domingo, 31 de marzo de 2013

Él vive


















Cristo,
alegría del mundo,
resplandor de la gloria del Padre.
¡Bendita la mañana
que anuncia tu esplendor al universo!

En el día primero,
tu resurrección alegraba
el corazón del Padre.
En el día primero,
vio que todas las cosas eran buenas
porque participaban de tu gloria.

La mañana celebra
tu resurrección y se alegra
con claridad de Pascua.
Se levanta la tierra
como un joven discípulo en tu busca,
sabiendo que el sepulcro está vacío.

En la clara mañana,
tu sagrada luz se difunde
como una gracia nueva.
Que nosotros vivamos
como hijos de luz y no pequemos
contra la claridad de tu presencia.

(De un himno del laudes del Domingo)

jueves, 28 de marzo de 2013

Quedaos aquí. Velad conmigo


Domingo de Ramos La entrada en Jerusalén

Queridos: la Iglesia hace hoy memoria de la Pasión del Señor en Jerusalén. El próximo domingo hará la conmemoración de su gloriosa Resurrección. En medio, en los días adecuados, irá recordando cada uno de sus pasos en aquella Pascua memorable del año 30. Hoy concreetamente recordamos aquella entrada triunfal en Jerusalén pocos días antes de su Pasión. De algún modo, fue el detonante de aquellos acontecimientos. Jesús, que siempre se había mostrado discreto respecto a su realeza, respecto a la realidad del Reino que se inauguraba en su Persona, no tuvo inconveniente en esta  ocasión en mostrarlo, aún a riesgo de perecer. Así, se podría decir que lo que comenzó hoy con una aclamación del rey mesiánico terminó unos días más tarde con aquel siniestro cartel clavado sobre la Cruz, señalando el motivo de la condena romana: INRI: Jesús de Nazaret, el rey de los judíos.
Pero ese cartel no era la última palabra, a pesar de que la muerte siempre nos lo parece, y el cartel quería indicarlo con cierto tono de burla. Y Cristo lo demostró resucitando glorioso por su propio poder.  Él demostró que tenía razón. Este día de la entrada en Jerusalén, precisamente, pronunció una de esas frases suyas que se han hecho paradigma: "si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Pero si muerte, da mucho fruto". Esto es verdad en lo natural, pero también en lo humano, y también en el poder de Dios. Sólo cuando nos atrevemos a dar la vida la recuperamos, sólo cuando hacemos el bien nos hacemos buenos, sólo cuando amamos nos hacemos capaces de recibir el amor. Y la Iglesia -vosotros- sólo es fecunda cuando se da a los demás.
 Enseñarnos esto le costó a Jesús su propia vida, y de un modo tan cruel y violento que nos invita a sus discípulos a salirle al paso como el Cirineo y ponernos junto a él –con el Papa- y llevar con él la cruz de los pecados del mundo, no cargársela aún más por los nuestros, por el olvido de los nuestros hermanos, por el olvido de vuestra  vocación al amor y a la limpieza de vida.
Meditemos esta semana con amor el Evangelio, no pasemos de largo como aquellos que se burlaban al pasar por el camino que transcurría junto al Calvario; al revés, detengámonos como Juan, como María, como Magdalena, y miremos a Jesús con todo el amor de nuestro corazón.

