Año nuevo
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Hoy, octava de la fiesta de la Natividad, la Iglesia celebra la Maternidad divina de María. Comienza también un nuevo año solar. En todo el mundo, la mayor parte de la gente se alegra, porque lo siente como un don y una novedad, una especie de nueva oportunidad. Y es verdad que el tiempo, nuestro existir en el tiempo, es un don y una oportunidad. Desde luego, es un don misterioso. ¿Cómo hemos llegado, yo y estos, aquí? ¿Quién me ha puesto aquí ¿Hasta cuando será? ¿Y después? ¿Será cierto que hay 'después'?, ¡pero qué oscuro resulta para mi mente! Sí, todo esto es bastante misterioso.
¿Quién eres?
Y entonces aparece Cristo, y os dice: "Cuando oréis, decid: ¡Padre!" Cuando estéis a oscuras, orad: buscadle en la oscuridad, dirigíos a él, porque os escucha perfectamente. Y cuando oréis, decid: "Padre...". "Y tu Padre, que ve en lo escondido, te escuchará". Yo te he creado, te han modelado mis manos. "Te he redimido y te he convocado por tu propio nombre. Tú eres obra mía", dice nuestro misterioso creador en el libro de Isaías. No eres casi nada en el cosmos, ¡cierto!, ni siquiera en tu propia tierra, ni en la historia; pero eres mío: yo soy tu Creador, el dador de tu vida, el padre de tu persona. Así que es cierto: el tiempo en que vives procede de él, es un don de Dios, como tu vida, como tu existencia.
Una nueva oportunidad
Hoy celebra la gente un año nuevo, al percibir el tiempo en su medición cosmológica. Y es verdad: se te da un tiempo, como el talento de la parábola; un tiempo es ofrecido a tu libertad ¿Qué harás con él? Es como un cuaderno en blanco, ¿qué historia escribirás, qué tipo de historia? ¿Te darás o te encerrarás en ti? ¿Crecerá tu conocimiento de Dios o lo perderás? ¿Contribuirás con tu trabajo al bien de la sociedad o te apoltronarás? ¿Harás feliz a esa persona que tienes al lado, o irás otra vez a lo tuyo y le amargarás la vida de paso? ¿Te liberarás de tus vicios, o te esclavizarás a ellos? ¿Te salvarás o te condenarás?
"Al final de la jornada..."
Salvarse... Es verdad que propiamente no te salvas tú, sino que él te salva: él te busca, él comprende tu debilidad, él te da la ocasión, te espera, te rescata, te acoge andrajoso pero compungido, como al hijo de la parábola… Es él quien salva, ¡por fortuna! Pero a veces también le hacemos llorar, temer, pues el tiempo se acaba (acaban de decirme que ha fallecido la esposa de un buen amigo). O le irritamos con nuestra conducta: escribimos una pésima novela con nuestra libertad, en el tiempo que nos da. Y a veces no puede hacer nada por nosotros, excepto llorar. "Por tus mismas palabras te condeno", se ve obligado a decirnos, como el aquella parábola sobre los talentos, o como en la terrible canción "Bad", de U2.
Año de oportunidades, de prórrogas, de nuevos capítulos en el libro. Alguno será el último, tal vez este: ¡no lo podemos saber!
El momento
Uno puede pensar con razón: este año que ahora celebro tal vez sea el último; así que este es el año de la salvación, este es el año de la santidad...Y una cosa que te ayuda a acertar es hacer un poco de examen del año anterior, de tu vida, porque ya decía Sancho que "cada uno es como Dios le hizo, y aun peor muchas veces". La autoacusación conmueve a Jesús, y a uno le permite fijar la meta, evitar el peligro, proponerse una toma más en serio. Gracias, Señor, por el tiempo.
La vida es como una novela que escribimos entre él y nosotros, a dos manos. Él también tiene algo que decir, y dice: todo lo que te rodea es parte de lo que él dice. Pero necesita tu libertad, tu cooperación: como un vals, como una obra de teatro. Ojalá escuchéis hoy a Dios. Orar también es escuchar.
Y luego están también los demás. Ellos están en la novela tuya, se presentan ante uno: buenos o menos, fuertes o débiles, necesitados u orgullosos. Y Dios, que es el director de escena, observa, espera, ayuda, y también decide. Así que podemos decir, como san Pablo el día de su conversión: "Señor, ¿qué quieres que haga, qué tengo que hacer?". O, mejor aún, como María, la primera cristiana, Iglesia naciente: "He aquí la esclava del Señor, que se haga en mi según tu palabra". Empieza por lo que ya él te ha hablado: los Mandamientos, tus circunstancias, tu vocación cristiana, católica... Toma la pluma, y empieza a escribir. Es tu vida. Y es para Dios.
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.
Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: « i Abba! Padre. » Así que ya no eres esclavo, sino hijo.
