Cristo Rey 2014
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. »
Del capítulo 25 del evangelio de san Mateo
Hoy, como final del Año litúrgico, celebramos la realeza universal de Jesús: Jesucristo Rey del universo . Al encarnarse, él se ha convertido en Señor del universo, en medida juez de todo el bien creado. Y por eso ante él serán presentadas todas las naciones, con la medida de Cristo serán juzgadas. Todas las naciones: los países, los sindicatos, el artes, las empresas, los sistemas financieros, tu barrio, los partidos políticos, y los equipos de fútbol, y cada uno de nosotros: porque él es el Señor del mundo. No son Obama ni Cameron, ni Juncker, ni el FM ni Ban Ki Mon. No lo es la moda, ni el NYT. Es Cristo, el Hijo del Dios vivo. A veces predicamos esta fiesta diciendo: -Por favor, seamos buenos y dejemos reinar a Cristo en nuestro corazón, en nuestra conducta; así Cristo reinará. Vale, eso está bien como predicación piadosa, pero que conste que Cristo no reina porque nosotros se lo concedamos graciosamente. Él es el Rey del cosmos por nacimiento: "¡tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre, Señor!", porque él es Dios encarnado.
Un discurso provocador
La liturgia hoy nos evangeliza con este texto de san Mateo con el discurso sobre el Juicio final. Un discurso del Señor intencionalmente provocador, porque al hablar de los elegidos no señala entre ellos, como como sería obvio -y es así lo hace en otros momentos-, a los que han creído, a los que se han convertido de su vida deplorable, a los que han sido audaces para entregar su barca y sus redes y su casa, que así recibirán el ciento por uno… Sino que, de un modo sorprendente señala a los que todos olvidamos, y así les revela cómo Dios se conmueve ante el sufrimiento provocado por el abandono: la carne sufriente de Cristo en el mundo, como le gusta decir al Papa Francisco.
El texto pertenece a el final del Evangelio de san Mateo, casi a la despedida de Jesús. A mi me resulta curioso observar cómo este evangelista, que fue elegido siendo de profesión publicano y públicamente considerado como un hombre pecador, comienza a contar la predicación del Señor con el discurso las Bienaventuranzas y termina con el del Juicio final: dos textos en que se ve el tono provocador que adopta en ocasiones la bellísima predicación del Señor. Se ve que consideraba este discípulo que su llamada al apostolado tuvo también algo de provocativo; y así es su Evangelio.
La vida como bendición
Pero de este discurso, un día como hoy querría fijarme en esta frase: -"Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros". Así pues, Cristo, el Dios humanado, llama a a los hombres “Benditos de mi Padre”, incluidos los parias del mundo, a los que llama "mis hermanos pequeños"; y a los que no consideran parias a los parias. Así pues, el hombre es bendito de Dios, la vida humana es bendición de Dios. Bendición ante todo para sí mismo, para el que la recibe: principio para él de la existencia y todos los dones, que tiene su origen en el acto creador, en Dios, en aquel “hagamos al hombre a nuestra imagen, y alentó su aliento en su rostro: es mi hijo, el amado…”. Así, pues, tú eres don de Dios a ti mismo, regalo de Dios, y nadie puede decidir por ti esta bondad, la conveniencia o no de tu vida, la oportunidad o no de tu existir, una vez que él te la da: eres de Cristo, eres de Dios, amado de Dios. Y esto se lo puedes decir al bebé, incluso cuando está dentro del seno. Ya sabéis que pertenezco a una familia de muchos hermanos, doce. Hace poco encontré el diario de mi madre, que falleció hace unos meses, y allí va contando su vida, sus embarazos y nacimientos. Al poco de nacer uno de nosotros anota ella: " mi niño es un encanto. Es lo más guapo, lo más bonito, lo más bueno que hay. ¡qué gusto bañarlo, arreglarlo, contemplarlo ( aunque sea a las tres de la madrugada) plancharle su ropita. Me gustaría ahora, mientras es tan chiquitín, estar solo para él. El y yo solitos. Pero eso no puede ni debe ser. Es lo que me pierde un poco. Tengo que estar pendiente de las demás cosas de la casa y de mis otras obligaciones.(...) hace una tarde hermosa. Mi niño duerme como un angelito. Jesús mío, cuídate de el! Si no fuera por Tí qué sería de ese cuerpecito tan tierno que a la menor cosa se puede descomponer! Que vele Tu Angel su sueño. " Podéis imaginar la emoción que sus hijos hemos experimentado al leer estas revelaciones sobre sus sentimientos hacia nosotros. ¡Pero es que Dios es el que dice esto de cada criatura suya: él es padre y madre, más que nuestra madre aún! ¿Quién puede decirle a alguien que sobra?
La vida es una bendición también para los demás, para el mundo, incluso si está debilitado, si está enfermo. A nadie le podemos decir como en el cole: mira, el equipo son seis y tú eres el séptimo. Y la vida es, por último una bendición para el Dios que la crea. Por tanto los cristianos nunca aceptaremos que el aborto pueda ser moralmente justificado, ni que la sociedad se desentienda cruelmente de los niños concebidos o de sus madres. Porque son Benditos de mi padre.
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. »
Del capítulo 25 del evangelio de san Mateo
Hoy, como final del Año litúrgico, celebramos la realeza universal de Jesús: Jesucristo Rey del universo . Al encarnarse, él se ha convertido en Señor del universo, en medida juez de todo el bien creado. Y por eso ante él serán presentadas todas las naciones, con la medida de Cristo serán juzgadas. Todas las naciones: los países, los sindicatos, el artes, las empresas, los sistemas financieros, tu barrio, los partidos políticos, y los equipos de fútbol, y cada uno de nosotros: porque él es el Señor del mundo. No son Obama ni Cameron, ni Juncker, ni el FM ni Ban Ki Mon. No lo es la moda, ni el NYT. Es Cristo, el Hijo del Dios vivo. A veces predicamos esta fiesta diciendo: -Por favor, seamos buenos y dejemos reinar a Cristo en nuestro corazón, en nuestra conducta; así Cristo reinará. Vale, eso está bien como predicación piadosa, pero que conste que Cristo no reina porque nosotros se lo concedamos graciosamente. Él es el Rey del cosmos por nacimiento: "¡tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre, Señor!", porque él es Dios encarnado.
Un discurso provocador
La liturgia hoy nos evangeliza con este texto de san Mateo con el discurso sobre el Juicio final. Un discurso del Señor intencionalmente provocador, porque al hablar de los elegidos no señala entre ellos, como como sería obvio -y es así lo hace en otros momentos-, a los que han creído, a los que se han convertido de su vida deplorable, a los que han sido audaces para entregar su barca y sus redes y su casa, que así recibirán el ciento por uno… Sino que, de un modo sorprendente señala a los que todos olvidamos, y así les revela cómo Dios se conmueve ante el sufrimiento provocado por el abandono: la carne sufriente de Cristo en el mundo, como le gusta decir al Papa Francisco.
El texto pertenece a el final del Evangelio de san Mateo, casi a la despedida de Jesús. A mi me resulta curioso observar cómo este evangelista, que fue elegido siendo de profesión publicano y públicamente considerado como un hombre pecador, comienza a contar la predicación del Señor con el discurso las Bienaventuranzas y termina con el del Juicio final: dos textos en que se ve el tono provocador que adopta en ocasiones la bellísima predicación del Señor. Se ve que consideraba este discípulo que su llamada al apostolado tuvo también algo de provocativo; y así es su Evangelio.
La vida como bendición
Pero de este discurso, un día como hoy querría fijarme en esta frase: -"Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros". Así pues, Cristo, el Dios humanado, llama a a los hombres “Benditos de mi Padre”, incluidos los parias del mundo, a los que llama "mis hermanos pequeños"; y a los que no consideran parias a los parias. Así pues, el hombre es bendito de Dios, la vida humana es bendición de Dios. Bendición ante todo para sí mismo, para el que la recibe: principio para él de la existencia y todos los dones, que tiene su origen en el acto creador, en Dios, en aquel “hagamos al hombre a nuestra imagen, y alentó su aliento en su rostro: es mi hijo, el amado…”. Así, pues, tú eres don de Dios a ti mismo, regalo de Dios, y nadie puede decidir por ti esta bondad, la conveniencia o no de tu vida, la oportunidad o no de tu existir, una vez que él te la da: eres de Cristo, eres de Dios, amado de Dios. Y esto se lo puedes decir al bebé, incluso cuando está dentro del seno. Ya sabéis que pertenezco a una familia de muchos hermanos, doce. Hace poco encontré el diario de mi madre, que falleció hace unos meses, y allí va contando su vida, sus embarazos y nacimientos. Al poco de nacer uno de nosotros anota ella: " mi niño es un encanto. Es lo más guapo, lo más bonito, lo más bueno que hay. ¡qué gusto bañarlo, arreglarlo, contemplarlo ( aunque sea a las tres de la madrugada) plancharle su ropita. Me gustaría ahora, mientras es tan chiquitín, estar solo para él. El y yo solitos. Pero eso no puede ni debe ser. Es lo que me pierde un poco. Tengo que estar pendiente de las demás cosas de la casa y de mis otras obligaciones.(...) hace una tarde hermosa. Mi niño duerme como un angelito. Jesús mío, cuídate de el! Si no fuera por Tí qué sería de ese cuerpecito tan tierno que a la menor cosa se puede descomponer! Que vele Tu Angel su sueño. " Podéis imaginar la emoción que sus hijos hemos experimentado al leer estas revelaciones sobre sus sentimientos hacia nosotros. ¡Pero es que Dios es el que dice esto de cada criatura suya: él es padre y madre, más que nuestra madre aún! ¿Quién puede decirle a alguien que sobra?
La vida es una bendición también para los demás, para el mundo, incluso si está debilitado, si está enfermo. A nadie le podemos decir como en el cole: mira, el equipo son seis y tú eres el séptimo. Y la vida es, por último una bendición para el Dios que la crea. Por tanto los cristianos nunca aceptaremos que el aborto pueda ser moralmente justificado, ni que la sociedad se desentienda cruelmente de los niños concebidos o de sus madres. Porque son Benditos de mi padre.
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