viernes, 22 de marzo de 2013

José, un hombre de fiar


19 marzo 2013 
"Ella dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús" (Evangelio de san Mateo, cap. 1)
Queridos hermanos: acabamos de escuchar la homilía de nuestro nuevo Papa, Francisco, y pocas cosas más os voy a decir yo sobre san José. José fue el "hombre de confianza" de Dios, no sólo creyente, sino fiable. Al hacerse hombre en Cristo, Dios se hizo -por así decir- necesitado, y confió en José y en María. En el caso de María, la escogió y la predestinó mediante el don de la concepción inmaculada. En el caso de José, confió en su nobleza y su lealtad. Por eso cumple bien la imagen con que Jesús describe a un “servidor fiel y prudente” al que el amo pone al frente de su casa. Por eso también lo amamos, y lo consideramos "padre y señor" también todos los hijos de esta casa de Dios que es la Iglesia.
Le pedimos en particular por el nuevo Pedro, el nuevo Papa. En cierto modo, el santo padre es también un nuevo José al que Dios confía su familia, la hace padre de la familia. Como José, tendrá que enfrentarse a dificultades y sorpresas, al tiempo que experimenta la alegría de su misión. Decía san Josemaría que José experimentó, junto a la alegría de ser el padre putativo del redentor las preocupaciones y desvelos asociados a esa tarea, y a todos nos ocurre otro tanto. Todos los cristianos somos un poco  como san José, y en él podemos mirarnos. A todos nos ha confiado alguna tarea relacionada con la historia de la salvación y con nuestra propia vida natural, con las circunstancias naturales de la existencia: todos tenemos en cierto modo la vocación de José, y Dios confía también en nuestra lealtad, en nuestra libertad, falible pero comprometida.
Hoy se celebra el día del padre, y, aunque su origen sea tal vez comercial, lo podemos aprovechar. Mirando la historia de José podemos pensar que también hemos recibido como él una participación en la paternidad divina (toda paternidad viene en última instancia de Dios, como dice san Pablo). Él es un buen modelo para todos los que somos padres: nos podemos mirar en el espejo de su pureza, de su laboriosidad, de su paternidad, de su esponsalidad; en su piedad, en su discreción y en todas las virtudes que se vislumbran en su conducta. Entonces será realmente 'padre' para nosotros: nos educará como se educa realmente: con las virtudes.  
La liturgia le aplica las promesa que Dios les hizo a David y a Abrahan: le concedió una descencencia infinita y un trono eterno. Efectivamente, nos ha hecho hijos de su familia a todos los hermanos de su hijo, Jesús: se ha convertido en un gran nuevo patriarca. Y se ha convertido en "padre del Rey". Como dice la oración litúrgica: "Dios te hizo padre del Rey y señor de toda su casa... ruega por nosotros".  

lunes, 18 de marzo de 2013

Mirad que yo realizo algo nuevo


Domingo V de Cuaresma 2013
"Mirad que yo realizo algo nuevo. ¿No lo notáis?" Isaias 43
"Maestro: esta mujer acaba de ser sorprendida en adulterio. La ley de Moisés nos ordena apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?" (Evangelio de San Juan, cap. 8)

Queridos: hoy estamos especialmente contentos, habemus Papam! Nuestra familia está de nuevo al completo. Si el pasado domingo se nos encogía un poco el alma al dejar vacío el espacio del nombre del Papa durante la plegaria eucarística, hoy ya lo tenemos. ¡Y qué nombre! ¡Y qué sorpresa!
Se ha cumplido de nuevo lo que leíamos en la primera lectura, en el oráculo de Isaías sobre la renovación de Israel: “Yo realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?” , yo siempre renuevo el mundo, yo soy su creador… soy “creativo” y no me repito. Soy siempre el mismo, y soy siempre joven.

Lógicamente, la liturgia de la palabra de este V Domingo de la cuaresma no pensaba en este Papa, y el oráculo sobre la “novedad” con que Dios obra siempre lo refiere aquí al suceso que narra hoy el Evangelio: durante una de sus estancias en Jerusalén, sus adversarios intentan desacreditarlo ante la gente con una trampa terrible: presentándole a una mujer sorprendida en adulterio y exigiéndole que se posicione ante el caso, a favor o en contra de la Ley, una ley que en tiempos de Jesús ni siquiera estaba en uso (ni podría aplicar, dado que los romanos habían quitado a los judíos la posibilidad de aplicar la pena capital). En realidad, tampoco les importaba la mujer, ni el pecado ni la crueldad de lo que plantean; simplemente pretendían derribar el prestigio de Jesús . Les parece haber conseguido su propósito y que no sabe qué responder cuando ven al maestro callar y  garabatear en el suelo: “él escribía en el suelo sin responder”… hasta que aparece la “novedad” de Dios, su originalidad: “el que esté libre de pecado…”

