viernes, 17 de febrero de 2012

Jesús y el leproso




To 6 b
Si tú quieres, puedes limpiarme
La durísima ley profiláctica sobre los leprosos, que se remontaba a Moisés, sirve de marco hoy a la maravilla de este encuentro de Jesús con uno de ellos. 
Al ver que aquel Rabbí cura a los enfermos y expulsa a Satanás, nace en aquel hombre la fe en Jesús como verdadero Mesías de Yahvé; y se acerca a él convencido de que Yahvé, que es padre de los pobres, no le rechazará.
Con una maravillosa sencillez le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”. Es maravillosa la humildad y la confianza con que pide, el abandono. ¡Qué lección para nosotros, para nuestras enfermedades! Sobre todo para las enfermedades del alma: las que nos comen por dentro, nos sacan de la comunidad, de la vida entre los hermanos…
Jesús tiene con este hombre un gesto liberador y lleno de amor: lo toca sin reparo. Muestra su señorío sobre el mal y su amor por los que lo sufren, premia su fe: queda limpio…
Así ha hecho la Iglesia (y sigue haciendo) con los enfermos de lepra y de otras enfermedades que suponen un estigma social, sin temor y a sus propias expensas. Uno de cada cuatro enfermos de sida del mundo es atendido por una institución sanitaria católica. Esto es una maravilla y así ha de ser siempre: es el evangelio encarnado.
Hablábamos de la Jornada del enfermo. Yo os animo a que sigamos teniendo  todo el año esto muy presente, que no dejemos de promover el acompañamiento, la atención de los enfermos, incluso de personas que no tienen que ver con nosotros; aunque digo mal: porque son nuestros hermanos.
A la vez, no os olvidéis hoy de los que tienen alguna enfermedad terrible del alma: alguna atadura que les impide volar: rezad siempre por ellos, no os apartéis nunca de ellos: tocadles con vuestra caridad.
Y si alguna vez somos nosotros los ‘agraciados’ por un mal moral que nos domina, no dudemos en ir al Señor con la sencillez de este hombre: Tú puedes curarme, no me dejes, no pases por delante: limpia mi corazón.

No hay comentarios: