lunes, 15 de agosto de 2016

El Cuerpo del Señor. Amén

(29 de mayo 2016)

Hoy es la fiesta del Corpus, el Corpus Christi. "-El Cuerpo de Cristo", nos dice el sacerdote o el diácono cuando nos ofrecen la Comunión: "Esto es el Cuerpo de Cristo".  Y uno responde: "-Amén", así lo creo, así es, así lo sea para mi ahora. Nosotros, en realidad, no hemos conocido el Cuerpo del Señor, no hemos vivido mientras él era un hombre mortal y podía ser abrazado, mirado, bendecido o bien maltratado; Dios verdadero pero hecho verdaderamente hombre, mortal. No conocimos así el Cuerpo del Señor y tampoco ahora lo conocemos así. Lo conocemos sólo indirectamente: sabemos lo que decía, sabemos que quería a los niños, sabemos la edad que alcanzó, sabemos que murió crucificado… Precisamente porque sabemos conocemos todo eso somos capaces de representarlo, de repetir sus palabras, de hacernos imágenes suyas. Todo eso nos ayuda y consuela mucho. Pero diría que sobre todo tenemos el Pan eucarístico. Sabemos que Jesús tomó pan en sus manos, lo partió y se lo repartió diciendo: esto en mi cuerpo; haced en memoria mía. Eso hacemos, eso haremos hoy mismo dentro de un rato. Así, pues no lo conocimos, pero cuando repetimos sobre el pan –obedeciendo a su mandato-: "Esto es mi cuerpo", aquí está mi cuerpo, entonces sabemos que de veras está ahí, que es él mismo, resucitado, vivo; porque nos lo dijo así. Y está con esa forma externa de alimento: yo estoy aquí y soy tu alimento. ¡Amén! Gracias, Jesús.
Nuestros hermanos protestantes, las comunidades nacidas de la Reforma del s. XVI piensan que no es propiamente su cuerpo, sólo una especie de signo. Pero la Iglesia universal siempre pensó: sí, es su Cuerpo, lo dijo él; siempre dijo: "¡Amen!". Por eso el sacerdote adora el pan y el vino después de pronunciar las palabras de Jesús. Por eso reservamos siempre Pan en el Sagrario y hacemos ante esa reserva una genuflexión de adoración. Es como decir de nuevo: "¡Amén"! Luego nos sentamos y conversamos con él , como con un amigo que se sienta frente a frente al amigo, y nos escucha. Es él, es Jesús. Y le hacemos fiesta de vez en cuando: lo colocamos sobre una especie de trono ( la "custodia") y lo exponemos a nuestra vista; y le cantamos canciones y perfumamos el aire con el incienso y encendemos velas en su honor. 
Deberíais venir más a la adoración que hacemos todos los jueves… Deberíamos tratarle mejor en el Pan eucarístico, con más fe y más amor. Con devoción, delicadeza de cuerpo y de alma, como cuando uno se arregla para un encuentro importante: así también aquí, arreglados en cuerpo y alma. Es el Cuerpo de Cristo. No lo conocimos, pero está aquí. Y está para ti. No le hagamos esperar. Es nuestro salvador.

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