lunes, 25 de mayo de 2020

En la Ascensión del Señor a los cielos

2020 Fiesta de la Ascensión del Señor

Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 
Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. 
(Del libro de los Hechos de los apóstoles, cap. 1)

Queridos amigos: ¡me alegro muchísimo de veros de nuevo después de estos meses de cuarentena! No nos hemos visto, pero Jesús, como acabamos de escuchar en la lectura del evangelio, ha seguido entre nosotros: "yo estaré con vosotros siempre, hasta el final de los tiempos".  Ha seguido Jesús aquí en el sagrario, donde le hemos acompañado todo el tiempo. Y cuando, sin vosotros, celebrábamos a solas la eucaristía, nos consta que estabais todos intensamente presente junto a nosotros. Y creo que también ha estado en vuestro hogares como nunca.


Hoy conmemoramos la ascensión al cielo de Jesús; de la carne glorificada del Señor resucitado ("tocadme y daos cuenta de que no soy un fantasma", les dice en el cenáculo) a la diestra del Padre -al centro del misterio divino, de donde procedía-, para estar ya siempre allí intercediendo por nosotros, sus hermanos en la tierra. Esa carne, ese cuerpo de Cristo, que en breve estará también entre nosotros, sobre este altar.

 El relato del libro de los Hechos de los Apóstoles dice que ocurrió cerca de Jerusalén (aún se conserva allí la tradición del lugar preciso), y que estuvo precedido de una comida junto al centenar de discípulos que lo presenció. Y que en ese último coloquio le hicieron esta pregunta, llena al la vea de deseo: "¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?". Querría ahora meditar sobre esta pregunta y la respuesta, aparentemente evasiva, de Jesús: "No os toca saber la hora preparada por el Padre para ese acontecimiento..."

Como los discípulos,  nuestro corazón le pregunta a menudo: ¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino? ¿Es ahora cuando vas a reinar en la historia, para siempre, cuando vas a cumplir tus promesas? Se te ha dado todo poder en el cielo y en la tierra ¿Por qué no actúas ahora, ya? Por qué aún tiene el mundo -y tu Iglesia- que debatirse en el conflicto continuo del bien y el mal? Podrías hacerlo. Sería un consuelo para nosotros, un descanso en esta lucha del bien y el mal. O, mejor, del mal contra el bien. En el mundo y también dentro de mi mismo…

Jesús les responde -y nos responde a nosotros-: “No os toca por ahora saber los planes del Padre…” ¡Vosotros no siempre sabéis mi mente, la hondura de mi bondad, ni de mi sabiduría!
Y desconocéis también vuestra grandeza: la grandeza de vuestra misión en la historia, de la que vais a ser protagonistas: “Recibiréis el Espíritu Santo…”, que os transformará, que os convertirá en mis testigos y mis manos y mi voz en la historia y en sus logros y fracasos: seréis mis testigos por generaciones y generaciones. Pues Dios quiere que el cielo -que es el mundo redimido y glorificado por su presencia- se llene. Y nosotros somos los protagonista de esa aventura, que comenzó con la creación del hombre.

Nosotros querríamos siempre que Dios terminara ya con los problemas y reinara, porque somos impacientes respecto a lo bueno. Dios en cambio quiere que la historia se desarrolle, que se llene de hijos suyos, aunque eso suponga también que el mal se multiplique de algún modo , como en la parábola del trigo y la cizaña. Querríamos que Él lo hiciera todo ya; ya y del todo, con su poder. Él  en cambio quiere que lo hagamos nosotros con responsabilidad y amor, porque para eso nos creó a su imagen y semejanza. Por eso, "recibiréis el Espíritu santo, que descenderá sobre vosotros, y así seréis mis testigos..."

"Recibiréis el Espíritu santo…" Dejémonos llenar, no nos distraigamos. Le recibimos especialmente en los sacramentos, ahora que podemos hacerlo. Tal vez con más ganas que nunca.

Pero así como el agua de la lluvia se puede recibir con un paraguas o dejándose empapar, así también a nosotros, ese don que Jesús hizo a todos diez días más tarde (y que nosotros actualizamos en la Confirmación. Es preciso que esta semana, junto a María, digamos de corazón, con sinceridad: "Ven, oh, santo Espíritu. Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor"

1 comentario:

Begochu Al-bayyāzīn dijo...

Si. El ha estado presente como nunca!