En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios.
(La primera Misión. Del capítulo 13 del libro "Hechos de los apóstoles)
Origen del Domund
Cuando en el XVI comenzaron los grandes descubrimientos de nuevos mundos, se produjo también un gran movimiento misionero, como no se recordaba en la Iglesia desde la época en que fueron evangelizados los pueblos germánicos y eslavos. Gente con alma misionera, sobre todo franciscanos, jesuitas y dominicos, se lanzaron a llevar la fe por el mundo entero con mucha dosis de heroísmo juvenil, jugándose la vida en muchas ocasiones. Me viene ahora a la memoria la aventura de Isaac Jogues y su compañero, evangelizando a los indígenas de los grandes lagos norteamericanos. Luego, cuando en el XIX comenzó la colonización de Asia y Africa por parte de las potencias europeas, también se lanzaron campañas para el establecimiento de "misiones". A menudo, desde el principio, esa gente se jugó la vida, y se convirtieron en el alma más humana de la colonización. En 1622 los Papas crearon un organismo para impulsar y coordinar las misiones. Se llamaba sagrada congregación "propaganda fide", para la propagación de la fe. En 1926, instituyó esta jornada especial que hoy celebramos, esta fiesta de ayuda y sensibilización. (Como durante la Gran Guerra europea la palabra "propaganda" adquirió la connotación negativa de manipulación que aún tiene, ahora se llama Congregación para la Evangelización de los pueblos).
Es bonito, y es parte de
nuestra historia. Hoy, sin embargo, nos planteamos el reto de nuevas evangelizaciones: los
medios, la política secular, el cine, el mundo financiero, los nuevos pobres... Sería maravilloso q
todos sintiéramos aquella comezón que hería en el corazón a san Francisco Javier, a santa Teresita. Todavía hay
miles de compatriotas jugándose el tipo, que han sabido entregar todo, y son un
estímulo y un contraste para nosotros: ¡nos espolea su generosidad! Desde luego, para ayudarle económicamente, pero también para tomarnos
en serio el valor redentor de nuestra fe, capaz de sanar el mundo de sus
gravísimas enfermedades, y que así sintamos el afán de Cristo -si somos discípulos suyos: "He venido a
traer fuego a la tierra, y estoy deseando que prenda...".
Misión y fuego interior
Misión y fuego interior
El fuego nace dentro,
nace en el corazón. Nace de la vida interior de cada uno, del enamoramiento de
Cristo y su misión en el mundo. Y para eso, conocerla, claro. Por desgracia, la
conocemos un tanto difusamente, tanto que si alguien nos pidiera: -"Explícame, por favor, la misión de Cristo en el mundo, tú que eres cristiano", tal vez no sabríamos responder más que con unas generalidades. Si nosotros nos
formáramos mejor y asimilásemos esa formación en oración, de nosotros saldrá ese fuego, que es
evangelizador. Si en cambio somos más bien burgueses y acomodados, y vivimos habitualmente en
pecado, o no nos esforzamos en amar de verdad, no habrá evangelización ni misiones, aunque aún estén unos
cientos o miles de misioneros y misioneras jugándose la vida por ahí. Pensad, pues, en la Iglesia siempre a
lo grande, en el mundo entero: en toda su extensión; en todas las relaciones humanas. Y llenaos de ganas de evangelizarlas, y decidle al Señor que sí, que queréis ser misioneros; y entonces ya habréis empezado a serlo de verdad, aunque no os mováis de Aravaca.
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