lunes, 18 de marzo de 2013

Mirad que yo realizo algo nuevo


Domingo V de Cuaresma 2013
"Mirad que yo realizo algo nuevo. ¿No lo notáis?" Isaias 43
"Maestro: esta mujer acaba de ser sorprendida en adulterio. La ley de Moisés nos ordena apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?" (Evangelio de San Juan, cap. 8)

Queridos: hoy estamos especialmente contentos, habemus Papam! Nuestra familia está de nuevo al completo. Si el pasado domingo se nos encogía un poco el alma al dejar vacío el espacio del nombre del Papa durante la plegaria eucarística, hoy ya lo tenemos. ¡Y qué nombre! ¡Y qué sorpresa!
Se ha cumplido de nuevo lo que leíamos en la primera lectura, en el oráculo de Isaías sobre la renovación de Israel: “Yo realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?” , yo siempre renuevo el mundo, yo soy su creador… soy “creativo” y no me repito. Soy siempre el mismo, y soy siempre joven.

Lógicamente, la liturgia de la palabra de este V Domingo de la cuaresma no pensaba en este Papa, y el oráculo sobre la “novedad” con que Dios obra siempre lo refiere aquí al suceso que narra hoy el Evangelio: durante una de sus estancias en Jerusalén, sus adversarios intentan desacreditarlo ante la gente con una trampa terrible: presentándole a una mujer sorprendida en adulterio y exigiéndole que se posicione ante el caso, a favor o en contra de la Ley, una ley que en tiempos de Jesús ni siquiera estaba en uso (ni podría aplicar, dado que los romanos habían quitado a los judíos la posibilidad de aplicar la pena capital). En realidad, tampoco les importaba la mujer, ni el pecado ni la crueldad de lo que plantean; simplemente pretendían derribar el prestigio de Jesús . Les parece haber conseguido su propósito y que no sabe qué responder cuando ven al maestro callar y  garabatear en el suelo: “él escribía en el suelo sin responder”… hasta que aparece la “novedad” de Dios, su originalidad: “el que esté libre de pecado…”

 Dios siempre nos sorprende: ella es pecadora, dice, sí; pero vosotros también lo sois. Vosotros invocáis la misericordia de Yahveh; ¿por qué no sois capaces de misericordia para con esta mujer? Cristo resuelve el aparente dilema, A ó B, haciendo mirar las cosas con una perspectiva diferente, creativa. Pero no fantasiosa, sino precisamente con la verdad más allá de toda apariencia: “el que de vosotros esté sin pecado”“anda, no peques más”. Dios nos hace nuevos, le hace nueva a ella y les hace nuevos a ellos: nos hace nuevos con la verdad y con la misericordia. La mentira destruye la convivencia, pero la pura verdad sin misericordia, rompe el alma.

Dios nos sorprende siempre. Llama a la sede de Pedro a un profesor alemán como a un príncipe italiano, a un hombre de detrás del Telón de Acero como al pescador de Cafarnaum… y ahora a un buen pastor (¿Os habéis fijado en su cruz pastoral? ¡Es la imagen del Buen Pastor!) El Señor realmente se burla un poco de nosotros, de nuestros cálculos o programas, como se burló un poco de Samuel cuando le tocó elegir entre los hijos de Jesé a un sucesor del rey Saúl: “no te engañes por su estatura, Dios no se fija en su apariencia”, le dice Yahveh cuando el profeta se queda prendado de la fuerza y aspecto de los hijos mayores, hasta que aparece David, el pequeño, el despreciable…

Los padres cardenales nos han sorprendido, descubriendo a este hombre santo, bueno, valiente, práctico, auténtico, y nos lo da por padre aquí, en esta familia, como una imagen de la paternidad divina (en esta época tan necesitada de recuperar la imagen verdadera y necesaria –la noción misma- de padre). Un hombre impregnado por la espiritualidad ignaciana, que ha dado a la Iglesia tantísimos frutos de santidad: misionero, sencillo, austero, valiente, humilde. Un hombre impregnado también de sensibilidad y amor por los pobres, los despreciados, los marginados. No teoriza sobre ellos ni ideologiza: se da y vive la pobreza de espíritu el mismo, la austeridad y la sencillez, para mantener la libertad de comprometerse por ellos.

Demos gracias a Dios. En una oración inspirada en el salmo de la creación se le dice a Dios: “tú envías tu Espíritu y recreas las cosas, así renuevas la faz de la tierra”. Así ha hecho una vez más al darnos al Papa Francisco. Apiñémonos como una familia desde ahora en torno a su enseñanza, comencemos todos a caminar junto a él con alegría.

1 comentario:

ecologica dijo...

Verdaderamente sorprendente !