lunes, 27 de mayo de 2013

Ven, Espíritu, ven

Pasc  Pentecostés 2013

   Queridos hermanos: hoy recordamos el misterioso suceso ocurrido en aquella casa de Jerusalén donde se se habían reunido los discípulos, mientras la gente de la ciudad celebraba la Fiesta de las Semanas, Pentecostés, una especie de feria de la recolección. Habían pasado diez días desde la despedida de Jesús.
  Recordáis que en la última cena con sus discípulos la víspera de su pasión, les dijo: yo regreso al Padre, pero no os dejaré huérfanos, porque os enviará otro paráclito, otro defensor, consejero, que os consuele. Ellos lo percibieron con toda su fuerza este día que conmemoramos y en él se apoya desde entonces la Iglesia, a pesar de resultar esa presencia tan misteriosa para nosotros:  El os enseñará todas las cosa; os recordará todo lo que os he dicho. Es el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotrosEl Espíritu santo es misterioso porque no tiene rostro, ni historia, ni palabras. Pero es vivo en su actuar: él mueve a entender, a dar vida, a predicar, es quien llama en el corazón, el que mueve la conciencia, el que levanta profetas en el pueblo de Dios… Es como el alma de la Iglesia (hablando de él, Jesús comparó su obrar al sonido del viento o a una fuente misteriosa que brota en el interior).

   Lo que ocurre es que el Espíritu santo es Persona -no es una especie de fuerza ciega o irracional- y actúa en personas. y en las personas se actúa por gracia y por diálogo, o bien por 'signos'. Por eso, el Espíritu santo sólo habla con quien le escucha, con quien se pone a la escucha de sus mociones, que no siempre son palabras, sino también impulsos, luces, que recibiréis siempre que os pongáis a buscar qué es lo mejor, lo más bueno. Y también a través de otras personas, en las que Dios pone sus dones (los 'carismas' como los llama san Pablo). ¿Os acordáis de aquel sencillo sastre que tanto influyó en la vocación del Beato Juan Pablo II, Tiranowski? Es la dirección espiritual.

   "Los que se dejan llevar por el espíritu de Dios son los hijos de Dios", escribe san Pablo. Mirad: hijos somos todos los humanos,  en cuanto que somos creados a su imagen y amados por él como un padre; más hijos aún lo somos como bautizados en el Hijo, pero hay modos y modos de ser hijo. ¿Os acordais de las parábolas de Jesús en que aparecen dos hijos? En incluso uno tercero -oculto en el relato- que es él mismo. Tal vez san Pablo quiera decir que los que se mueven por el espíritu divino, esos son de verdad hijos, son como otros Cristo. Y eso es. 

  Queridos: terminamos ya el camino pascual. Demos gracias al Espíritu por por tantas luces recibidas, por esta renovación interior; "porque nos devuelves a la vida", dicen los judíos en su oración matinal: porque a nosotros, Señor, nos has dado de nuevo tu vida.


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