Bautismo de Jesús 2014
Hoy recuerda la Iglesia el bautismo de Jesús y la revelación de su misterio a Juan el bautista, hechos localizados en el tramo inferior del Jordán, cerca de Jericó y a unos 50 km de Jerusalén, muy cerca del vado por el que, al comienzo de su historia, los israelitas habían cruzado el río al llegar de Egipto.
¿Qué es bautizarse?
La palabra bautizo evoca para nosotros una fiesta familiar. Aquí en esta parroquia hay muchos, como podéis comprobar al ver las tarjetitas de cada uno que cuelga del árbol de navidad, y es una maravilla. Veo por aquí algunos de los pequeños cristianos que habéis entrado en la Iglesia precisamente aquí. ¡Y otros no tan pequeños, como Mauro!. Ahora mismo se está confirmando una de nuestra parroquia en El Buen Suceso...
El bautizo de Jesús al que se refiere el evangelio de hoy no fue una fiesta familiar así, claro. No se trataba de ninguna fiesta ni de la entrada en la Iglesia. Al practicar el bautismo Juan usó un rito místico de purificación muy antiguo. Ese sumergirse en el agua y emerger de nuevo quería significar en la cultura antigua la muerte a una vida moralmente vieja y caduca y el comienzo de una nueva; también quería indicar la limpieza de toda impureza interior, un nuevo nacer. Juan lo usó para expresar que, al confesar los propios delitos y pecados, uno asumía su necesidad de ser purificado por el Mesías... Era, pues, un acto de humilde sinceridad y de confianza, de conversión. Y de alegría, también, claro; de entrada en una nueva comunidad maravillosa del Cristo, ya a las puertas...
Bautizarse en Cristo
Jesús, desconocido, acude allí desde Galilea, a escuchar al profeta, y se presenta ante él para ser también bautizado. Juan, inspirado por el don profético que lo habita, descubre en su pariente al Ungido, y se resiste a la petición: "eres tú el que quita el pecado, yo debería ser bautizado por ti"... Pero el Señor insiste: "no, así es como debe ser, así empieza la salvación: por la humilde sinceridad. Así quitaré el pecado: bajando yo a vuestro encuentro, caminando con vosotros, recorriendo el camino que vosotros habéis de recorrer"… Es muy bonito. O mejor, ¡es impresionante!, porque así es como quiere él que hagamos los cristianos con nuestros hermanos los hombres: salir a su encuentro y acompañarles con amor en su recorrido de conversión.
Es una maravilla: al bautizarnos nosotros como hizo él, nos insertamos en su propia historia, en la historia del Hijo. El Padre nos acoge como a él –como otro hijo-, e infunde en nuestro espíritu el de su Hijo, el santo Espíritu divino… Por eso el bautismo de una persona es siempre una fiesta, una gran alegría para los cristianos. A mi me gusta mucho -entre las fórmula de la entrada optativas que hay en el ritual- aquella en que el párroco pregunta a los padres o padrinos: "¿Qué pedís para vuestro hijo?", y ellos responden: "La vida eterna". ¡Nada menos!
Nuestro bautismo
En el bautismo de Jesús, por eso, recordamos también el nuestro. Un día, en nuestro nombre, pidieron ese grandioso don. Sin él, estaríamos también sin la luz de la fe, y tal vez a merced de los enemigos del alma, que son mucho más poderosos e inteligentes que nosotros… Es muy bonito recordar el propio bautismo al usar el agua bendecida: "Que esta agua bendecida sea para nosotros salvación y vida", decimos al santiguarnos con ella. Es el mejor exorcismo. Pero también es bueno recordar lo que el bautismo tiene de compromiso de amor y de misión en el mundo, y así poder renovarlo personalmente muchas veces. Compromiso de amor a Jesús -vida interior-, y a los hermanos. Y compromiso de misión, de tarea. ¿Cómo participo yo en la misión?, podemos preguntarnos ahora. Aquí veo jóvenes con planes para este verano, pero también lo es el coro o la catequesis o apostolado personal, o las decisiones que vamos tomando en el trabajo, en la familia, en la vida política, en el mundo… El Bautismo de Jesús fue el comienzo de su misión mesiánica. Que su recuerdo hoy sea nuestro recomienzo.
