martes, 2 de junio de 2015

Levantado sobre la tierra. El triunfo de Cristo

(22 de marzo 2015. 5Dom Cuaresma)

"Al día siguiente, la gran multitud que había venido para la fiesta, se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén.Y, tomando hojas de palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo:
"¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!".
12:14 Al encontrar un asno, Jesús montó sobre él, conforme a lo que está escrito:
12:15 No temas, hija de Sión;
ya viene tu rey,
montado sobre la cría de un asna. 
(...)Los fariseos se dijeron unos a otros: "¿Ven que no adelantamos nada? Todo el mundo lo sigue".
 Él les respondió:
"Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser glorificado".
(Del capítulo 12 del evangelio según san Juan)

El evangelio que hemos leído hoy nos sitúa en la entrada hizo Jesús en Jerusalén, con cierta solemnidad, durante las fiestas de Pascua en las que fue arrestado, juzgado y ejecutado. Acaba de entrar. Veis que la gente vitorea y los príncipes se muestran inquietos e incluso nerviosos (temen, quizá sin motivo, que se produzca en ese momento un altercado o una especie de sedición y todo se fastidie, empezando por la celebración festiva); les asusta que hasta unos gentiles acudan a conversar con Jesús, interesándose por el reino… Es el último "éxito" de Jesús. También la última epifanía -la voz que suena como un trueno, en medio del tumulto-; ha llegado "la" hora, su hora. Así comienza también la última semana de cuaresma, antes de la Pasión. 

La victoria paradójica de Jesús
Jesús vaticina que va a ser levantado en lo alto y dice que así atraerá a todo. El evangelista anota que se trató de un anuncio profético del paradójico triunfo de la Cruz; quiere señalar que Cristo no venció al mundo destruyéndolo con su poder, sino enfrentándose al mal sin más armas que la verdad. Porque así movió a los puros de corazón, a los sinceros, a los que reconocen su pecado y su necesidad, y les ofreció el perdón y el paraíso, al paso que los orgullosos, los displicentes y los engreído se quedaron fuera. ¡Todo como lo había anunciado María: "derribó de su trono a los poderosos y levantó a los humildes"! En realidad, es ese el mayor tesoro del hombre: un corazón puro, limpio; una mirada limpia sobre la propia vida y sobre la obra de Dios. Jesús dijo una vez que era del corazón humano de donde salía lo que le manchaba, y no de lo que entraba de fuera: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre". Y cuando se pierde ese corazón limpio –porque se pierde, porque todos tenemos el enemigo dentro- y la humildad para acudir a él, que es el que nos cura, entonces queda el corazón en sombras. ¿Os habéis fijado en el responsorio que hemos rezado hoy? Pertenece al salmo 50,  compuesto por el rey David, según la tradición, con motivo de su arrepentimiento tras su adulterio y su crimen contra Urías, uno de sus oficiales. ¡Qué oración más bonita! San Josemaría tenía la costumbre de recitarla todas las noches tumbado de bruces en el suelo.

"Cuando sea levantado sobre la tierra atraeré a todos"
También decía san Josemaría -comentando el evangelio de hoy- que Cristo necesitaba hoy también ser levantado por vosotros, los cristianos laicos –con una vida santa en medio de la sociedad civil-, en lo alto de todas las actividades humanas, para atraer a todos a él: por vuestra honradez, por vuestra generosidad, vuestro espíritu de servicio ciudadano, por el modo en que brilla en vuestras familias, por vuestra alegría… Así, como entonces, el grano de trigo –que fue Cristo- volverá a dar frutos de vida para el mundo entero

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