(16 de agosto 2015. Dom 19 To b)
La huída de Elías
Como fondo del discurso del Pan, hoy se nos cuenta en la primera lectura un incidente dramático de la vida de Elias, el profeta por antonomasia en Israel. Ha emprendido una angustiosa huída de Jezabel, la reina consorte de Ajab, que ordena asesinarlo, y escapa hacia el desierto del Sinaí. Pero llega un momento en que se ve sin fuerzas y sin alimentos ni agua, y se desea la muerte, se cansa de vivir, al menos de vivir así, y pide a Dios que le quite la vida. Y yo pensaba en ese cansancio que puede aparecer a lo largo de la vida, no tanto el físico, sino existencial. Quizá a propósito de una dificultad, o una pequeña o gran frustración, una carga o simplemente aparece el aburrimiento. . Como en el verso de un gran mal poeta (Neruda): "sucede que me canso de ser hombre". Unas veces es algo que no se consiguió, o una expectativa frustrada. Puede ser la famosa crisis de los 40, aunque la tristeza que puede llegar también en plena juventud o incluso en la adolescencia. Pensad también en esa enfermedad tan difícil de sobrellevar, la depresión psíquica o psicológica.
Cuando está adormilado bajo un arbusto aparece un enviado misterioso que le despierta y le invita a comer y beber de un igualmente misterioso alimento que aparece allí sin que nadie lo haya traído. Para animarle a que termine de comer, el ángel le dice una frase igualmente misteriosa: "el camino es superior a tus fuerzas" .
Es bonito lo que hace Yahveh con este hombre suyo: lo observa, lo ve luchar por la gloria de Dios y le agrada la abnegación con que le sirve. Y cuando le da miedo de que se rompa, le envía un ángel, una ayuda... ¡No nos cansemos de ayudar a la gente, de darles buenas razones para vivir, para amar!
Mirad que estamos en una cultura cada vez más aisladora, más individualista, y no necesariamente más llena. En realidad, sólo el alma que llena el alma, no las cosas. Dad alma a los demás, dad vida. Y salid vosotros mismos del ensimismamiento.
El cansancio de vivir
De todos modos, la historia del viaje de Elías apunta a algo que va más allá del simple cansancio, y afecta a todos los hombres. Le puede pasar al Papa, le puede pasar al que hace el bien. Y es que las cosas nunca llenan del todo, la vida nunca llena lo suficiente. Y entonces es cuando vemos más aún la maravilla de Dios que nos envía un alimento maravilloso, que es él mismo, el único que puede llenar de verdad el corazón humano. Elías fue un hombre feliz y su vida estuvo llena de aventura y también de éxito y fruto, pero paradójicamente el camino de la vida humana es superior a las fuerzas humanas.
Cuando los padres meditaron esto les faltó tiempo para aplicarlo al alimento eucarístico. Al alma sólo la llena un alma, decíamos, pero sólo Dios puede llenar la vida, superar su caducidad, la limitación de sus dones, limitación que puede acabar por producir ese hastío: quiero morir. Sólo él da a nuestra vida el valor de misión, en cualquier circunstancia, hasta en la enfermedad. La convierte siempre en fecunda: uno siempre tiene algo que hacer con el Señor. Por eso no es sólo el pan de vida, sino pan del camino: el alma siempre es joven junto a él, se siente como un artista, como una persona enamorada. No nos apartemos de Jesús. Ni aunque estemos lejos físicamente. Él nunca se cansa, nunca nos frustra, siempre nos abre de nuevo el camino, la ilusión de ir más allá.