Epifanía 2014
Aparece Dios
Como sabéis, "epifanía" es un término griego que expresa la revelación de algo real y maravilloso que sin embargo se encuentra hasta ese momento oculto. Lo divino, que latía oculto en la creación entera, se manifestó con la encarnación y el nacimiento del Verbo, hecho hombre en el seno una mujer de Israel. Eso es lo que nos quiere decir hoy la liturgia navideña, y, para explicarlo, acude al relato maravilloso de este suceso ocurrido durante la infancia de Jesús: un grupo de gente extraña, magos del oriente zoroástrico, se presenta a las puertas de la casa de Belén donde José se ha instalado junto con María y el niño.
Esos hombres, realizan un largo viaje conducidos por la extraña nueva luminaria descubierta en el cielo -según explican a Herodes- y adoran al pequeño al estilo oriental y le ofrecen dones. A los ojos de la Iglesia primera aquí estaba representada la humanidad entera, todos los pueblos, que buscan a Dios en la oscuridad, escudriñando cualquier señal o huella de su presencia, y lo encuentran en el Cristo, el Mesías de Israel, y se postran ante él con reconocimiento y gratitud; porque, como diría Jesús ya adulto, "el que busca, encuentra". Y aquí tenemos la primera idea para hoy: buscar. Y también, ayudar a buscar; no ser como Herodes, ni como esos sabios que sí, sabían dónde estaba dicho que nacería el Mesías, pero no hicieron nada por encontrarse con él, porque en el fondo su fe era hueca: no creían en él.
Regalos para el Salvador
Los regalos que hoy reciben los niños quieren recordar los dones que recibió el niño de Belén en su humilde casa, pues el relato parece indicar que vivían ya en una casa. Puede que hubieran pasado meses desde el nacimiento, y desde luego allí intentó sorprenderles Herodes. Nos gustaría a nosotros hacerle también regalos, ofrecerle dones. ¿Qué le podría agradar de mi?, me puedo preguntar. ¿Qué le alegraría? ¡Sorpréndele! A veces hay disgustos el día de reyes porque no siempre aciertan… ¿Cómo acertaré yo con Dios? Esta podría ser la segunda idea.
El viaje interior
Y una tercera: cada uno tiene que realizar como un viaje interior -como los Magos- en la vida, tiene que recorrer un camino. En todas las cosas humanas es así; pensad en una carrera, o un enamoramiento, o el poner en marcha una empresa, o emprender un viaje: lo grande y bonitas no se consiguen de golpe, aunque haya golpes de luz, sino recorriendo unas etapas, que resultan también ser un proceso interior. A san Josemaría le gustaba ver la vida espiritual como un camino. Y cuando uno se pone en camino no puede llevarse todo. Ni siquiera todo lo bueno y útil. Como dice una canción popular argentina: "No eches en la maleta lo que no vayas a usar / Son más largos los caminos pa el que va cargao de más". En el camino interior se hacen elecciones y también es preciso dejar atrás cosas, no porque sean malas, sino porque es preciso navegar... No se puede estar seguro ni mantener abiertas todas las posibilidades, pero siempre podemos dirigirnos por la estrella -incluso si nos hemos equivocado al principio-, por las luces de Dios, que pueden discernirse en la conciencia y con el estudio y el empeño en seguir buscando.
Hay otra cosa que me llama la atención en la liturgia de hoy: el notable contraste que presenta entre la promesa que hemos leído de Isaías y la realización tan modesta que ve Mateo. A algún crítico le parecerá una caricatura, y sin embargo, para evangelista –y para nosotros- no lo es. Porque las cosas de Dios no siempre son muy aparentes ni tienen un poder que se imponga, sino que llaman al corazón, y sólo las descubre un corazón limpio.
Aparece Dios
Como sabéis, "epifanía" es un término griego que expresa la revelación de algo real y maravilloso que sin embargo se encuentra hasta ese momento oculto. Lo divino, que latía oculto en la creación entera, se manifestó con la encarnación y el nacimiento del Verbo, hecho hombre en el seno una mujer de Israel. Eso es lo que nos quiere decir hoy la liturgia navideña, y, para explicarlo, acude al relato maravilloso de este suceso ocurrido durante la infancia de Jesús: un grupo de gente extraña, magos del oriente zoroástrico, se presenta a las puertas de la casa de Belén donde José se ha instalado junto con María y el niño.
Esos hombres, realizan un largo viaje conducidos por la extraña nueva luminaria descubierta en el cielo -según explican a Herodes- y adoran al pequeño al estilo oriental y le ofrecen dones. A los ojos de la Iglesia primera aquí estaba representada la humanidad entera, todos los pueblos, que buscan a Dios en la oscuridad, escudriñando cualquier señal o huella de su presencia, y lo encuentran en el Cristo, el Mesías de Israel, y se postran ante él con reconocimiento y gratitud; porque, como diría Jesús ya adulto, "el que busca, encuentra". Y aquí tenemos la primera idea para hoy: buscar. Y también, ayudar a buscar; no ser como Herodes, ni como esos sabios que sí, sabían dónde estaba dicho que nacería el Mesías, pero no hicieron nada por encontrarse con él, porque en el fondo su fe era hueca: no creían en él.
Regalos para el Salvador
Los regalos que hoy reciben los niños quieren recordar los dones que recibió el niño de Belén en su humilde casa, pues el relato parece indicar que vivían ya en una casa. Puede que hubieran pasado meses desde el nacimiento, y desde luego allí intentó sorprenderles Herodes. Nos gustaría a nosotros hacerle también regalos, ofrecerle dones. ¿Qué le podría agradar de mi?, me puedo preguntar. ¿Qué le alegraría? ¡Sorpréndele! A veces hay disgustos el día de reyes porque no siempre aciertan… ¿Cómo acertaré yo con Dios? Esta podría ser la segunda idea.
El viaje interior
Y una tercera: cada uno tiene que realizar como un viaje interior -como los Magos- en la vida, tiene que recorrer un camino. En todas las cosas humanas es así; pensad en una carrera, o un enamoramiento, o el poner en marcha una empresa, o emprender un viaje: lo grande y bonitas no se consiguen de golpe, aunque haya golpes de luz, sino recorriendo unas etapas, que resultan también ser un proceso interior. A san Josemaría le gustaba ver la vida espiritual como un camino. Y cuando uno se pone en camino no puede llevarse todo. Ni siquiera todo lo bueno y útil. Como dice una canción popular argentina: "No eches en la maleta lo que no vayas a usar / Son más largos los caminos pa el que va cargao de más". En el camino interior se hacen elecciones y también es preciso dejar atrás cosas, no porque sean malas, sino porque es preciso navegar... No se puede estar seguro ni mantener abiertas todas las posibilidades, pero siempre podemos dirigirnos por la estrella -incluso si nos hemos equivocado al principio-, por las luces de Dios, que pueden discernirse en la conciencia y con el estudio y el empeño en seguir buscando.
Hay otra cosa que me llama la atención en la liturgia de hoy: el notable contraste que presenta entre la promesa que hemos leído de Isaías y la realización tan modesta que ve Mateo. A algún crítico le parecerá una caricatura, y sin embargo, para evangelista –y para nosotros- no lo es. Porque las cosas de Dios no siempre son muy aparentes ni tienen un poder que se imponga, sino que llaman al corazón, y sólo las descubre un corazón limpio.
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