martes, 25 de agosto de 2015

Asunción. Luces que miran al cielo

(15 agost 2015 Asunción de nuestra Señora)
Un recuerdo del Líbano
Hace 10 años pasé esta fiesta en Oriente medio. Me hallaba en el Líbano, cerca de Biblos, en una zona del país de mayoría cristiana. De noche, en el campo, me invitaron a salir a ver la velas que las gentes encendían y colocaban en los alféizares, en las plazas o en los cruces de camino. Parecían saludar desde la tierra a Maria, asunta en el cielo. Me parecía una fe viva, plástica, en el misterio de la Asunción. Ella está en el cielo en cuerpo y alma, y era como decirle: madre, aquí estamos, aquí seguimos nosotros, no te olvides de nosotros. Y este es el contenido del dogma de fe de la Asunción; no sabemos si María llegó a padecer la muerte o no, pero en cualquier caso sí que su cuerpo fue glorificado, como el de Jesús, y que vive ya para siempre junto a él (como le representa el gran fresco de Miguel Ángel en la Capilla sixtina): siempre a su lado, siempre también mirando hacia nosotros, hermanos e hijos suyos a la vez.


María es la intercesora permanente, el corazón materno: "bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios"... "Jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vos, en busca de ayuda, haya sido abandonado por vos... 

Velas en la tierra, miradas hacia el cielo... En la imagen que san Juan vio en su éxtasis sobre el fondo de la noche del cielo se presenta como mujer de belleza cósmica: vestida de sol, coronada de estrellas, como se evoca en la bandera europea... ¡Cuánto amaría Juan a la Madre de Jesús, junto a que permaneció al pie de la cruz, a quien vio atravesada el alma de dolor, como por una espada. Con ella convivió en Éfeso, según una sólida tradición (todavía se venera cerca de la ciudad una casa  llamada de María, en un lugar revelado por santa Catalina de Emerich, si he entendido bien). 


Nuestra asunción al cielo

La asunción de la Virgen es también un mensaje para nosotros. También nosotros seremos embellecidos con la gloria un día, si somos fieles a Jesús, si no nos dejamos arrastrar por el enemigo: esa especie de dragón infernal que aparece en la escena como contraste terrible a la figura de la Mujer. Está claro que en la vida espiritual no hay que actuar por temor, sino por amor; pero un sano temor a dejarnos arrastrar y seducir por el Enemigo nos hace bien, ya que no somos invulnerables a su poder, a su seducción sobre todo. Él actúa y prevalece a menudo; no hay más que abrir los ojos, encender la tv o abrir un periódico... o mirar a nuestro alrededor, o incluso en nosotros mismos: desuniendo, haciendo odiarse a los hombres hasta la demencia. Y lo mismo que es bonito y estupendo reconocer la acción de Dios, es conveniente conocer la acción del enemigo del alma. Ruega por nosotros, pecadores. Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre... Tratemos a María, que nos mira desde el cielo. Es muy fácil. Se puede hacer de muchísimos modos, en muchísimas circunstancias, con muchísima frecuencia. ¡Sé de María, y seremos más hermanos entre nosotros, más cercanos unos a otros!

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