jueves, 11 de abril de 2013

"Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso"



(Segundo domingo de la Pascua 2013)
Queridos: Juan Pablo II quiso dedicar el domingo de la octava pascual -que recuerda la segunda aparición de Jesús en el Cenáculo- como Domingo de la Misericordia. Es una especie de fiesta en honor de la Misericordia, de la compasión y fidelidad divina, capaz de sufrir con y por nosotros, incluso 'de' nosotros. Es curioso que este santo Papa falleció precisamente un sábado víspera de esta jornada que él mismo había instituido. 

¿Qué es la misericordia? La palabra griega (que curiosamente tiene parentesco con nuestra palabra "limosna") traduce indistintamente dos términos hebreos: uno de ellos expresa la conmoción que se siente ante el sufrimiento de un hijo, de un amigo, de un inocente. La Biblia pone ese sentimiento en el corazón de Yahvé; ante las desgracias de Israel -a menudo provocadas por sus propios pecados-, dice que se le remueven las entrañas, que siente compasión, como se siente por un hijo que está padeciendo, y que por eso les auxilia, les libra, les perdona, les guia de nuevo. El otro término que traduce por misericordia está emparentado semánticamente con fidelidad: misericordia es el impulso de no dejar al amigo abandonado en la adversidad.
Dios tiene paciencia conmigo. ¿Por qué no he de tenerla yo con los demás?
Cuando Jesús hizo a sus discípulos el gran discurso del llano o 'sermón del monte', el gran discurso de la 'autoestima' cristiana, en el que les piropea diciéndoles que son la sal de la tierra y la luz del mundo, les anima también audazmente a parecerse a su Padre del cielo y les invita a imitar su misericordia. Eso es justamente lo que les hará semejantes a Dios: "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso" con vosotros: no seáis duros, fríos, indiferentes ni vengativos. Y cuando Pedro le pregunta cuántas veces deberá perdonar a un hermano que vuelva a él arrepentido, le pide mediante una parábola -la de los dos deudores- que perdone siempre, porque siempre hemos sido nosotros perdonados más por Dios y en realidad estamos en deuda con él. Cuando nos cueste tener paciencia, podríamos pensarlo: ha tenido Dios conmigo más paciencia, siempre ha salido en mi busca, me ha perdonado, me ha dado su amor cuando yo le había olvidado. 
A nosotros nos puede parecer que perdonar es bonito, pero es un modo elusivo de afrontar el mal, un modo facilón de resolver las cosas sin enfrentarse de verdad a los problemas. Pero no es así, porque no se trata de eludir la justicia, la educación de las personas, la comunicación en los conflictos, o la corrección de quien ha obrado equivocadamente. La misericordia hace ante todo referencia a mi interior, al modo en que afronto el mal en el otro, mi disposición a compadecerme y comprender ("más que en dar, la caridad está más en comprender", escribió san Josemaría). Y nos mueve a estar siempre abiertos al perdón El perdón cura, da vida nueva (aunque es cierto que el sólo es eficaz cuando se 'recibe' activamente, y eso requiere humildad y la valentía de la sinceridad). Misericordia es reconocer que yo también necesito misericordia, que todos la necesitamos antes o después, para revivir.
La misericordia cura
Porque la maravilla de la misericordia es que puede devolver la vida, resucitar. En el lema del escudo espiscopal de Francisco I se leen estas palabras de un santo inglés, san Beda: Miserando et eligendo. Forman parte de un comentario a la narración de la elección como apóstol del publicano Mateo. El santo doctor hace notar cómo el Señor amó a Mateo de dos modos: compadeciéndose de él y eligiéndolo como Apóstol; le perdonó y le ensalzó, le dio una nueva oportunidad, una nueva vida.
 Jesús se muestra extraordinariamente sensible con el dolor ajeno: con la mujer viuda de Naim, con la muchedumbre que le sigue y son 'como ovejas que no tienen pastor'... Y nos dice que se siente identificado con quien sufre cualquier tipo de mal: "cuantas veces lo hicisteis con estos pequeños hermanos míos, conmigo lo hicisteis", dice en la parábola del Juicio FinalA todos nos gusta que nos comprendan cuando tenemos una debilidad, que nos den una mano, una nueva oportunidad, que se compadezcan cuando estamos sufriendo una desgracia… Él nos ha dejado esta maravillosa promesa, que hoy podemos recordar: "Bienaventurados los misericordiosos"los que saben tener corazón sensible, atento, generoso con los demás, "porque ellos alcanzarán misericordia".  Alcanzarás misericordia cuando tú la des.



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