miércoles, 26 de noviembre de 2014

La casa sin dueño

De las Homilías atribuidas a san Macario, obispo
(Homilía 28: PG 34, 710-711)


Del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia, así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y de toda clase de ignominia.

¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive!

¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto acaba en la hoguera. ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.

(San Macario fue obispo de Aelia Capitolina -la Jerusalén romanizada tras su destrucción y expulsión de los judíos- en las primeras décadas del siglo IV, cuando se construyó la basílica del Santo Sepulcro y se hallaron las reliquias de la santa Cruz)

lunes, 24 de noviembre de 2014

El Niño Rey

Cristo Rey 2014




«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.  separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
"Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. » 
Del capítulo 25 del evangelio de san Mateo

Hoy, como final del Año litúrgico,  celebramos la realeza universal de Jesús: Jesucristo Rey del universo . Al encarnarse, él se ha convertido en Señor del universo, en medida juez de todo el bien creado. Y por eso ante él serán presentadas todas las naciones, con la medida de Cristo serán juzgadas. Todas las naciones: los países, los sindicatos, el artes, las empresas,  los sistemas financieros, tu barrio, los partidos políticos, y los equipos de fútbol, y cada uno de nosotros: porque él es el Señor del mundo. No son Obama ni Cameron, ni Juncker, ni el FM ni Ban Ki Mon. No lo es la moda, ni el NYT. Es Cristo, el Hijo del Dios vivo. A veces predicamos esta fiesta diciendo: -Por favor, seamos buenos y dejemos reinar a Cristo en nuestro corazón, en nuestra conducta; así Cristo reinará. Vale, eso está bien como predicación piadosa, pero que conste que Cristo no reina porque nosotros se lo concedamos graciosamente. Él es el Rey del cosmos por nacimiento: "¡tuyo es el reino, el poder y la gloria por siempre, Señor!", porque él es Dios encarnado.

Un discurso provocador
La liturgia hoy nos evangeliza con este texto de san Mateo con el discurso sobre el Juicio final. Un discurso del Señor intencionalmente provocador, porque al hablar de los elegidos no señala entre ellos, como como sería obvio -y es así lo hace en otros momentos-, a los que han creído, a los que se han convertido de su vida deplorable,  a los que han sido audaces para entregar su barca y sus redes y su casa, que así recibirán el ciento por uno… Sino que, de un modo sorprendente señala a los que todos olvidamos, y así les revela cómo Dios se conmueve ante el sufrimiento provocado por el abandono: la carne sufriente de Cristo en el mundo, como le gusta decir al Papa Francisco.
    El texto pertenece a el final del Evangelio de san Mateo, casi a la despedida de Jesús. A mi me resulta curioso observar cómo este evangelista, que fue elegido siendo de profesión publicano y públicamente considerado como un hombre pecador, comienza a contar la predicación del Señor con el discurso las Bienaventuranzas y termina con el del Juicio final: dos textos en que se ve el tono provocador que adopta en ocasiones la bellísima predicación del Señor. Se ve que consideraba este discípulo que su llamada al apostolado tuvo también algo de provocativo; y así es su Evangelio.

