jueves, 7 de mayo de 2015

Desierto

(22 febrero 1Dom cuaresma)
El Espíritu empujó a jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días
(Del primer capítulo del evangelio de san Marcos)


Yo a mi bola
Nos encontramos desde el miércoles en el tiempo penitencial, aquel que vivimos colectivamente 
(a la civilización occidental ha llegado a gustarle tanto el individualismo, que protesta como los adolescentes cuando se les dice que se va a hacer algo en familia:  "¿Por qué hemos de ayunar ahora, por qué de esta manera? Me gustaría responderles: Ok, ayuna como quieras, ¡viva la iniciativa! Ojalá lo fuera de verdad, ojalá cada uno de nosotros pensara en cómo vivir mejor este tiempo de un modo "personalizado". Estas últimas semanas me han ocurrido dos cosas que me han hecho pensar al respecto. La primera fue un día por la mañana, al terminar de celebrar la santa misa de las 7:30. Se me acercó una mujer, que me dijo que quería que rezase por una intención suya, pero que ella era ortodoxa de religión. Le expliqué que eso no era problema. Al terminar la conversación me dijo que vendría al día siguiente, porque le gustaría confesarse. Le dije que viniera cuando quisiera, como si quería en ese momento, y me respondió que no, porque antes quería ayunar. Me quedé de piedra: ¡ayunar para confesarse después de hacer penitencia...!  Otra: tengo una conocida que nació musulmana y vivió como tal hasta la edad adulta, pero no hace mucho se bautizó. Pues bien, hace unos días me llamó, quería consultarme si podría hacer la cuaresma como cuando era musulmana, es decir con un ayuno como el que hacen los miembros de esa religión... Pues ojalá nuestro "cuestionamiento" de la penitencia cuaresmal fuera que queremos hacer más de lo que se manda...

La Iglesia hace penitencia
De todos modos, este es el tiempo de la Iglesia tiene un valor especial. Ella dice colectivamente dice frente al mundo: la Iglesia -nosotros- hace penitencia, no nos consideramos impecables ni perfectos, al revés. Os llamamos a la conversión, pero queremos convertirnos junto a vosotros. También Jesús hizo penitencia, como recordamos hoy al evocar su estancia en el desierto de Judea. Cada año, en este domingo, se recuerda ese episodio de su ayuno en el desierto. Allí estuvo Jesús cuarenta días, la cuarentena, la cuaresma. Por eso nosotros hacemos también cuarenta días y no treinta, por ejemplo. Nos gustaría como acompañarle...

Desierto, es decir: soledad, interioridad
Ocurrió al comienzo de su "vida pública", de su misión mesiánica. Nada más recibir el bautismo en el Jordán, movido por el Espíritu santo se retira, se quita de en medio, busca una soledad radical… Ha pasado muchas veces; lo han hecho a menudo los santos. El hombre es desde luego sociable, pero a veces uno desea estar solo; y no por comodidad, sino porque necesita estar a solas consigo, en silencio. El desierto es entonces la privación voluntaria de todo, buscada para quedarse con lo esencial. Y dentro de eso esencial está el diálogo con la propia conciencia, con el Creador, la meditación sobre nuestro destino, la confrontación con nuestra misión: ¿Qué quieres de mi, Dios mío? ¿Hacia dónde camino? ¿A quién estoy, sirviendo, haciendo bien? ¿A quién estoy defraudando? ¿Qué puedo esperar de mi vida con lo que estoy haciendo de ella? ¿Si me enfrentase ahora a Dios? Como cantaba la buena de Tracy Chapman: If you knew that you would die today/ If you saw the face of God and Love/ Would you change?

La enfermedad de nuestro tiempo es la falta de interioridad, decía Benedicto XVI. Buscar el interior, el recogimiento ante el sagrario, ante el crucifijo, hacer unos ejercicios espirituales o un retiro espiritual durante unas horas.  Orar, al menos, con sinceridad, con fe verdadera, aunque fuera durante unos minutos. Pero no somos capaces… Máquinas, gadgets, ruidos, acción, real o inventado, juegos… Tenemos adicción a la acción, "mono" de exterioridad. Parecemos a veces como el hamster que me trajo Pablo hace unos días, girando en una rueda, haciéndola girar sin ir a ningún lado… 
Yo os propongo oración diaria, pero de verdad. La mejor terapia, la de Jesús en el desierto.

No hay comentarios: