Hoy celebramos la
fiesta del cuerpo y la sangre del Señor, que Jesús ofreció a sus discípulos en
el signo del pan y el vino. Así les mostró que él era y sería siempre
su alimento y el de todo el mundo.
No me convertirás en ti, sino tú en mi
No me convertirás en ti, sino tú en mi
Su alimento: aquello de lo que se vive. Nosotros vivimos del
Cuerpo y de la Sangre de Jesús, es decir, de su vida -su vida encarnada, su palabra, su amor- y también de su sacrificio: de la
redención de nuestros pecados que él realizó a costa de su sangre, de su
martirio. Es lo que nos da vida ahora (vida de verdad) y lo que nos hará inmortales: "el que come de este pan vivirá para siempre", no puede morir el que comulga con mi ser, porque yo soy el autor de la vida. No dice "tendrá vida eterna", sino "tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día". Sus coetáneos judíos le pedían a Jesús -como nosotros- que reiterase siempre el milagro de los panes, que los alimentara, que les solucionara los problemas; pero él les insta a buscar un alimento más profundo, porque "vuestros padres comieron el maná en el desierto y sin embargo murieron; buscad el pan que os da vida de veras, el que realmente os da el Padre y baja del cielo". En realidad, tenía razón: uno puede ser rico en bienes de la tierra y ser un imbécil total. Los bienes desde luego no son malos, sino buenos, pero no son los bienes de la tierra los que nos hacen buenos. En cambio, el pan verdadero nos hace buenos a nosotros y hace buenos los bienes -cuando se tienen o cuando faltan-, hacen que sean también buenos para nosotros y para todos, porque es "del corazón del hombre de donde sale lo que le mancha" o lo que le hace santo y puro.
El domingo y la comunión
Jesús nos pidió que realizáramos su memorial con este gesto, que este fuera nuestro modo de
recordarle cuando nos reuniésemos en su nombre: “Haced esto en memoria
mia", sea éste vuestro memorial. Podía haber dicho: leed mi
doctrina, o haced cursos de estudio sobre mi historia… pero dijo: "haced esto", renovad esto
que hago ahora ante vosotros, porque esto es mi
Cuerpo que os da la vida, esta es mi Sangre -mi sacrificio de amor- que os va a salvar. Tomad, alimentaos de mi. Por eso nosotros todas las
semanas, el día del sol -el día del Señor- nos reunimos y leemos las Escrituras,
damos gracias por su salvación, ponemos en común nuestros bienes, hacemos el
memorial de su Cuerpo y su Sangre en el signo del pan y el vino, y nos alimentamos de él. No comulgar –al menos
espiritualmente- es una desgracia. Aunque también lo es comulgar física pero no espiritualmente, es decir sin la debida disposición. Fe, pureza, limpieza de alma y de cuerpo.
Se extiende últimamente la
adoración al Santísimo por todas partes. “Dios está aquí, venid, adoradores: adoremos a Cristo
redentor”, parece volver a decirse a sí mismo el Pueblo de Dios. Es verdad que Dios está en todas parte, pero en el Pan está su Cuerpo, en el vino
está su Sangre. "Adoremos a Cristo redentor". Necesitamos adorar con el cuerpo
también: con los ojos, los labios, los pulmones, la melodía. Habréis visto como los judíos ortodoxos rezan sin parar de moverse... Es porque en la escritura se lee: "alabadle
con todo vuestro ser"; por eso se mueven al rezar. No sé si eso es preciso entenderlo así, pero sí que es lógico que el cuerpo participe en la oración, en la adoración. Son manifestaciones de fe: la compañía, la presencia llena de respeto, de oración, de silencio, y también de alegría y canto… de luces, perfume, adoración… No es lo mismo rezar repantingado
que de rodillas. No es lo mismo fumar mientras se reza que rezar mientras se fuma, como los del chiste aquel. A mi me enseñaron a rezar las Horas los de Bidasoa, los seminaristas anteriores a este que hoy nos ayuda, Carlos.
Rezad en alma y cuerpo.
El Cuerpo de Cristo y el amor
El Cuerpo de Cristo es
la Iglesia. Tocar a los enfermos es tocar el cuerpo de Cristo, suele decir el Papa Francisco. Por eso es el
día de la caridad; es decir, del amor que da, que cuida, que protege, que perdona, que
alienta, que enaltece, que corrige con dulzura, que comprende (más que en dar, la caridad está en comprender, escribió san Josemaría)... porque eso es lo característico de ese amor. Hay amores y amores, pero el amor de caridad es este: el amor de los amores, Cristo redentor.
Y es también el día de Cáritas. No
vamos a sacar pecho por lo que hace Cáritas y a cantar cifras para decir qué majos somos, sino a amar, amar a Cristo amando como él ama, a los que
él ama, porque compartimos el mismo amor, porque nos ha unido su amor:
congregavit in unum christi amor. La eucaristía es la fuente de la Comunión de los santos, la fuente de la caridad, del amor de los amores.
1 comentario:
Le agradezco esta hermosa homilia, en palabras y profundidad. Es una Realidad que en este año de la fe estoy pidiendo para mí y para todas las personas, creyentes y no creyentes. Jesús me ama y se queda ccn-migo, con nosotros, en nuestro diario caminar, está alli, en el Sagrario, AMANDONOS, ESCUCHANDONOS, CONSOLANDOS. "Vayamos Adorémosle!!"
Gracias por sus palabras
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