La vida como bendición
Pero de este discurso, un día como hoy querría fijarme en esta frase: -"Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros". Así pues, Cristo, el Dios humanado, llama a a los hombres “Benditos de mi Padre”, incluidos  los parias del mundo, a los que llama "mis hermanos pequeños"; y a los que no consideran parias a los parias. Así pues, el hombre es bendito de Dios, la vida humana es bendición de Dios. Bendición ante todo para sí mismo, para el que la recibe: principio para él de la existencia y todos los dones, que tiene su origen en el acto creador, en Dios, en aquel “hagamos al hombre a nuestra imagen, y alentó su aliento en su rostro: es mi hijo, el amado…”.  Así, pues, tú eres don de Dios a ti mismo, regalo de Dios, y nadie puede decidir por ti esta bondad, la conveniencia o no de tu vida, la oportunidad o no de tu existir, una vez que él te la da: eres de Cristo, eres de Dios, amado de Dios. Y esto se lo puedes decir al bebé, incluso cuando está dentro del seno. Ya sabéis que pertenezco a una familia de muchos hermanos, doce. Hace poco encontré el diario de mi madre, que falleció hace unos meses, y allí va contando su vida, sus embarazos y nacimientos. Al poco de nacer uno de nosotros anota ella: " mi niño es un encanto. Es lo más guapo, lo más bonito, lo más bueno que hay. ¡qué gusto bañarlo, arreglarlo, contemplarlo ( aunque sea a las tres de la madrugada) plancharle su ropita. Me gustaría ahora, mientras es tan chiquitín, estar solo para él. El y yo solitos. Pero eso no puede ni debe ser. Es lo que me pierde un poco. Tengo que estar pendiente de las demás cosas de la casa y de mis otras obligaciones.(...) hace una tarde hermosa. Mi niño duerme como un angelito. Jesús mío, cuídate de el! Si no fuera por Tí qué sería de ese cuerpecito tan tierno que a la menor cosa se puede descomponer! Que vele Tu Angel su sueño. " Podéis imaginar la emoción que sus hijos hemos experimentado al leer estas revelaciones sobre sus sentimientos hacia nosotros. ¡Pero es que Dios es el que dice esto de cada criatura suya: él es padre y madre, más que nuestra madre aún! ¿Quién puede decirle a alguien que sobra?
La vida es una bendición también para los demás, para el mundo, incluso si está debilitado, si está enfermo. A nadie le podemos decir como en el cole: mira, el equipo son seis y tú eres el séptimo. Y la vida es, por último una bendición para el Dios que la crea. Por tanto los cristianos nunca aceptaremos que el aborto pueda ser moralmente justificado, ni que la sociedad se desentienda cruelmente de los niños concebidos o de sus madres. Porque son Benditos de mi padre.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La Esposa del Cordero

Iglesia Diocesana

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó
cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
[...] Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con
ellos.
(El capítulo 25 del evangelio de san Mateo)


Hoy nos evangeliza la liturgia con esta parábola, propuesta por el Señor a los discípulos al final de su vida terrena para explicar la situación en que quedarían ellos tras su marcha. Y siendo además hoy una jornada especial, dedicada a la Iglesia diocesana, querría hablaros sobre la propia Iglesia (aparte de animaros a contribuir generosamente en la colecta para poder sufragar los gastos materiales que ocasiona la misión cristiana en el mundo). 
Cuerpo
San Pablo dice una cosa emocionante sobre la Iglesia: dice que es el Cuerpo de Cristo, es decir lo corpóreo de Cristo en el mundo: lo visible y tangible. ¿Dónde está lo que queda en el mundo del paso de Cristo? En vosotros, en la Iglesia. ¿Dónde le pueden encontrar los hombres, dónde pueden dialogar con él? En vosotros, en la Iglesia. Me diréis que también está en el misterio eucarístico, y es completamente cierto, pero es cierto para nosotros, para sus discípulos, para los que hemos recibido el don de la fe. Para los demás, para el mundo -y también para tus hermanos-, vosotros sois el Cuerpo del Señor. Me diréis, tal vez: -¡Pues vaya, la impresión que pueden sacar de él, si sólo me ven a mi!, y quizá tengas razón; pero ¡es lo que hay! Los demás verán -poco o mucho- a Cristo en ti. ¡Hombre!, consuela pensar que también lo pueden ver en los mejores de entre nosotros, en los santos. Y también consuela pensar que, cuando el Hijo se hizo hombre en Cristo, también era preciso un acto de fe para descubrir al Dios vivo en la carne de un niño, de un carpintero, de un joven rabí y profeta. Siempre hará falta el la mirada penetrante para descubrirlo. -"¿Tú crees en el Hijo del hombre?", le pregunta Jesús al ciego curado en Jerusalén. También entonces el Cuerpo de Cristo era signo de su presencia y también ocultamiento de su divinidad: pasible, débil, humano. "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Y vosotros, ¿quién pensáis que soy yo?" Ahora lo corporal y visible de Cristo es la Iglesia, vosotros. ¿Dónde está lo que queda de Cristo en el mundo, En vosotros. 
Esposa
La Iglesia es también la Esposa, otra potente imagen aplicada por san Pablo. El ser esposa tiene respecto a ser el cuerpo un matiz especial: la esposa es ella misma, tiene su ser individual; pero tiene es una con el esposo, una sola carne. Así la Iglesia. La esposa hace padre al esposo, y cuida de los hijos, de la nueva vida, y así llena de una nueva e inesperada alegría al varón; aunque a veces le da penas, sobre todo si se hace infiel.  Así Cristo: el no hace nada sin ella, la Esposa,  sin vosotros, pero no ya como cuerpo, sino como otro yo: es la paternidad y maternidad en la Iglesia, que ejercen en la Iglesia, sacramentalmente, los padres de familia y los sacerdotes y obispos: la iglesia jerárquica. 
Una persona que se deja dominar por el tópico: "Cristo sí, pero Iglesia no", no conoce bien a Cristo todavía; tal vez haya empezado a conocerle,  pero todavía no, porque él no hace nada sin la Esposa. A Cristo, bien o mal, se le conoce en su Iglesia.
Iglesia diocesana
La Iglesia es nuestra, en el sentido de que somos nosotros y está encomendada a nosotros. Aunque no es nuestra en el sentido de ser obra nuestra, fruto de nuestro acuerdo. Porque la Iglesia es de Cristo. Más que nuestra, habría que decir: la Iglesia somos nosotros, y todos somos ella; aunque ella es del Señor, como la esposa es del esposo. Así entenderéis mejor esta jornada del "Día de la Iglesia diocesana" y nuestra responsabilidad hacia ella. la Iglesia está constituida por Iglesias. No es que sea federal, sino que la Iglesia -universal, católica- se concreta y hace visible en esta y aquella, siendo siempre única y la misma, en comunión con el sucesor de Pedro. Es vuestra: depende de vuestra santidad. Y también de vuestro trabajo y de vuestras aportaciones.  En España, queremos no depender del Estado, sino sacarla de nuestros bolsillos, de todos. Y ese compromiso es el que hoy se nos nos recuerda. Cristo y María se alegran con la aportación de mejora, de santidad, pero también –no es quepa duda- con vuestra aportación material.

