To 5 a Luz del mundo 2014
Hoy nos llega esta especie de doble piropo que nos tira Jesús a sus discípulos: "vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo...". La sal se usaba en tiempos del Señor sobre todo como modo de conservar los alimentos, para evitar su corrupción; así que la palabra suena como "vosotros evitáis que el demonio pudra el mundo".
¿Qué ilumina la inteligencia del hombre?
Y sobre la luz, ¡qué vamos a decir nosotros para explicarlo! No hay más que comparar un día gris y oscuro con uno luminoso, o pensar en la opresión psíquica que produce encontrarse en un lugar extraño en el que se apaga cualquier luz. ¡La luz! Es casi la vida: una habitación a oscuras: no sabes qué hay, no puedes usarlo, te tropiezas. "Hágase la luz" fue el primer acto de creación divina: que las cosas sean reconocibles…Pero no sólo existe la luz física; también está la luz moral: ¿Qué debo hacer, adónde debo ir, qué está bien, para qué sirve esto, quién es ese para mi, de donde nace mi inteligencia, mi mente? San Juan dice en el su evangelio, en el prólogo, que Jesús había sido –y es- la luz del mundo que ilumina a todo hombre que viene a la vida, o sea el que ha dado la explicación. Y es una gran verdad: al hacerse hombre en Cristo, visible, audible, Dios nos ha mostrado también quiénes somos, lo que somos en realidad; y así se ha convertido en luz para nuestra inteligencia, la luz del mundo. Y por eso dijo una vez, durante la fiesta hebrea de las luminarias o candelas: "yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas". Lo bonito del evangelio de hoy es que nos dice a nosotros: ¡vosotros también sois la luz del mundo! Y es verdad, porque cuando tú le sigues, tomas de su luz, como una candela se prende con el fuego de otra.
¿Es luz la Iglesia, somos luz?
Tu luz no es tuya, aunque esté en ti, sino de él; procede de la fuente de la luz, que es el Creador. Y de Jesús, puesto que la Palabra se hizo carne. No debes apagar esa luz que hay en ti ni esconderla; la sal no debe perder su fuerza, convertirse en simple tierra. ¡Cuántos bautizados ves a tu alrededor de luz mortecina o apagada...! Fíjate en esos personajes públicos que aparecen en la prensa o la tele con sus escándalos, sus ambiciones, sus adulterios, sus corrupciones, ¡y la mayoría de ellos son bautizados! "Si la sal se vuelve insípida, qué podrá devolverle el sabor…"¿Qué haremos nosotros? ¿Vamos a esconder la luz?, ¿vas a taparla con tu cobardía, con tu desentenderte? Tú eres la luz del mundo.
La luz es la caridad
Cuando oras y llenas del sentido divino tu mente, cuando transparentas a Cristo en tu vida y en tu conversación, en tus elecciones y en tus virtudes, entonces tú eres la luz para el mundo. Porque la luz está en ti. En la primera lectura de hoy el profeta se dirige a Israel como a una persona. Pasaba Israel por una de sus crisis crónicas, por muy malos momentos, y les dice el profeta: ¿Sabéis por qué, sabéis cómo os curaréis? Con la caridad, con la justicia; "tu carne sanará y será luminosa" y cálida: serás luz del mundo.
Lo cierto es que en esto de ser luz, no siempre podemos presumir de ser unas lumbreras, pero en la caridad... en la caridad todos podemos ejercitarnos a diario. ¡Entonces brillará la belleza de vuestra conducta, "y glorificarán a vuestro Padre que está en los cielos"!
Hoy nos llega esta especie de doble piropo que nos tira Jesús a sus discípulos: "vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo...". La sal se usaba en tiempos del Señor sobre todo como modo de conservar los alimentos, para evitar su corrupción; así que la palabra suena como "vosotros evitáis que el demonio pudra el mundo".
¿Qué ilumina la inteligencia del hombre?
Y sobre la luz, ¡qué vamos a decir nosotros para explicarlo! No hay más que comparar un día gris y oscuro con uno luminoso, o pensar en la opresión psíquica que produce encontrarse en un lugar extraño en el que se apaga cualquier luz. ¡La luz! Es casi la vida: una habitación a oscuras: no sabes qué hay, no puedes usarlo, te tropiezas. "Hágase la luz" fue el primer acto de creación divina: que las cosas sean reconocibles…Pero no sólo existe la luz física; también está la luz moral: ¿Qué debo hacer, adónde debo ir, qué está bien, para qué sirve esto, quién es ese para mi, de donde nace mi inteligencia, mi mente? San Juan dice en el su evangelio, en el prólogo, que Jesús había sido –y es- la luz del mundo que ilumina a todo hombre que viene a la vida, o sea el que ha dado la explicación. Y es una gran verdad: al hacerse hombre en Cristo, visible, audible, Dios nos ha mostrado también quiénes somos, lo que somos en realidad; y así se ha convertido en luz para nuestra inteligencia, la luz del mundo. Y por eso dijo una vez, durante la fiesta hebrea de las luminarias o candelas: "yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas". Lo bonito del evangelio de hoy es que nos dice a nosotros: ¡vosotros también sois la luz del mundo! Y es verdad, porque cuando tú le sigues, tomas de su luz, como una candela se prende con el fuego de otra.
¿Es luz la Iglesia, somos luz?
Tu luz no es tuya, aunque esté en ti, sino de él; procede de la fuente de la luz, que es el Creador. Y de Jesús, puesto que la Palabra se hizo carne. No debes apagar esa luz que hay en ti ni esconderla; la sal no debe perder su fuerza, convertirse en simple tierra. ¡Cuántos bautizados ves a tu alrededor de luz mortecina o apagada...! Fíjate en esos personajes públicos que aparecen en la prensa o la tele con sus escándalos, sus ambiciones, sus adulterios, sus corrupciones, ¡y la mayoría de ellos son bautizados! "Si la sal se vuelve insípida, qué podrá devolverle el sabor…"¿Qué haremos nosotros? ¿Vamos a esconder la luz?, ¿vas a taparla con tu cobardía, con tu desentenderte? Tú eres la luz del mundo.
La luz es la caridad
Cuando oras y llenas del sentido divino tu mente, cuando transparentas a Cristo en tu vida y en tu conversación, en tus elecciones y en tus virtudes, entonces tú eres la luz para el mundo. Porque la luz está en ti. En la primera lectura de hoy el profeta se dirige a Israel como a una persona. Pasaba Israel por una de sus crisis crónicas, por muy malos momentos, y les dice el profeta: ¿Sabéis por qué, sabéis cómo os curaréis? Con la caridad, con la justicia; "tu carne sanará y será luminosa" y cálida: serás luz del mundo.
Lo cierto es que en esto de ser luz, no siempre podemos presumir de ser unas lumbreras, pero en la caridad... en la caridad todos podemos ejercitarnos a diario. ¡Entonces brillará la belleza de vuestra conducta, "y glorificarán a vuestro Padre que está en los cielos"!