jueves, 2 de octubre de 2014

Más sobre viñedos e hijos

to 27 a 

-«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: 
"Hijo, ve hoy a trabajar en la viña"  Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. 
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor" Pero no fue. 
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
-«El primero.»
(Del capítulo 21 del evangelio según san Mateo)

Un micro relato
El domingo pasado comentábamos una de las parábolas de Jesús, esos pequeños cuentos –micro relatos, dirían ahora- de los que, con una pedagogía maravillosamente sencilla, el Señor se servía para despertar la curiosidad del auditorio e implicar así a sus oyentes en su discurso. –la del terrateniente que va contratando a lo largo de la jornada a gente. Esas parábolas son a veces son auténticos retratos hechos como a boceto, que con tres rasgos, como el artista maravilloso que era, definía al personaje en la imaginación del oyente. Nos hablaba entonces a de un terrateniente que sale a contratar gente a diversas horas del día. Hoy nos habla de estos dos chicos, de dos hijos ya mayores de un padre, a los que les pide que vayan a trabajar en la heredad, y cada uno reacciona a su manera. Uno, diciendo que no y otro que sí... aunque luego, actúan justamente al revés.

"No quiero"
Qué bonito es el comentario que hace Jesús respecto al primero de ellos: “No quiero”, responde de entrada a la petición de su padre. Pero luego -dice- recapacitó y fue… Es bonito, porque así somos nosotros tantas veces. Y así han sido los santos. No es que no tuvieran fallos, no es que no cayeran nunca, o que lo hicieran todo siempre bien… lo que pasa es que después de equivocarse, después de meter la pata, rectificaban: "pero luego recapacitó, y fue". Así tendremos que hacer nosotros muchas veces. No nos convertimos a Dios una vez; son sucesivas conversiones -pequeñas y grandes conversiones- las que nos acercan a él, decía san Josemaría.
Porque de eso va el evangelio de hoy, de la conversión interior. Solemos entender la palabra "conversión" como el paso que un no cristiano da a la religión cristiana: "se convirtió al catolicismo", decimos por ejemplo. Pero ya veis que en lenguaje bíblico la palabra se refiere más bien a la conversión interior, del corazón -de vida-, provocada por ese "recapacitar", ese sentirse tocado por la verdad y rectificar la propia vida, la dirección, la conducta. La conversión. ¡Qué bonito!, qué nobleza, y qué valentía se precisa. Y el Señor la recibe siempre, inmediatamente. Lo habéis en la primera lectura: "cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá"

Recapacitar
Claro que lo difícil realmente es el paso anterior previo, el reconocimiento: ese “recapacitó y fue", que dice la parábola.  Ese es el paso que nos falla, que nos cuesta dar. Nos cuesta aceptar que lo que hemos hecho no está bien, o nos justificamos, o incluso ni siquiera nos damos cuenta, como ocurre en la vida de relación muchas veces: molestamos, omitimos ayuda, pensamos mal… y ni nos damos cuenta. O ni siquiera nos planteamos si hemos hecho bien o no: tenemos tanta "autoestima"   -o mejor, tanto engreimiento-,  que damos por supuesto que nuestra conducta es siempre buena, bienintencionada, justa… "Pero después recapacitó y fue…". Cuánta valentía y honradez hay detrás de esa expresión. Y tuvo su premio, porque eso le salvó. 


2 comentarios:

Begochu Al-bayyāzīn dijo...

A qué me recuerdan esos ¡Noquiero! Y con el ceño fruncido?
Que grande! Gracias

Unknown dijo...

Que bueno es.. y cuanta paciencia tiene Nuestro Dios...todos los dias hay un NO quiero a su voluntad...