martes, 18 de noviembre de 2014

Señora de tez morena

Almudena, Patrona de la ciudad de Madrid

Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijoj.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
(Del capítulo 19 del evangelio de san Juan)

"¡He ahí a tu hijo; he ahí a tu madre!"
"Mujer, he ahí a tu hijo". Esta dramática escena del Calvario,  que acabamos de escuchar, ha conmovido siempre a los cristianos, que la han reproducido en miles de lugares. Jesús agonizante, desnudo y fijado a una cruz mediante clavos, no posee al final nada; no tiene más que su Madre y a uno de sus discípulos, Juan, el más joven, preferido también de su corazón. Y enuncia una especie de testamento en que les entrega uno al otro recíprocamente. (Así terminó el periplo vital del mesías, o pareció terminar, ya que en realidad del grano desnudo de trigo, caído en tierra y muerto, salió la floración inimaginable de la Iglesia, de la santidad para el mundo y para la eternidad). Juan Pablo II, que tenía una conmovedora devoción a María, afirmaba que en Juan estábamos todos representados, estaba la Iglesia entera -los discípulos del Señor-, empezando por él mismo: "Totus tuus, Maria", soy todo tuyo. Y yo pensaba que Jesús ha querido que sea así: la Iglesia no es nuestra, para que hagamos lo que nos plazca con ella, sino que es suya; y él la confía a su Madre, la hace Madre nuestra: “Sé de María, y serás nuestro”, dice san Josemaría en Camino. Así, en la Iglesia, la que parece más pequeña es la más grande: la esclava está por encima de Pedro y todos: nadie puede arrogarse la representación de la Iglesia, sino María. María es la Iglesia primera, la Iglesia naciente: es la esencia del cristianismo. No es el sacerdocio, ni la misión, ni el martirio, ni el apóstol… es la que dice: “he aquí la esclava del Señor, hágase según tu palabra”.

Mirarse
Y en ella hay que mirarse siempre. En ella tiene que mirarse siempre la Iglesia; y tú también, que eres la Iglesia en pequeño. Y tu familia, también. Es preciso mirarse en ella como hacen los niños: no es ninguna tontería (recuerdo a J.A. Marina cómo lo explica incluso científicamente en uno de sus libros). Hay que preguntarse: -¿Esto le gustaría, le agradaría a María, mi Madre?
Que no falte, por tanto, en vuestra casa una bonita imagen de María. Es más: que no falte en tu cuarto, en tu cartera. Muy bien tener la tarjeta del banco, la del citi, la de fidelización de Mercadona y de la gasolinera y del Corte Inglés… ¿y la Virgen, tu Madre?