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Del capítulo 42 del libro de Isaias
Hoy recuerda la Iglesia el bautismo de Jesús y la revelación de su misterio a Juan el bautista, hechos localizados en el tramo inferior del Jordán, cerca de Jericó y a unos 50 km de Jerusalén, muy cerca del vado por el que, al comienzo de su historia, los israelitas habían cruzado el río al llegar de Egipto.
¿Qué es bautizarse?
La palabra bautizo evoca para nosotros una fiesta familiar. Aquí en esta parroquia hay muchos, como podéis comprobar al ver las tarjetitas de cada uno que cuelga del árbol de navidad, y es una maravilla. Veo por aquí algunos de los pequeños cristianos que habéis entrado en la Iglesia precisamente aquí. ¡Y otros no tan pequeños, como Mauro!. Ahora mismo se está confirmando una de nuestra parroquia en El Buen Suceso...
El bautizo de Jesús al que se refiere el evangelio de hoy no fue una fiesta familiar así, claro. No se trataba de ninguna fiesta ni de la entrada en la Iglesia. Al practicar el bautismo Juan usó un rito místico de purificación muy antiguo. Ese sumergirse en el agua y emerger de nuevo quería significar en la cultura antigua la muerte a una vida moralmente vieja y caduca y el comienzo de una nueva; también quería indicar la limpieza de toda impureza interior, un nuevo nacer. Juan lo usó para expresar que, al confesar los propios delitos y pecados, uno asumía su necesidad de ser purificado por el Mesías... Era, pues, un acto de humilde sinceridad y de confianza, de conversión. Y de alegría, también, claro; de entrada en una nueva comunidad maravillosa del Cristo, ya a las puertas...
Bautizarse en Cristo
Jesús, desconocido, acude allí desde Galilea, a escuchar al profeta, y se presenta ante él para ser también bautizado. Juan, inspirado por el don profético que lo habita, descubre en su pariente al Ungido, y se resiste a la petición: "eres tú el que quita el pecado, yo debería ser bautizado por ti"... Pero el Señor insiste: "no, así es como debe ser, así empieza la salvación: por la humilde sinceridad. Así quitaré el pecado: bajando yo a vuestro encuentro, caminando con vosotros, recorriendo el camino que vosotros habéis de recorrer"… Es muy bonito. O mejor, ¡es impresionante!, porque así es como quiere él que hagamos los cristianos con nuestros hermanos los hombres: salir a su encuentro y acompañarles con amor en su recorrido de conversión.
Es una maravilla: al bautizarnos nosotros como hizo él, nos insertamos en su propia historia, en la historia del Hijo. El Padre nos acoge como a él –como otro hijo-, e infunde en nuestro espíritu el de su Hijo, el santo Espíritu divino… Por eso el bautismo de una persona es siempre una fiesta, una gran alegría para los cristianos. A mi me gusta mucho -entre las fórmula de la entrada optativas que hay en el ritual- aquella en que el párroco pregunta a los padres o padrinos: "¿Qué pedís para vuestro hijo?", y ellos responden: "La vida eterna". ¡Nada menos!
Nuestro bautismo
En el bautismo de Jesús, por eso, recordamos también el nuestro. Un día, en nuestro nombre, pidieron ese grandioso don. Sin él, estaríamos también sin la luz de la fe, y tal vez a merced de los enemigos del alma, que son mucho más poderosos e inteligentes que nosotros… Es muy bonito recordar el propio bautismo al usar el agua bendecida: "Que esta agua bendecida sea para nosotros salvación y vida", decimos al santiguarnos con ella. Es el mejor exorcismo. Pero también es bueno recordar lo que el bautismo tiene de compromiso de amor y de misión en el mundo, y así poder renovarlo personalmente muchas veces. Compromiso de amor a Jesús -vida interior-, y a los hermanos. Y compromiso de misión, de tarea. ¿Cómo participo yo en la misión?, podemos preguntarnos ahora. Aquí veo jóvenes con planes para este verano, pero también lo es el coro o la catequesis o apostolado personal, o las decisiones que vamos tomando en el trabajo, en la familia, en la vida política, en el mundo… El Bautismo de Jesús fue el comienzo de su misión mesiánica. Que su recuerdo hoy sea nuestro recomienzo.
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