miércoles, 29 de junio de 2016

Ascensión. ¿Ver para creer?

 (La ascensión del Señor al cielo. 8 de mayo 2016)

Echar de menos a Jesús      
En la generación de nuestros padres  y abuelos se decía: "Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión". Efectivamente, aunque lo celebramos hoy, domingo, veis que San Lucas cuenta que este suceso del que fueron testigos los discípulos, la ascensión de Jesús al cielo, ocurrió cuarenta días después de la resurrección, tal día como el pasado jueves. Quizá precisamente por no celebrarlo el jueves no haga hoy buen tiempo... Así, pues, Jesús, desde un jueves como el pasado dejamos de verte con estos ojos, dejamos de ver tu figura, la figura de tu cuerpo; y de oír el sonido de tu voz, y ver la sonrisa de tu boca y percibir el calor a tu vera. Desde entonces sólo te vemos como te vemos ahora: tras la figura de este pan del que un día dijiste: "Tomad y comed, porque esto es mi cuerpo". O cuando escuchamos tus palabras en la proclamación del. "No es fácil, en realidad, acostumbrarse a la ausencia física de Jesús. Echamos de menos su palabra humana, su forma de actuar, de mirar, de sonreír, de hacer el bien. Querríamos volver a mirarle de cerca, cuando se sienta al lado del pozo cansado por el duro camino, cuando llora por Lázaro, cuando ora largamente, cuando se compadece de la muchedumbre. Siendo Dios, se hizo hombre, perfecto hombre, carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. Y se separa de nosotros, para ir al Cielo. ¿Cómo no echarlo en falta? (S. Josemaría Escrivá)
Pero querría plantearos una pregunta: ¿Lo reconoceríamos si estuviera entre en medio de nosotros? ¿Reconocemos "al que viene en nombre del Señor" cuando llega? Porque lo cierto fue que muchos de los que veían tu cuerpo, escucharon tu voz y palparon tus manos, no creyeron, no distinguieron nada especial, no se dieron cuenta de con quien hablaban… Hombre, diréis, si viéramos los milagros... Pero recordad su queja: "Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen… se ha endurecido su corazón…"

Cambiar yo, para poder descubrirle vivo
Podríamos también argüir: ¿Y por qué no se nos hace ver más claramente? Pero en seguida me doy cuenta de que él podría contestarnos: ¿Qué claridad falta, la mía o más bien la tuya? "Si tú conocieras el don de Dios -recuerdas que le dice a la mujer samaritana- y quién es el que te dice 'dame de beber'… tú le pedirías a él, y te daría agua viva”, una fuente para ti sólo. Si yo te reconociera, si te descubriera. “Es el Señor”, como san Juan desde aquella barca… "El que me ama guardará mi palabra, y mi padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él…", dijo en otra ocasión, respondiendo a la cuestión de por qué se había revelado a unos pocos y no a todo el mundo.
En fin, estamos terminando la pascua. ¿Ha supuesto en mi un cierto cambio, una mejora, he curado las  heridas, he cambiado mi vida, me he encontrado con él íntimamente, he sentido su poder de curación? Siempre nos quedamos cortos, ¡verdad?. Pero, como aquellos discípulos del día de la ascensión, volvemos contentos a Jerusalén, a la Iglesia, con María, felices. Allí en medio también está -misteriosamente- el Señor.

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