jueves, 5 de julio de 2012

¿Por qué escoge Dios?




29 junio 2012 San Pedro y San Pablo
Hoy celebra la iglesia romana a estos dos pilares de la Iglesia, tan diferentes entre sí, martirizados en Roma alrededor del año 64 durante la persecución decretada por el emperador Nerón. Uno era Pedro, el pescador de Betsaida establecido en Cafarnaún junto a su hermano Andrés y sus dos amigos, los hijos de Zebedeo. En casa se instaló Jesús durante el tiempo de su predicación en Galilea. Estando en esa casa se hizo aquella pregunta: “¿quién son mi madre y mis hermanos?”. De allí salía temprano, “antes de salir el sol” para apartarse a un lugar solitario y hacer oración.
 El otro pilar es Saulo, el fariseo convertido por la aparición de Jesús junto a Damasco. Saulo, san Pablo.
Lo primero que llama la atención al considerar al misterio de la vocación, de la invitación de Cristo al apostolado, es que el Señor escoge a quien quiere, no un tipo determinado de personas. Dios es capaz de hacer una obra de arte casi con cualquier material, si se muestra dócil a su acción, sincero de corazón, leal; si procura con empeño dejar obrar a la gracia. No hay gente “rara” para él o inasumible para su llamada. Llama a un recaudaror de impuestos, como Mateo, y a un fariseo casi fanático, como Saulo; a uno emparentado con la clase sacerdotal, como Juan, y a un galileo israelita sin engaño, como Natanael de Caná. Se ve que ninguno de nosotros es un cacharro inútil para Jesús; de todos es capaz de hacer un instrumento útil y bello, como los buenos artistas decoradores son capaces de convertir un cacharro viejo y roto en un centro de flores, o pintar un cuadro magnífico sobre una superficie de cualquier material.
Los dos elegidos tenían también defectos y carencias. Exageraciones en la buena intención,  orgullo, presunción, vagancia… pero también se puede decir de ellos que se apoyaron firmemente en un amor sincero y profundo a Jesús: "Señor, ¿a quien iríamos, tú tienes palabras de vidaeterna?", pregunta Pedro en una ocasión. Y en otra dice sinceramente: “¿Por qué no te puedo seguir ahora? ¡Yodaría mi vida por ti!”. Y san Pablo escribe: “Tengo todo por basura en comparación a haber conocido a Jesús”. Se puede decir, pues, que Jesús elige a cualquier tipo de persona, cosa que nos sorprende; pero no elige arbitrariamente: “Yo sé bien a quién he escogido”, dice en la Cena.
Por otra parte, el amor que tienen a Jesús no es puro sentimiento; no eran así aquellos hombres. Más bien es un cierto deslumbramiento, era un amor lleno de respeto por entrever lo extraordinario de la persona: “Tú eres el Mesías”, le dice Pedro. Las convicciones de fe, que nosotros compartimos con ellos, calan más o menos profundamente en un corazón, la fe no es siempre igual, ni en todos significa lo mismo . En ellos dos había producido una especie de fulgor interior: ¡es el Hijo de Dios y estoy hablando con él cara a cara!,parecen pensar. Alguien dijo que la vulgaridad consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta. En este caso no fue así.
Vamos, por tanto, a no descuidar nosotros nuestra cercanía con Jesús, especialmente a través de la constancia en la lectura y meditación del evangelio, con la gracia, porque “esto no te lo ha revelado la carne ni la sangres…”.

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