martes, 28 de octubre de 2014

Un nuevo arzobispo para Madrid

Mons. Carlos Osoro (Castañeda-Cantabria 1945), nuevo arzobispo de Madrid. 



El don de la sucesión apostólica
Queridos: esta mañana la comunidad cristiana de Madrid ha recibido un gran don de Dios, casi un milagro: porque hemos recibido un nuevo obispo y pastor en la persona de don Carlos Osoro Sierra. Y lo digo porque no deja de ser una especie de milagro que desde hace dos mil años se produzca la sucesión apostólica desde aquellos once galileos, los apóstoles de Jesucristo (a los que se añadió san Pablo, por la voluntad soberana del mismo Señor). Es maravilloso que cada obispo pueda retrotraer su origen hasta ellos. Me impresiona pensar, por ejemplo que quien me ordenó a mi, el cardenal Koenig, de Viena, había recibido a su vez la imposición de manos de su antecesor hasta llegar al comienzo, hace dos mil años. La Iglesia es apostólica, se funda en lo que aquellos recibieron del Señor, y no es fruto de una  simple autoorganización humana de los discípulos. ¡Es de Cristo! Cada uno de nosotros puede decirlo, puede decir que es de Cristo, sobre todo si se consagra a él, como cantan las monjas de Lerma; pero es que es la Iglesia entera la que pertenece a él. No es solamente humana. Es humana, desde luego, como lo puede comprobar cada uno de nosotros, en sí mismo y en los otros, para bien y para mal. Pero sobre todo es de Cristo, suya y no nuestra. Por eso es indefectible, no por nosotros. Es suya y siempre estará. El que no es de Cristo pasará, el que no procede de los apóstoles, el que no respeta la voluntad de Cristo, pasará; no es de la Iglesia. Pasarán los imperios, los sistemas, las corrientes de opinión, los modos de organizarse el mundo. Y la Iglesia seguirá allí. Hasta el final. Porque es de Cristo.


El buen Pastor
Cristo quiso que aquellos amigos y discípulos, a los que escogió nominalmente después de tratar con ellos, fueran sus sucesores: mediadores de su gracia y su doctrina, continuidad de su presencia. Invocó sobre ellos el Espíritu santo y los envió: id a todo el mundo, predicad el evangelio: quien a vosotros oye, a mi me oye; quien a vosotros rechaza, a mi me rechaza. Mientras, a ellos les dijo y rogó, para que estuvieran unidos entre sí y a él: como la vid y los sarmientos. El que se separa de los demás, de los santos, de los pastores, no es de Cristo y se seca. Entonces, lo que se ha vivido hoy es un milagro gozoso, maravilloso: un nuevo pastor nos ha sido dado por la Iglesia, por manos del Papa. Es un día de inmenso gozo, y así lo acogemos.

Despedida de don Antonio María
Se despide de nosotros un gran pastor también, don Antonio María, que ha presidido la Iglesia en Madrid durante dos décadas, con un pontificado increiblemente fecundo en frutos de gracias: vocaciones, templos, evangelización, estudios teológicos, unidad entre las diversas sensibilidades, atención personal a muchísima gente, y valentía y flexibilidad ante los poderosos de la tierra… Un gran pastor. (Os pido de rodillas que no prestéis atención a críticas y vituperios que han aparecido estas últimas semanas en algunos periódicos, escritos por algunos que deberían estarle muy agradecidos. Que Dios les perdone). Hemos recibido ayer una carta suya de despedida –mi última carta como obispo de esta queridísima iglesia y os agradezco de corazón…- y nos pide que nos unamos de corazón a don Carlos, que se lo manifestemos en la primera ocasión, del día 9, festividad de nuestra Patrona, que oremos por él siempre…Demos hoy muchas gracias a Dios, sea esa simplemente nuestra oración de alabanza. Demos gracias a María, a los ángeles custodios, a todos los santos protectores de nuestra ciudad y nuestra diócesis.


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