En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios.
(La primera Misión. Del capítulo 13 del libro "Hechos de los apóstoles)
Origen del Domund
Es bonito, y es parte de
nuestra historia. Hoy, sin embargo, nos planteamos el reto de nuevas evangelizaciones: los
medios, la política secular, el cine, el mundo financiero, los nuevos pobres... Sería maravilloso q
todos sintiéramos aquella comezón que hería en el corazón a san Francisco Javier, a santa Teresita. Todavía hay
miles de compatriotas jugándose el tipo, que han sabido entregar todo, y son un
estímulo y un contraste para nosotros: ¡nos espolea su generosidad! Desde luego, para ayudarle económicamente, pero también para tomarnos
en serio el valor redentor de nuestra fe, capaz de sanar el mundo de sus
gravísimas enfermedades, y que así sintamos el afán de Cristo -si somos discípulos suyos: "He venido a
traer fuego a la tierra, y estoy deseando que prenda...".
Misión y fuego interior
Misión y fuego interior
El fuego nace dentro,
nace en el corazón. Nace de la vida interior de cada uno, del enamoramiento de
Cristo y su misión en el mundo. Y para eso, conocerla, claro. Por desgracia, la
conocemos un tanto difusamente, tanto que si alguien nos pidiera: -"Explícame, por favor, la misión de Cristo en el mundo, tú que eres cristiano", tal vez no sabríamos responder más que con unas generalidades. Si nosotros nos
formáramos mejor y asimilásemos esa formación en oración, de nosotros saldrá ese fuego, que es
evangelizador. Si en cambio somos más bien burgueses y acomodados, y vivimos habitualmente en
pecado, o no nos esforzamos en amar de verdad, no habrá evangelización ni misiones, aunque aún estén unos
cientos o miles de misioneros y misioneras jugándose la vida por ahí. Pensad, pues, en la Iglesia siempre a
lo grande, en el mundo entero: en toda su extensión; en todas las relaciones humanas. Y llenaos de ganas de evangelizarlas, y decidle al Señor que sí, que queréis ser misioneros; y entonces ya habréis empezado a serlo de verdad, aunque no os mováis de Aravaca.
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