Pero sobre todo se trataba una enfermedad -perdonadme- tan corpórea, tan concreta... Te come, te va destruyendo desde dentro de ti mismo irreversiblemente… No había para un judío mejor imagen del pecado. Porque hay pecados y pecados: hay unos son un simple tropiezo, pero hay otros se arraigan, le hacen a uno esclavo de la avaricia, de su propio mal humor, de la desesperanza, de su prepotencia, de su impureza. Se convierten en lepra espiritual que autodestruye sin que uno se pueda valer. A la gente le echaba atrás, se sentía ante ella impotente. A Jesús, en cambio, no. "Se llenó de compasión…". A Jesús basta que se lo pida tocando su corazón: “Si tú quieres, puedes limpiarme”. ¡Qué maravilla de oración!

La oración y el pecado
Moisés, el gran legislador de los hebreos, había ordenado prudentemente -aunque también con una dureza que nos resulta insoportable- su confinamiento, su segregación. Qué duro tenía que ser para el enfermo... Y ¡qué dulce al oído resulta la libertad de Jesús, su señorío! "Sí, quiero: sé limpio". ¡Gracias! Gracias por tu omnipotencia y por tu bondad. Tú siempre estás más allá del poder del mal, tú siempre llegas donde nosotros no podemos ni soñarlo. ¡Cómo mira Jesús nuestras miserias! Muchas veces se lee: "se compadeció", "sintió compasión"… Tú, que te alegras como un niño con nuestra alegría, también te conmueves con nuestro dolor. "Se conmovió", se sintió conmovido. "Se acercó acercó al féretro (de la viuda de Naim) y le dijo: no llores"… Cuidemos a los enfermos, acompañémoslos con cariño. Curemos sobre todo su corazón. No siempre podremos curar su enfermedad, pero siempre podemos curar su corazón. 

Volvamos ahora al pecado visto como lepra, algo que te destruye desde dentro, y tú no puedes apenas hacer algo...Pero ruega por dentro: “si tú quieres, puedes limpiarme”. Aquí aparece uno de los matices que puede tener la lucha espiritual: el que se produce cuando el problema moral no es tanto el reconocimiento del mal, sino que uno no se siento con fuerzas de rechazarlo, no puede, se ha apoderado de uno… "Mi pena es una pena muy mala, porque yo no querría que se me quitara", que decía el poeta sevillano. Y entonces sólo podemos hacer lo que hizo este hombre: orar, pedir, sinceramente: "Señor, límpiame. Te lo pido de veras"… "Entonces yo también quiero, ¡sé limpio…! "
Y también está ese "Ve a mostrarte al sacerdote…", que le pide Jesús ¿Hay un guiño del Evangelio aquí al sacramento de la penitencia? No es muy probable. Más bien es una clara referencia a la ley de Moisés, de nuevo. Pero nosotros sí que podríamos entenderlo o aplicarlo así ahora. Como si Jesús nos dijera: "muéstrate al sacerdote". El sacerdote es Cristo, los ministros no somos más que eso: servidores de su presencia… de tu presencia, que nos dice: "él te ayudará en mi nombre". No sólo como juez; también como hermano, como amigo, como padre, como médico; que todo eso es el Señor.

domingo, 3 de mayo de 2015

La caridad bien entendida...

Cuando no se trata de la fingida o simplemente convencional, la virtud de la amabilidad es una expresión de la caridad, del amor genuino: "La caridad es amable", dice san Pablo en su famosísimo himno al "agapé" o "caritas". Este libro trata sobre esta virtud, explicando sus múltiples registros, y también descubriendo dónde se atasca su flujo en el corazón. Sus breves epígrafes tienen toda la agudeza de la experiencia pastoral, del trato diario confiado con cientos de personas, propio de los sacerdotes que atienden directamente a los fieles en sus parroquias.
La cultura contemporánea está dominada por la idea del conflicto, la dialéctica; y cuando se enfoca hacia la felicidad -como ocurre, por ejemplo en el lenguaje publicitario- casi siempre lo hace desde un planteamiento egoístico: la alegría y la felicidad se alcanzan a costa del triunfo de las propias posiciones o posesiones sobre las de los demás. A lo largo de la lectura de este libro, uno descubre que es justamente al revés como uno encuentra la paz y la alegría del corazón, la comparte y la difunde.
Está escrito en un estilo directo, parenético y muchas veces sapiencial, que recuerda en moderno al de "La imitación de Cristo".
Vale la pena.

Lawrence Lovasik (1913-1986) fue un sacerdote norteamericano que dedicó gran parte de su labor a la misión pastoral en Pennsylvania