(Del capítulo 4 de la epístola de san Pablo a los Gálatas)
Hoy, octava de la fiesta de la Natividad, la Iglesia celebra la Maternidad divina de María. Comienza también un nuevo año solar. En todo el mundo, la mayor parte de la gente se alegra, porque lo siente como un don y una novedad, una especie de nueva oportunidad. Y es verdad que el tiempo, nuestro existir en el tiempo, es un don y una oportunidad. Desde luego, es un don misterioso. ¿Cómo hemos llegado, yo y estos, aquí? ¿Quién me ha puesto aquí ¿Hasta cuando será? ¿Y después? ¿Será cierto que hay 'después'?, ¡pero qué oscuro resulta para mi mente! Sí, todo esto es bastante misterioso.
¿Quién eres?
Y entonces aparece Cristo, y os dice: "Cuando oréis, decid: ¡Padre!" Cuando estéis a oscuras, orad: buscadle en la oscuridad, dirigíos a él, porque os escucha perfectamente. Y cuando oréis, decid: "Padre...". "Y tu Padre, que ve en lo escondido, te escuchará". Yo te he creado, te han modelado mis manos. "Te he redimido y te he convocado por tu propio nombre. Tú eres obra mía", dice nuestro misterioso creador en el libro de Isaías. No eres casi nada en el cosmos, ¡cierto!, ni siquiera en tu propia tierra, ni en la historia; pero eres mío: yo soy tu Creador, el dador de tu vida, el padre de tu persona. Así que es cierto: el tiempo en que vives procede de él, es un don de Dios, como tu vida, como tu existencia.
Una nueva oportunidad
Hoy celebra la gente un año nuevo, al percibir el tiempo en su medición cosmológica. Y es verdad: se te da un tiempo, como el talento de la parábola; un tiempo es ofrecido a tu libertad ¿Qué harás con él? Es como un cuaderno en blanco, ¿qué historia escribirás, qué tipo de historia? ¿Te darás o te encerrarás en ti? ¿Crecerá tu conocimiento de Dios o lo perderás? ¿Contribuirás con tu trabajo al bien de la sociedad o te apoltronarás? ¿Harás feliz a esa persona que tienes al lado, o irás otra vez a lo tuyo y le amargarás la vida de paso? ¿Te liberarás de tus vicios, o te esclavizarás a ellos? ¿Te salvarás o te condenarás?
"Al final de la jornada..."
Salvarse... Es verdad que propiamente no te salvas tú, sino que él te salva: él te busca, él comprende tu debilidad, él te da la ocasión, te espera, te rescata, te acoge andrajoso pero compungido, como al hijo de la parábola… Es él quien salva, ¡por fortuna! Pero a veces también le hacemos llorar, temer, pues el tiempo se acaba (acaban de decirme que ha fallecido la esposa de un buen amigo). O le irritamos con nuestra conducta: escribimos una pésima novela con nuestra libertad, en el tiempo que nos da. Y a veces no puede hacer nada por nosotros, excepto llorar. "Por tus mismas palabras te condeno", se ve obligado a decirnos, como el aquella parábola sobre los talentos, o como en la terrible canción "Bad", de U2.
Año de oportunidades, de prórrogas, de nuevos capítulos en el libro. Alguno será el último, tal vez este: ¡no lo podemos saber!
...pues al fin de la jornada,
aquél que se salva, sabe,
y el que no, no sabe nada.
(Santa Teresa de Jesús, creo recordar)El momento
Uno puede pensar con razón: este año que ahora celebro tal vez sea el último; así que este es el año de la salvación, este es el año de la santidad...Y una cosa que te ayuda a acertar es hacer un poco de examen del año anterior, de tu vida, porque ya decía Sancho que "cada uno es como Dios le hizo, y aun peor muchas veces". La autoacusación conmueve a Jesús, y a uno le permite fijar la meta, evitar el peligro, proponerse una toma más en serio. Gracias, Señor, por el tiempo.
La vida es como una novela que escribimos entre él y nosotros, a dos manos. Él también tiene algo que decir, y dice: todo lo que te rodea es parte de lo que él dice. Pero necesita tu libertad, tu cooperación: como un vals, como una obra de teatro. Ojalá escuchéis hoy a Dios. Orar también es escuchar.
Y luego están también los demás. Ellos están en la novela tuya, se presentan ante uno: buenos o menos, fuertes o débiles, necesitados u orgullosos. Y Dios, que es el director de escena, observa, espera, ayuda, y también decide. Así que podemos decir, como san Pablo el día de su conversión: "Señor, ¿qué quieres que haga, qué tengo que hacer?". O, mejor aún, como María, la primera cristiana, Iglesia naciente: "He aquí la esclava del Señor, que se haga en mi según tu palabra". Empieza por lo que ya él te ha hablado: los Mandamientos, tus circunstancias, tu vocación cristiana, católica... Toma la pluma, y empieza a escribir. Es tu vida. Y es para Dios.
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