Almudena, Patrona de la ciudad de Madrid
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijoj.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
(Del capítulo 19 del evangelio de san Juan)
"¡He ahí a tu hijo; he ahí a tu madre!"
"Mujer, he ahí a tu hijo". Esta dramática escena del Calvario, que acabamos de escuchar, ha conmovido siempre a los cristianos, que la han reproducido en miles de lugares. Jesús agonizante, desnudo y fijado a una cruz mediante clavos, no posee al final nada; no tiene más que su Madre y a uno de sus discípulos, Juan, el más joven, preferido también de su corazón. Y enuncia una especie de testamento en que les entrega uno al otro recíprocamente. (Así terminó el periplo vital del mesías, o pareció terminar, ya que en realidad del grano desnudo de trigo, caído en tierra y muerto, salió la floración inimaginable de la Iglesia, de la santidad para el mundo y para la eternidad). Juan Pablo II, que tenía una conmovedora devoción a María, afirmaba que en Juan estábamos todos representados, estaba la Iglesia entera -los discípulos del Señor-, empezando por él mismo: "Totus tuus, Maria", soy todo tuyo. Y yo pensaba que Jesús ha querido que sea así: la Iglesia no es nuestra, para que hagamos lo que nos plazca con ella, sino que es suya; y él la confía a su Madre, la hace Madre nuestra: “Sé de María, y serás nuestro”, dice san Josemaría en Camino. Así, en la Iglesia, la que parece más pequeña es la más grande: la esclava está por encima de Pedro y todos: nadie puede arrogarse la representación de la Iglesia, sino María. María es la Iglesia primera, la Iglesia naciente: es la esencia del cristianismo. No es el sacerdocio, ni la misión, ni el martirio, ni el apóstol… es la que dice: “he aquí la esclava del Señor, hágase según tu palabra”.
Mirarse
Y en ella hay que mirarse siempre. En ella tiene que mirarse siempre la Iglesia; y tú también, que eres la Iglesia en pequeño. Y tu familia, también. Es preciso mirarse en ella como hacen los niños: no es ninguna tontería (recuerdo a J.A. Marina cómo lo explica incluso científicamente en uno de sus libros). Hay que preguntarse: -¿Esto le gustaría, le agradaría a María, mi Madre?
Que no falte, por tanto, en vuestra casa una bonita imagen de María. Es más: que no falte en tu cuarto, en tu cartera. Muy bien tener la tarjeta del banco, la del citi, la de fidelización de Mercadona y de la gasolinera y del Corte Inglés… ¿y la Virgen, tu Madre?
Almudena y Madrid
La advocación de la Almudena -la Ciudadela en árabe, más o menos- tiene su origen, como sabéis en la conquista de Madrid por Alfonso VI en 1085, tal día como hoy. En uno de los cubos de la muralla se halló esta Santa María la Real, la Reina. La "ciudad" es también la Iglesia, pero ahora nos referimos a la ciudad material, que queremos poner bajo su protección: su bienestar material y su calidad espiritual (cuando falta calidad espiritual tampoco hay bienestar material), la labor de sus autoridades civiles y eclesiásticas, y de todos los que trabajan o queremos trabajar por el bien común.
Orar juntos a la Virgen
Que no falte nunca el diálogo con María, la oración diaria. Hay oraciones tan bonitas a la Virgen…, comenzando por la salutación, el Ave María. ¡Y se puede rezar en cualquier lugar y en cualquier momento! Que no falte tampoco la oración a María en familia, en pareja, entre hermanos. Metamos de veras a María no ya en la ciudad, sino en los corazones de la ciudad, comenzando hoy por el de cada uno de los que estamos aquí.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijoj.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
(Del capítulo 19 del evangelio de san Juan)
"¡He ahí a tu hijo; he ahí a tu madre!"
"Mujer, he ahí a tu hijo". Esta dramática escena del Calvario, que acabamos de escuchar, ha conmovido siempre a los cristianos, que la han reproducido en miles de lugares. Jesús agonizante, desnudo y fijado a una cruz mediante clavos, no posee al final nada; no tiene más que su Madre y a uno de sus discípulos, Juan, el más joven, preferido también de su corazón. Y enuncia una especie de testamento en que les entrega uno al otro recíprocamente. (Así terminó el periplo vital del mesías, o pareció terminar, ya que en realidad del grano desnudo de trigo, caído en tierra y muerto, salió la floración inimaginable de la Iglesia, de la santidad para el mundo y para la eternidad). Juan Pablo II, que tenía una conmovedora devoción a María, afirmaba que en Juan estábamos todos representados, estaba la Iglesia entera -los discípulos del Señor-, empezando por él mismo: "Totus tuus, Maria", soy todo tuyo. Y yo pensaba que Jesús ha querido que sea así: la Iglesia no es nuestra, para que hagamos lo que nos plazca con ella, sino que es suya; y él la confía a su Madre, la hace Madre nuestra: “Sé de María, y serás nuestro”, dice san Josemaría en Camino. Así, en la Iglesia, la que parece más pequeña es la más grande: la esclava está por encima de Pedro y todos: nadie puede arrogarse la representación de la Iglesia, sino María. María es la Iglesia primera, la Iglesia naciente: es la esencia del cristianismo. No es el sacerdocio, ni la misión, ni el martirio, ni el apóstol… es la que dice: “he aquí la esclava del Señor, hágase según tu palabra”.
Mirarse
Y en ella hay que mirarse siempre. En ella tiene que mirarse siempre la Iglesia; y tú también, que eres la Iglesia en pequeño. Y tu familia, también. Es preciso mirarse en ella como hacen los niños: no es ninguna tontería (recuerdo a J.A. Marina cómo lo explica incluso científicamente en uno de sus libros). Hay que preguntarse: -¿Esto le gustaría, le agradaría a María, mi Madre?
Que no falte, por tanto, en vuestra casa una bonita imagen de María. Es más: que no falte en tu cuarto, en tu cartera. Muy bien tener la tarjeta del banco, la del citi, la de fidelización de Mercadona y de la gasolinera y del Corte Inglés… ¿y la Virgen, tu Madre?
Almudena y Madrid
La advocación de la Almudena -la Ciudadela en árabe, más o menos- tiene su origen, como sabéis en la conquista de Madrid por Alfonso VI en 1085, tal día como hoy. En uno de los cubos de la muralla se halló esta Santa María la Real, la Reina. La "ciudad" es también la Iglesia, pero ahora nos referimos a la ciudad material, que queremos poner bajo su protección: su bienestar material y su calidad espiritual (cuando falta calidad espiritual tampoco hay bienestar material), la labor de sus autoridades civiles y eclesiásticas, y de todos los que trabajan o queremos trabajar por el bien común.
Orar juntos a la Virgen
Que no falte nunca el diálogo con María, la oración diaria. Hay oraciones tan bonitas a la Virgen…, comenzando por la salutación, el Ave María. ¡Y se puede rezar en cualquier lugar y en cualquier momento! Que no falte tampoco la oración a María en familia, en pareja, entre hermanos. Metamos de veras a María no ya en la ciudad, sino en los corazones de la ciudad, comenzando hoy por el de cada uno de los que estamos aquí.
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