19 marzo 2013
"Ella dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús" (Evangelio de san Mateo, cap. 1)
Queridos hermanos: acabamos de escuchar la homilía de nuestro nuevo Papa, Francisco, y pocas cosas más os voy a decir yo sobre san José. José fue el "hombre de confianza" de Dios, no sólo creyente, sino fiable. Al
hacerse hombre en Cristo, Dios se hizo -por así decir- necesitado, y confió en José y en
María. En
el caso de María, la escogió y la predestinó mediante el don de la concepción
inmaculada. En el caso de José, confió en su nobleza y su lealtad. Por eso cumple bien la imagen con que Jesús describe a un “servidor fiel y prudente” al que el amo pone al frente de su casa. Por eso también lo
amamos, y lo consideramos "padre y señor" también todos los hijos de esta casa de Dios que es la Iglesia.
Le
pedimos en particular por el nuevo Pedro, el nuevo Papa. En cierto modo, el
santo padre es también un nuevo José al que Dios confía su familia, la hace
padre de la familia. Como
José, tendrá que enfrentarse a dificultades y sorpresas, al tiempo que experimenta la alegría de
su misión. Decía san Josemaría que José experimentó, junto a la alegría de ser el
padre putativo del redentor las preocupaciones y desvelos asociados a esa
tarea, y a todos nos ocurre otro tanto. Todos los cristianos somos un poco como san José, y en él podemos mirarnos. A todos nos ha confiado alguna tarea relacionada con la historia de la salvación y con nuestra propia vida natural, con las circunstancias naturales de la existencia: todos tenemos en cierto modo la vocación de José, y Dios confía también en nuestra lealtad, en nuestra libertad, falible pero comprometida.
Hoy
se celebra el día del padre, y, aunque su origen sea tal vez comercial, lo podemos aprovechar. Mirando la historia de José podemos pensar que también hemos recibido como él una participación en la paternidad
divina (toda paternidad viene en última instancia de Dios, como dice san Pablo). Él es
un buen modelo para todos los que somos padres: nos podemos mirar en el espejo de su pureza, de su
laboriosidad, de su paternidad, de su esponsalidad; en su piedad, en su
discreción y en todas las virtudes que se vislumbran en su conducta. Entonces será realmente 'padre' para nosotros: nos educará como se educa realmente: con las virtudes.
La liturgia le aplica las promesa que Dios
les hizo a David y a Abrahan: le concedió una descencencia infinita y un trono eterno. Efectivamente, nos ha hecho hijos de su familia a todos los hermanos de su hijo, Jesús: se ha convertido en un gran nuevo patriarca. Y se ha convertido en "padre del Rey". Como dice la oración litúrgica: "Dios te hizo padre del Rey y señor de toda su casa... ruega por nosotros".
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