 Dios siempre nos sorprende: ella es pecadora, dice, sí; pero vosotros también lo sois. Vosotros invocáis la misericordia de Yahveh; ¿por qué no sois capaces de misericordia para con esta mujer? Cristo resuelve el aparente dilema, A ó B, haciendo mirar las cosas con una perspectiva diferente, creativa. Pero no fantasiosa, sino precisamente con la verdad más allá de toda apariencia: “el que de vosotros esté sin pecado”“anda, no peques más”. Dios nos hace nuevos, le hace nueva a ella y les hace nuevos a ellos: nos hace nuevos con la verdad y con la misericordia. La mentira destruye la convivencia, pero la pura verdad sin misericordia, rompe el alma.

Dios nos sorprende siempre. Llama a la sede de Pedro a un profesor alemán como a un príncipe italiano, a un hombre de detrás del Telón de Acero como al pescador de Cafarnaum… y ahora a un buen pastor (¿Os habéis fijado en su cruz pastoral? ¡Es la imagen del Buen Pastor!) El Señor realmente se burla un poco de nosotros, de nuestros cálculos o programas, como se burló un poco de Samuel cuando le tocó elegir entre los hijos de Jesé a un sucesor del rey Saúl: “no te engañes por su estatura, Dios no se fija en su apariencia”, le dice Yahveh cuando el profeta se queda prendado de la fuerza y aspecto de los hijos mayores, hasta que aparece David, el pequeño, el despreciable…

Los padres cardenales nos han sorprendido, descubriendo a este hombre santo, bueno, valiente, práctico, auténtico, y nos lo da por padre aquí, en esta familia, como una imagen de la paternidad divina (en esta época tan necesitada de recuperar la imagen verdadera y necesaria –la noción misma- de padre). Un hombre impregnado por la espiritualidad ignaciana, que ha dado a la Iglesia tantísimos frutos de santidad: misionero, sencillo, austero, valiente, humilde. Un hombre impregnado también de sensibilidad y amor por los pobres, los despreciados, los marginados. No teoriza sobre ellos ni ideologiza: se da y vive la pobreza de espíritu el mismo, la austeridad y la sencillez, para mantener la libertad de comprometerse por ellos.

Demos gracias a Dios. En una oración inspirada en el salmo de la creación se le dice a Dios: “tú envías tu Espíritu y recreas las cosas, así renuevas la faz de la tierra”. Así ha hecho una vez más al darnos al Papa Francisco. Apiñémonos como una familia desde ahora en torno a su enseñanza, comencemos todos a caminar junto a él con alegría.

jueves, 7 de marzo de 2013

Lo que Cristo ha dicho

LO QUE CRISTO HA DICHO
Mario Pérez Luque
(Perpétuo Socorro, Madrid 2003)


Pérez Luque es autor prolífico de libros que de un modo u otro tienen que ver con la Doctrina Social de la Iglesia en su aspecto económico. Procede del mundo del derecho mercantil y fiscal, y pertenece a la asocición AEDOS

Este pequeño y bello libro está compuesto con frases extraídas de los evangelios, ordenadas a modo de breves puntos de meditación; al modo en que otras editoriales han publicado libritos de oración a base de breves textos de diversos santos; sólo que aquí se trata de los propios textos del evangelio.
Hay que decir que el esquema con que se han ordenado es ajeno al estilo expositivo de Jesús, pues está hecho sobre el elenco de las virtudes teologales, las cardinales y otras. Sin embargo, lo que da valor de la obra es el acierto con que se han escogido las frases del Señor, pues realmente incitan a la oración. Seleccionar frases del evangelio no es difícil, lo difícil es que lo que se confecciona con ellas resulte un libro coherente, y ¡a fe que el autor lo ha conseguido!