Almudena y Madrid
La advocación de la Almudena -la Ciudadela en árabe, más o menos- tiene su origen, como sabéis en la conquista de Madrid por Alfonso VI en 1085, tal día como hoy. En uno de los cubos de la muralla se halló esta Santa María la Real, la Reina. La "ciudad" es también la Iglesia, pero ahora nos referimos a la ciudad material, que queremos poner bajo su protección: su bienestar material y su calidad espiritual (cuando falta calidad espiritual tampoco hay bienestar material), la labor de sus autoridades civiles y eclesiásticas, y de todos los que trabajan o queremos trabajar por el bien común.

Orar juntos a la Virgen
Que no falte nunca el diálogo con María, la oración diaria. Hay oraciones tan bonitas a la Virgen…, comenzando por la salutación, el Ave María. ¡Y se puede rezar en cualquier lugar y en cualquier momento! Que no falte tampoco la oración a María en familia, en pareja, entre hermanos. Metamos de veras a María no ya en la ciudad, sino en los corazones de la ciudad, comenzando hoy por el de cada uno de los que estamos aquí.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Libertad y voluntad de Dios


El grado máximo de la libertad es el "sí", la conformidad con la voluntad de Dios. El hombre sólo llega a ser realmente él mismo en el "sí"; el hombre sólo llega a estar inmensamente abierto, sólo llega a ser "divino" en la gran apertura del "sí", en la unificación de su voluntad con la voluntad divina. Adán deseaba ser como Dios, es decir, ser completamente libre. Pero el hombre que se encierra en sí mismo no es divino, no es completamente libre; lo es si sale de sí; en el "sí" llega a ser libre. 

Adán —y Adán somos nosotros— creía que el "no" era el culmen de la libertad. Sólo sería realmente libre quien puede decir "no"; para realizar realmente su libertad, el hombre debe decir "no" a Dios; sólo así cree que es él mismo, que ha llegado al culmen de la libertad. La naturaleza humana de Cristo también llevaba en sí esta tendencia, pero la superó, pues Jesús comprendió que el "no" no es el grado máximo de la libertad humana. Este es el drama de Getsemaní: no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cambiando la voluntad humana por la voluntad divina nace el verdadero hombre; así somos redimidos.

Benedicto XVI (25 de julnio de 2008), Sobre san Máximo el Confesor (s.VI). 

Contexto: 
"Había surgido la teoría según la cual Cristo sólo tenía una voluntad, la divina. Para defender la unicidad de su persona, negaban que tuviera una auténtica voluntad humana. Y, a primera vista, podía parecer algo bueno que Cristo tuviera una sola voluntad. Pero san Máximo comprendió inmediatamente que esto destruía el misterio de la salvación, pues una humanidad sin voluntad, un hombre sin voluntad no es verdadero hombre, es un hombre amputado.
Por tanto, según esa teoría, el hombre Jesucristo no habría sido verdadero hombre, no habría vivido el drama del ser humano, que consiste precisamente en la dificultad para conformar nuestra voluntad con la verdad del ser. Así, san Máximo afirma con gran decisión: la sagrada Escritura no nos muestra a un hombre amputado, sin voluntad, sino a un verdadero hombre, a un hombre completo: Dios, en Jesucristo, asumió realmente la totalidad del ser humano —obviamente, excepto el pecado—; por tanto, también una voluntad humana.
Dicho de esta forma resulta claro: Cristo, o es hombre o no lo es. Si es hombre, también tiene voluntad. Pero entonces surge el problema: ¿no se cae así en una especie de dualismo? ¿No se acaba afirmando dos personalidades completas: razón, voluntad y sentimiento? ¿Cómo superar el dualismo, conservar la integridad del ser humano y, sin embargo, defender la unidad de la persona de Cristo, que no era esquizofrénico? San Máximo demuestra que el hombre no encuentra su unidad, su integración, su totalidad en sí mismo, sino superándose a sí mismo, saliendo de sí mismo. De este modo, también en Cristo, saliendo de sí mismo, el hombre se encuentra a sí mismo en Dios, en el Hijo de Dios.
No se debe amputar al hombre para explicar la Encarnación; basta comprender el dinamismo del ser humano, que sólo se realiza saliendo de sí mismo. Sólo en Dios nos encontramos a nosotros mismos; sólo en él encontramos nuestra totalidad e integridad. Así se ve que el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el hombre que se abre, que sale de sí mismo, es un hombre completo y precisamente en el Hijo de Dios se encuentra a sí mismo, encuentra su verdadera humanidad."

