martes, 31 de diciembre de 2013

La familia de Jesús

Sagrada Familia 2013

Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
   -«Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.»
Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel.
Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.
(Del capítulo 2 del evangelio de san Mateo)


La vida misma
Queridos amigos: el evangelio nos presenta hoy a José estableciéndose definitivamente en Nazaret, después del periplo al que le obligaron las circunstancias y que le llevaron hasta Belén primero y luego a Egipto. Tal vez Mateo, el evangelista, quiso así dejar constancia de que Jesús, aunque era conocido como nazareno, provenía realmente de Belén de Judá, tal y como se había profetizado. Y así, nos cuenta la tremenda peripecia por la que atravesó la joven e insignificante familia al verse perseguida por el poder sin límite de un rey poderoso -y peligroso- como Herodes el Grande,  cómo se vieron forzados a huir a toda prisa de Judea y vivir como exiliados en un país extraño y pagano. Cuando el terrible peligro ha pasado, Así, al regresar deciden establecerse en su antigua aldea de origen, Nazaret, de donde habían partido.
Aquello fue realmente una aventura
vital, no las de Port Aventura, claro, sino como la nuestra, cuando nos dejamos llevar del espíritu divino. La familia de Jesús fue encontrándose, como nosotros, con el gozo de "lo nuevo", que Dios siempre crea en la vida de las personas, y también sufrió la incertidumbre y las sorpresas, no siempre favorables,  que se presentan, porque en la vida nunca está todo en nuestras manos.

Jesús en Nazaret Y en Nazaret creció Jesús. Allí tuvo sus amigos, aprendió las Escrituras y vivió del trabajo; experimentó el amor humano y las tradiciones de los pueblos. Se rió con los chistes –o no-, y cantó y aplaudió en las fiestas, charló con unos y otros sentado bajo un mirto, vivió la muerte de su padre y se convirtió en un hombre… Desde allí vería el Tabor al asomarse a la pequeña cordillera que separaba sus montañas de la llanura de Esdrelón, y divisaría también las montañas del norte de Judea, donde la historia contaba cómo habían caído frente a los filisteos Saúl y sus hijos y todos los fuertes de Israel. Desde Nazaret fue llevado por sus padres a Jerusalén, y desde allí partió un día hacia el Jordán, al encuentro del Bautista. Al regresar había cambiado por completo y comenzó a predicar el Reino. En una palabra: en Nazaret transcurrió casi entera la vida humana del Dios-Hombre. Nazaret provoca algo especial en nosotros. Jesús se parece tanto a nosotros… Nos da la sensación de que también podríamos habernos encontrado con él por nuestras calles, aquí mismo. Y realmente es así.

¿Es siempre sagrada la familia?
 Jesús crece allí rodeado de las dos únicas personas que conocen el misterio de su persona, su origen divino: José y María. Con ellos forma la Sagrada Familia. Así la llamamos porque siendo tan humana y natural, tiene un algo de divino, y "sagrado" hace referencia a Dios... Pero también era humana, y a esa familia pertenecemos, a ella fuimos incorporado a su tiempo. Somos de la familia de Jesús. El que cree en Jesús, se hace una cosa con él, se convierte también en parte de su familia.
   A mi no me gusta del todo afirmar que la familia es, en general y sin matices, sagrada. Me pasa lo mismo al hablar de la vida. Sé que se suele decir así para señalar que son cosas inviolables, pero aplicar a algunas cosas humanas el adjetivo "sagrado" a la vez se niega a considerar la dimensión religiosa del mundo me parece típico del laicismo. La vida no es en realidad un bien absoluto; a veces lo hermoso y honrado es precisamente entregarla: "el que busca guardar su vida, la pierde; el que la pierde por mi es el que en realidad la conserva". Y en el caso de la familia ocurre algo parecido: que tiene su origen en Dios, desde luego, pero no precisamente encerrada en sí misma.
  Fijaos en que Jesús perteneció a un linaje humano con primos, tíos, parientes, pero no todos creyeron, e incluso de algunos de ellos se dice que se escandalizaban de él, o que le consideraban un trastornado, por lo que les llegaba sobre su predicación. Ni siquiera José y María no entendieron siempre del todo lo que hacía Jesús… 
   Desde luego que la familia es un don de Dios, pero no para encerrarse en sí misma o protegerse del exterior -como los Croods-, o para vivir en el egoísmo de clase o de grupo social, o simplemente para pasar la vida en un entorno cómodo. Ni tampoco para poder proyectar el propio yo, o asegurar el bienestar material, sin dejar que Dios intervenga, o rechazando cualquier cosa que se atreva a torcer nuestros planes o expectativas, como la enfermedad o la vocación, por ejemplo. Porque entonces el amor a la familia se convertiría en tapadera del amor propio y del olvido de la gran familia de Dios, que es la humanidad entera. También en las películas los mafiosos dicen amar mucho la famiglia.

La familia de Jesús
La fiesta de la Sagrada familia nos hace admirar aún más, si cabe, el plan de Dios para la génesis del hombre, la comunión a la que es llamado y su íntimo carácter esponsal y paterno-filial, que crea los vínculos más dulces y estables de la existencia; pero también nos revela que lo que transforma la familia en evangelio es entrar en los planes de Dios para la humanidad, convertirse en familia de Jesús. Cuando el vínculo familiar se inserta en el plan divino, se hace fuerte, casi indestructible. Lo que realmente daña la familia -mucho más que las leyes que contradicen o desprecian su valor- es la infidelidad, la pereza, el egoísmo, y un bienestar basado únicamente en el disfrute de lo material. Por eso, más que a celebrar sin más "el día de la familia", hoy somos invitados a "entrar" en el gozo y la experiencia de la familia de Jesús, María y José.

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