(Homilía en la santa Misa celebrada por mi madre en la capilla del tanatorio, la tarde del 27 de enero de 2014)
Queridos hermanos y amigos: al entrar antes aquí para preparar las cosas y saludar al santísimo, me he fijado en esa imagen de la Virgen, que tiene los brazos tendidos hacia abajo, como cuando una madre ayuda a caminar a su hijo pequeño, y he sentido el impulso de besarla y arrebujarme en ella, como le ocurrió a santa Teresa cuando perdió de niña a su madre. María es, para los discípulos de Jesús, la imagen viva de la Maternidad de Dios: ella concibió y engendró al Verbo encarnado.
A ella le doy las gracias hoy, porque a través de nuestras madres experimentamos la maternidad de Dios, como Jesús la percibió en su humanidad santísima a través de María, la primera creyente, la Iglesia naciente (la Iglesia era sólo ella en aquel momento). Así también las madres son la primera Iglesia para sus hijos: el lugar donde se encuentran con el amor del Padre y aprenden a ser hijos de Dios; sus manos son las manos a través de las cuales reciben sus hijos el consuelo del Espíritu santo y perciben así su presencia.
Hoy doy gracias a Dios por el don de la maternidad, y pido que nunca lo retire de la vida de la humanidad, que no deje de haber madres cristianas, porque son un verdadero sacramento de la maternidad y paternidad divina sobre los hombres.
1 comentario:
Muy emocionante! Dulce...
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