Amor, obediencia y libertad





El amor no tiene forzados ni esclavos, sino que reduce todas las cosas bajo la propia obediencia con una fuerza tan deliciosa que, si nada es tan fuerte como el amor, nada es tan amable como su fuerza

(Tratado del amor de Dios, libro I, cap. VI)

Os dejo el espíritu de libertad, no ya el que excluye la obediencia, pues esta es la libertad del mundo; sino el que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo

(Carta del 14 de octubre de 1604)



sábado, 8 de noviembre de 2014

Halloween

Todos los santos

"Brillarán los justos como chispas que se propagan en un cañaveral. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor reinará eternamente sobre ellos." 
(Del capítulo 2º del libro de la Sabiduría)
Todos los santos
Hoy celebra la Iglesia del Señor una festividad en honor de todos los santos, todos los hermanos nuestros que están en el cielo, después de haberse purificado o, como dice el libro del apocalipsis, después de haber sido lavados en la sangre del Cordero: han sido hechos santos de verdad, transformados; han entrado así en la Comunión de los santos y están entre nosotros: son como chispas en medio del cañaveral. Aquí en el retablo los tenéis representados en el cuadrante de arriba a la derecha; también podéis ver, en el de abajo, a todos los que aún caminamos, llamados, atraídos por la llamada, representada en esas campanas. En realidad, esto es lo que vale la pena, incluso lo único que vale la pena, porque es lo único definitivo: allí se dirige nuestra vida, querámoslo o no, sepámoslo o no. Hay que preguntarse si ahí nos encaminamos nosotros con nuestras obras, nuestro modo de ser, nuestra conducta, nuestro carácter…
Y la benditas ánimas del purgatorio
Mañana, en cambio, la Iglesia conmemora y ofrece el sacrificio por todos nuestros hermanos difuntos que aún no hayan alcanzado esa gloria, el cielo; que viven en ese estado que la tradición cristiana llama Purgatorio: el sitio o estado donde uno se limpia, se purifica, se hace limpio y puro, no del cuerpo, sino del alma, del espíritu. A su esperanza y dolor y vergüenza nos unimos con nuestra oración y sufragios. Para nosotros es también  recordatorio de la propia muerte: tan cercana, tan universal, tan irreal y tan real al mismo tiempo. Irreal, como han señalado con acierto algunos escépticos, porque lo que nos espanta es su posibilidad y cercanía, pero una vez que suceda, ¿qué es lo nos importará realmente? Pero a la vez es tan real: porque realmente y sucede a los que tenemos alrededor, y -al menos aparentemente- dejan de existir para nosotros. Real también porque sabemos que a nosotros nos sucederá, y ¡claro que nos importará el cómo hayamos muerto!: "Venid, benditos de mi padre… apartaos de mi, malditos...".
La muerte y el hoy
Cristo ha revelado el sentido de la muerte. En primer lugar al decirnos: "yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, el que come me cuerpo y bebe mi sangre vivirá por mi". Y también, al hablarnos de ese "hacerse ricos ante Dios", de "aprovechar sus talentos", de "escuchar" su llamada. Hay, pues, un carpe diem cristiano, mucho más interesante que el polvoriento de las fotos de El Club de los poetas muertos; es el carpe diem del que siente esta voz en el corazón: "hoy es el día de la salvación", hoy es el momento que tengo para hacerme santo, el día de mi conversión,  el día en que todo empieza, el día de hacer el bien y no retrasarlo; hoy es el de la gracia. “Hoy, si escucháis la voz de Dios, no endurezcáis vuestro corazón”.


miércoles, 5 de noviembre de 2014

ORACIÓN PARA ALCANZAR LA SABIDURÍA

(Del libro de la Sabiduría 9, 1-19)

Dios de los padres y Señor de la misericordia que con tu palabra hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre, para que dominase sobre tus criaturas, y para que rigiese el mundo con santidad y justicia y lo gobernase con rectitud de corazón. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada.

Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato.

Pues ¿qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues ¿quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?
Sólo así serán rectos los caminos de los humanos, los hombres aprenderán lo que te agrada.