(3 de Adviento)
"Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: -¿Tú quién eres? El confesó sin reservas: - Yo no soy el Mesías. Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Allanad el camino del Señor', como dijo el profeta Isaías".
(Del capítulo primero del evangelio de san Juan)
La Virgen y Juan el Bautista
Hay dos figuras emblemáticas del Adviento: la Virgen María y san Juan Bautista. María nos inspira en nuestra espera -en nuestra expectación del Señor- porque ella esperó así, como nosotros, el nacimiento de Jesús que estaba ya en su seno. Allí le presentía y sentía, y así meditaba qué misterio encerraría aquella criatura, concebida como verdadero hijo de Dios. Es la imagen de un aspecto del Adviento bien vivido, que es el de un tipo especial oración, que es la meditación. Si no se medita la palabra recibida es como si no se recibiera; y si no se recibe, no puede salvar (nuestros hermanos protestantes dan mucha importancia a la Palabra, y con razón. Nosotros los católicos damos tal vez más importancia al símbolo y al sacramento, y también al mandamiento. Todo es importante, pero no debemos olvidar que la Palabra se hizo carne para salvarnos. Nos salva la palabra. La palabra humana es el único modo de llegar al alma de una persona. Con una palabra hacemos llorar o reír, enamoramos o infundimos miedo; una palabra puede cambiar nuestra vida, al iluminar por completo la vida. Nosotros actuamos en el corazón de los demás por la palabra. Y Dios también.
La palabra que nos salva
Pero con sólo que se pronuncie -o incluso se oiga- la palabra ella sola no salva, claro. A Jesús le oyeron multitudes, pero -como dijo quejándose irónicamente con palabras de un antiguo profeta- "tienen ojos pero no ven, oídos, pero no oyen: se ha endurecido su corazón, no sea les pueda salvar". En realidad, Dios salva al "meterse" en nuestra vida; al enamorarnos, nos cambia. Entra por la palabra y a través de ella nos salva, puesto que la "fe nace de lo que se oye" (fides ex auditu). Pero es lo que se oye y penetra, porque se medita. ¿Por qué no, pues, preparar la Navidad meditando todos los días la palabra, como María? En Alemania tienen la costumbre de celebrar la Nochebuena leyendo el capítulo 2 del evangelio de san Lucas. Nosotros podríamos coger la costumbre de preparar la navidad leyendo el santo evangelio un rato todas las noches. En realidad, si no conocemos el evangelio es muy difícil que se nos pueda considerar cristianos.
Trabajar el corazón
El otro paradigma del Adviento es el Bautista, aquel pariente de Jesús, casi coetáneo suyo, que estuvo desde el seno materno ungido por el Espíritu profético. Siendo aún casi de niño se retira al desierto, y allí medita, escucha... Y empieza a anunciar y a profetizar con tanta fuerza -tenía en su seno la Palabra- que miles de personas salían a escucharle a la estepa que hay junto la desembocadura del Jordán en el Mar Muerto. Juan es también paradigma, inspiración, para el Adviento, porque dice y persuade a la gente de que hay que preparar una calzada a Dios, una carretera, un camino por donde pueda venir. No sólo se trata, pues, de meditar, sino también de "trabajar" interiormente. Al hablar de carreteras y caminos habla metafóricamente, claro; ser refiere en realidad a las actitudes interiores, que son como "caminos" que permiten a Dios adentrarse en nuestro territorio espiritual. Pues podría ocurrir que Dios viniera y uno estuviese tan endurecido y sordo, o fuera tan frívolo pensando sólo en divertirse, que ni siquiera se enterase de la cercanía tan dramática del Señor. Para él sería como si no hubiese venido. Y entre nuestras celebraciones familiares preguntándose: ¿Qué están celebrando estos? Porque a mi desde luego no es.
Obras de penitencia
Juan habla es de la penitencia, de "obras de penitencia". A aquellos buenos judíos que acudían a él a escucharle, como nosotros les argüía: -"No penséis '¡nosotros somos hijos de Abrahán!', porque Dios puede sacar de estas piedras hijos de Abrahan.
En otro tiempo la penitencia estuvo tasada: tanto de ayuno, tanto de limosna. Ahora no es posible. ¿Cómo determinar si a esta persona lo que le conviene es ayunar o más bien comer? Ahora el trabajo de buscar lo que necesita tu alma lo tienes que hacer tú: "¿qué tengo que quitar, qué tengo que poner...?" Tal vez dejar el mando del televisor a mi mujer, tal vez llegar antes a casa, tal vez no salir hasta tan tarde, tal vez mejorar mi lenguaje para que sea más respetuoso y amable, tal vez no estar mirando todo el día el gasap? Pues, tal vez. ¿Dónde, si no, vas a encontrar tu penitencia, lo que debes cambiar?
Es el Domingo se llama "Gaudete", por las palabras de san Pablo que se leen en las lecturas: "Gozaos siempre en el Señor...". El gozo parece como más que la alegría. Decimos: "¡Qué gozada!", cuando se une el placer a la alegría. Y lo es realmente el encuentro con Jesús que viene. Pero no lo será si no nos enteramos o si no nos preparamos. Será, a lo más, una vulgar comilona; pero no un banquete del corazón.
"Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: -¿Tú quién eres? El confesó sin reservas: - Yo no soy el Mesías. Yo soy la voz que grita en el desierto: 'Allanad el camino del Señor', como dijo el profeta Isaías".
(Del capítulo primero del evangelio de san Juan)
La Virgen y Juan el Bautista
Hay dos figuras emblemáticas del Adviento: la Virgen María y san Juan Bautista. María nos inspira en nuestra espera -en nuestra expectación del Señor- porque ella esperó así, como nosotros, el nacimiento de Jesús que estaba ya en su seno. Allí le presentía y sentía, y así meditaba qué misterio encerraría aquella criatura, concebida como verdadero hijo de Dios. Es la imagen de un aspecto del Adviento bien vivido, que es el de un tipo especial oración, que es la meditación. Si no se medita la palabra recibida es como si no se recibiera; y si no se recibe, no puede salvar (nuestros hermanos protestantes dan mucha importancia a la Palabra, y con razón. Nosotros los católicos damos tal vez más importancia al símbolo y al sacramento, y también al mandamiento. Todo es importante, pero no debemos olvidar que la Palabra se hizo carne para salvarnos. Nos salva la palabra. La palabra humana es el único modo de llegar al alma de una persona. Con una palabra hacemos llorar o reír, enamoramos o infundimos miedo; una palabra puede cambiar nuestra vida, al iluminar por completo la vida. Nosotros actuamos en el corazón de los demás por la palabra. Y Dios también.
La palabra que nos salva
Pero con sólo que se pronuncie -o incluso se oiga- la palabra ella sola no salva, claro. A Jesús le oyeron multitudes, pero -como dijo quejándose irónicamente con palabras de un antiguo profeta- "tienen ojos pero no ven, oídos, pero no oyen: se ha endurecido su corazón, no sea les pueda salvar". En realidad, Dios salva al "meterse" en nuestra vida; al enamorarnos, nos cambia. Entra por la palabra y a través de ella nos salva, puesto que la "fe nace de lo que se oye" (fides ex auditu). Pero es lo que se oye y penetra, porque se medita. ¿Por qué no, pues, preparar la Navidad meditando todos los días la palabra, como María? En Alemania tienen la costumbre de celebrar la Nochebuena leyendo el capítulo 2 del evangelio de san Lucas. Nosotros podríamos coger la costumbre de preparar la navidad leyendo el santo evangelio un rato todas las noches. En realidad, si no conocemos el evangelio es muy difícil que se nos pueda considerar cristianos.
Trabajar el corazón
El otro paradigma del Adviento es el Bautista, aquel pariente de Jesús, casi coetáneo suyo, que estuvo desde el seno materno ungido por el Espíritu profético. Siendo aún casi de niño se retira al desierto, y allí medita, escucha... Y empieza a anunciar y a profetizar con tanta fuerza -tenía en su seno la Palabra- que miles de personas salían a escucharle a la estepa que hay junto la desembocadura del Jordán en el Mar Muerto. Juan es también paradigma, inspiración, para el Adviento, porque dice y persuade a la gente de que hay que preparar una calzada a Dios, una carretera, un camino por donde pueda venir. No sólo se trata, pues, de meditar, sino también de "trabajar" interiormente. Al hablar de carreteras y caminos habla metafóricamente, claro; ser refiere en realidad a las actitudes interiores, que son como "caminos" que permiten a Dios adentrarse en nuestro territorio espiritual. Pues podría ocurrir que Dios viniera y uno estuviese tan endurecido y sordo, o fuera tan frívolo pensando sólo en divertirse, que ni siquiera se enterase de la cercanía tan dramática del Señor. Para él sería como si no hubiese venido. Y entre nuestras celebraciones familiares preguntándose: ¿Qué están celebrando estos? Porque a mi desde luego no es.
Obras de penitencia
Juan habla es de la penitencia, de "obras de penitencia". A aquellos buenos judíos que acudían a él a escucharle, como nosotros les argüía: -"No penséis '¡nosotros somos hijos de Abrahán!', porque Dios puede sacar de estas piedras hijos de Abrahan.
En otro tiempo la penitencia estuvo tasada: tanto de ayuno, tanto de limosna. Ahora no es posible. ¿Cómo determinar si a esta persona lo que le conviene es ayunar o más bien comer? Ahora el trabajo de buscar lo que necesita tu alma lo tienes que hacer tú: "¿qué tengo que quitar, qué tengo que poner...?" Tal vez dejar el mando del televisor a mi mujer, tal vez llegar antes a casa, tal vez no salir hasta tan tarde, tal vez mejorar mi lenguaje para que sea más respetuoso y amable, tal vez no estar mirando todo el día el gasap? Pues, tal vez. ¿Dónde, si no, vas a encontrar tu penitencia, lo que debes cambiar?
Es el Domingo se llama "Gaudete", por las palabras de san Pablo que se leen en las lecturas: "Gozaos siempre en el Señor...". El gozo parece como más que la alegría. Decimos: "¡Qué gozada!", cuando se une el placer a la alegría. Y lo es realmente el encuentro con Jesús que viene. Pero no lo será si no nos enteramos o si no nos preparamos. Será, a lo más, una vulgar comilona; pero no un banquete del corazón.
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