Domingo de Ramos La entrada en Jerusalén
Queridos: la Iglesia
hace hoy memoria de la Pasión del Señor en Jerusalén. El próximo domingo hará la conmemoración de su
gloriosa Resurrección. En medio, en los días adecuados, irá recordando cada uno de
sus pasos en aquella Pascua memorable del año 30. Hoy concreetamente recordamos aquella entrada triunfal en Jerusalén pocos días antes de su
Pasión. De algún modo, fue el
detonante de aquellos acontecimientos. Jesús, que siempre se había mostrado
discreto respecto a su realeza, respecto a la realidad del Reino que se
inauguraba en su Persona, no tuvo inconveniente en esta ocasión en mostrarlo, aún a
riesgo de perecer. Así, se podría decir
que lo que comenzó hoy con una aclamación del rey mesiánico terminó unos días más tarde con aquel siniestro cartel
clavado sobre la Cruz, señalando el motivo de la condena romana: INRI: Jesús de Nazaret, el rey de los judíos.
Pero ese cartel no era la
última palabra, a pesar de que la muerte siempre nos lo parece, y el cartel quería indicarlo con cierto tono de burla. Y Cristo lo demostró resucitando glorioso por su propio poder. Él demostró que tenía
razón. Este día de la entrada en Jerusalén, precisamente, pronunció una de esas frases suyas que se han hecho paradigma: "si el grano de trigo no
cae en tierra y muere, queda infecundo. Pero si muerte, da mucho fruto". Esto es verdad en lo natural, pero también en lo humano, y también en el poder de Dios. Sólo
cuando nos atrevemos a dar la vida la recuperamos, sólo cuando hacemos el bien
nos hacemos buenos, sólo cuando amamos nos hacemos capaces de recibir el amor. Y la Iglesia -vosotros- sólo es fecunda cuando se da a los demás.
Enseñarnos esto le costó a Jesús su propia
vida, y de un modo tan cruel y violento que nos invita a sus discípulos a
salirle al paso como el Cirineo y ponernos junto a él –con el Papa- y llevar con él la
cruz de los pecados del mundo, no cargársela aún más por los nuestros, por el olvido de los
nuestros hermanos, por el olvido de vuestra vocación al amor y a la limpieza de vida.
Meditemos esta semana
con amor el Evangelio, no pasemos de largo como aquellos que se burlaban al
pasar por el camino que transcurría junto al Calvario; al revés, detengámonos como Juan, como María, como Magdalena, y miremos a Jesús con todo el amor de nuestro corazón.
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