viernes, 5 de abril de 2013

El camino de Emaús



Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran (Del evangelio de san Lucas)
Cristo está vivo y actua. De un modo bastante misterioso para el mundo, puesto que esa nueva vida no es mortal como la nuestra, no está al alcance de nuestro capricho; pero vive. Ese es el mensaje. Nuestra fe en la Resurrección no consiste sólo en afirmar un acontecimiento ocurrido, sino en afirmar la presencia de Jesús vivo y actuante entre nosotros: "yo estaré con vosotros hasta la consumación del tiempo", había dicho, y lo cumple; aunque sólo le ven sus discípulos, los que creen en él (por eso se dice que sólo se le ve con los ojos de la fe). 

"Cristo está vivo y actua" es, seguramente, el objeto de las narraciones incluidas en los relatos evangélicos acerca de las apariciones del Señor a los primeros, durante los cuarenta días sucesivos a la Pascua. Parecían querer expresar:  "Cuando menos te lo esperas, aparece, está, y te encuentras con él". O mejor: él te encuentra a ti, sale a tu encuentro, siempre que tengas  la sinceridad yla valentía de abrirle el corazón y estar dispuesto a escuchar sus explicaciones, pero también sus reproches.

Cristo está de hecho muy cerca de ti -de nosotros- en el sagrario. Como en el camino de Emaús, su presencia es visible en cuanto física, pero no reconocible, sino por la gracia y la transformación interior: por la conversión. "Esto mi Cuerpo verdadero, el que se entregó por vosotros", nos dice desde esa figura que es el Pan eucaristizado y depositado en el sagrario. Cristo está igualmente en ese hermano que actúa en su nombre sacramentalmente: el sacerdote. Deja de ser Jorge o Francisco: es a Cristo a quien te manifiestas a través de él, aunque no te des cuenta. Es él el que te escucha en ese hermano, escucha tu dolor, tu arrepentimiento, tus consultas, tus dudas, y te pregunta, y te aconseja, te anima, te corrige, te perdona.
Cristo está -de otro modo- en la Escritura: cuando se recuerdan aquí sus palabras y su vida, se proclaman y se escuchan de corazón,  él mismo  habla al corazón de cada uno. Todos esos signos indican que está vivo y cerca, y nos conduce, nos puede conducir y guiar. Él camina junto a nosotros "en el camino de la vida" (como dice una de las plegarias eucarísticas), nos explica las escrituras y nos reparte el pan. De ese modo, además, se coloca al alcance de tu corazón, de tu palabra interior, de tu oración, de tu amor: de tu ternura o de tu arrepentimiento, de tu angustia o de tu amistad. Háblale sin miedo, pero escúchale también. Piensa  en qué crees que te diría, y verás que efectivamente te lo dice.

Cristo se hace presente en el mundo a través de sus discípulos, de la Iglesia -que sois vosotros, sus discípulos- unidos a María, a los apóstoles, a los obispos y al Papa. Todos los caminos del mundo se han convertido, por tanto, en camino de Emaús. Cuando por ellos camina un cristiano, Cristo se hace presente. O debería sentirse presente. Llegamos a ser "Cristo que pasa" con nuestro consejo, con nuestra caridad, con nuestra compasión, con nuestro modo nuevo de mirar las cosas, la historia, los negocios, la situación... Cuando lo llevamos dentro, lo portamos. Cuando antes nos hemos encontrado con él y nos hemos dejado transformar, se transparenta en nosotros, en nuestras palabras, en nuestras obras. Entonces Cristo se hace presente en el mundo deun nuevo modo: visible, eficaz. No es que antes no esté ya, sino que ahora se hace visible, se "encarna", se hace carne.

"Pero ellos no le reconocieron...". Jesús ¿se había ocultado a sus ojos... o tal vez no podía reconocerlo su corazón porque estaba entenebrecido por su propia ofuscación? No le reconocieron… ¿por qué el mundo no "descubre" a Cristo en mi? Invítale a que entre en tu casa, en ti, y se quede: "quédate con nosotros, porque atardece..." en mi mente, en mi cor, en mi casa, entre mis amigos, que serán tus amigos. Pídele, como hace este hermoso himno litúrgico



"Quédate con nosotros,
la tarde está cayendo; quédate.
 ¿Cómo te encontraremos al declinar el día,
si tu camino no es nuestro camino?
Detente con nosotros; la mesa está servida,
caliente el pan, y envejecido el vino.

¿Cómo sabremos que eres un hombre entre
los hombres
si no compartes nuestra mesa humilde?
Repártenos tu Cuerpo y el gozo irá alejando
la oscuridad que pesa sobre el hombre.
Vimos romper el día sobre tu hermoso rostro
y al sol abrirse paso por tu frente.
Que el viento de la noche no apague el fuego
vivo que nos dejó tu paso en la mañana."



1 comentario:

poetaporlibre dijo...

Hace bastantes años, en una convivencia hablando con un seminarista claretiano, le manifesté cuánto me hubiera gustado haber estado escuchando las explicaciones de Jesús referentes a su persona en las escrituras , que dió a sus discípulos camino de Emaús. Y que era una lástima que no se hubiera recogido ninguna, a lo que mi interlocutor me dió la razón.
Han pasado los años y el Señor ha querido satisfacer mi anhelo.
Entendí colmadas mis ansias cuando leí a Orígenes, ese Comentario al Cantar de los cantares, esas Homilías sobre el Génesis,... Y es que mi corazón también ardía en mi pecho cuando leía sus explicaciones sobre Jesús en las escrituras.